BETTY VE TELENOVELAS
Los 'Hermanos' Eren llegaron a Antena 3 en el peor momento de sus vidas: la muerte de sus padres. Y desde entonces su situación no ha hecho más que empeorar con una sucesión continua y constante de problemas.
Dice una vieja y popular canción que tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. Y que quien tenga esas tres cosas puede estar muy agradecido. Sin embargo, en el caso de la familia Eren esos tres elementos clave para la felicidad parecen estar al final de una yincana, donde cada breve sonrisa viene acompañada y/o precedida de una prolongada sucesión de lágrimas. Así son las tragedias de 'Hermanos' en Antena 3.
El dinero, el permanente quebradero de cabeza
La dificultad para pagar las facturas ha sido el primer gran problema al que han tenido que hacer frente los hermanos. No poder pagar el alquiler les supuso tener que abandonar su hogar. No poder contribuir con la economía doméstica de su tía les supuso tener que cobijarse en un gallinero. E, incluso, ese presunto techo les ha supuesto tener que hacer cuentas con sus escasas liras dado que han caído nuevamente en las manos de un casero usurero.
Las sumas y las restas que no cuadran han sido la principal ocupación de Kadir, que, justo es reconocerlo, no ha sido remilgado a la hora de ponerse a trabajar en lo que haya: camarero, albañil, pintor, mozo de carga y descarga. Todo le sirve. Todo le vale. Todo lo acepta. Todo con tal de tener unas monedas en el bolsillo con las que sobrevivir junto a sus hermanos.
También hay que tener en cuenta que sus hermanos también han querido arrimar el hombro y también acumulan ya experiencia en los empleos más variopintos. Asiye ha cantado por propinas, ha tejido a todas horas y ahora es camarera. Y Omar también ha probado suerte en la pintura, la venta de móviles y como asistente de Akif.
Eso sí, aunque Omar ha intentado contribuir a la economía doméstica, el dinero también fue la causa del mayor cisma familiar que hemos visto hasta el momento. La necesidad, las carencias, el hambre, la desesperación hicieron mucha más mella en Omar que en sus hermanos y un día explotó contra todo y contra todos. Y buscó refugio donde él ingenuamente pensaba que estaba la felicidad: en una mansión con piscina, una mesa repleta de comida a la hora del desayuno y una jornada de compras sin prestar atención a las etiquetas.
Aquella incursión en el mundo de los ricos salió bastante mal porque unas zapatillas caras no hacen a un niño rico, pero una buena educación y unos sólidos valores sí hacen a un buen hombre. Y, pese a toda la confusión propia de la adolescencia y a la crisis emocional de su orfandad, Omar sabe dónde está su hogar, aunque no tenga piscina.
Eso sí, habrá que ver cómo repercute en Omar y en la situación económica de toda la familia su vinculación con Suzan. Ella ya había mostrado cierta empatía (o cargo de conciencia por su implicación en la muerte de sus padres) con los Eren al llevarles dinero, pero ¿qué sucederá ahora que sabe que Omar es su hijo? ¿Seguirá poniéndose de lado o les prestará su ayuda? ¿Será Suzan la puerta de salida del gallinero?
Y, por supuesto, en caso de recibir ayuda de Suzan, los Eren van a tener que preocuparse y ocuparse de evitar que la tía Sengül muestre nuevamente su habilidad para convertir en propios los fondos ajenos.
Amores de ida y vuelta
Si las cuentas mantienen ocupado gran parte del cerebro de los hermanos Eren, el corazón también lo tienen ajetreado.
De hecho, Kadir ha tenido que compaginar su pluriempleo con una agitada vida sentimental porque ha sentido que debía ejercer como cabeza de familia a todos los efectos. No solo debía poner pan sobre la mesa, sino que también debía esforzarse para que sus hermanos fuesen felices. Y eso incluía intentar que Omar tuviese una oportunidad con Melisa, aunque eso significase negar sus propios sentimientos.
Quizá eso fuese lo mejor de la incursión de Omar en el mundo de los ricos: la entrada en escena de Ayse facilitó que Kadir no se sintiese culpable por haberse enamorado de la “ilusión” de su hermano.
Ahora mismo están viviendo lo que podría calificarse como un periodo de paz y felicidad, pero nuestro sexto sentido seriéfilo nos dice que es más que posible que la tempestad ya se esté formando en algún punto. Puede ser en la cabeza psicópata de Berk que se aburra de incordiar en los negocios de los Eren y recupere su anterior obsesión por Melisa. Puede ser en el temperamento de Akif cuando descubra que su princesa frecuenta la compañía de unos de “esos muchachos”. Puede ser la vergüenza de Nebahat al ver a su niña paseando de la mano con un camarero.
Y no pasemos por alto las grietas que empiezan a asomar por el evidente abismo que los separa. A Kadir le encantaría un road trip por el Mar Negro, pero primero tiene que conseguir poder viajar en autobús por Estambul. Kadir no se aburrió en el encuentro con los amigos de su novia. Estaba incómodo porque acababa de aterrizar en otro planeta.
Al menos tienen a Doruk como aliado, que, eso sí, se mantiene vigilante para evitar que su hermana sufra. Exactamente igual que Kadir hace con la suya ante las atenciones que recibe por parte del heredero de los Atakul. Porque, en medio de los esfuerzos por llenar la mesa con lo poco que tiene en la despensa, Asiye también tiene que lidiar con sus sentimientos. A estas alturas no hay duda de que le gusta Doruk y que es correspondida, pero entre ambos hay un abismo mucho mayor que la distancia que separa sus cuentas corrientes. La desconfianza.
Asiye teme que Doruk vuelva a ser el matón del instituto que acosaba y maltrataba a su hermano y a su primo. Teme que todas sus promesas sean solo un juego para él. Teme el cliché de la chica pobre que se convierte en el pasatiempo del chico rico. Y ella no está para perder el tiempo. Tiene que esforzarse para ayudar a Kadir ahora que va a estar meses sin cobrar.
En cuanto a Doruk, hay que reconocerle sus esfuerzos por ganarse la confianza de Asiye. Pero una relación va más allá de compartir pupitre, viajar juntos en autobús o debutar en pareja en el mercado laboral. Sobre todo, cuando todo eso forma parte de la vida intrínseca de Asiye, mientras que para Doruk solo es un paréntesis motivado por un amor adolescente. ¿Logrará convencer a Asiye de que esta nueva cara que está mostrando es la real? ¿Logrará comprender que lo que para él es una incursión en un mundo nuevo es la única realidad que ella conoce?
Además, en el caso de estas dos parejas habrá que estar pendientes de la reacción de Akif y Nebahat cuando descubran que los príncipes de la casa se han enamorado de los ‘mendigos del gallinero’.
Y, en cuanto a Omar, también está viviendo un momento dulce con Ayse, pero sobre su relación sobrevuela ya una ciclogénesis con nombre propio: Tolga. Si cuando eran amigos, ya logró echarlo todo a perder, ¿qué pasará ahora que son novios? Ya nos ha quedado claro que no ha aceptado ni asumido su ruptura con Ayse, ¿qué consecuencias tendrá esa negación de la realidad?
Una salud frágil
En lo que respecta a la salud, el primer gran susto nos lo dio Emel con aquella tos que nos preocupó desde el primer momento y que, como intuíamos, después se complicó. Ahora aquel problema parece controlado, pero seguimos preocupados por su alimentación. Está en una edad muy complicada donde tendría que alimentarse bien y, por mucho que se esfuercen y por muchas renuncias que hagan sus hermanos, son evidentes las carencias.
Sus hermanos mayores también nos han dado más de un susto. Salvo Asiye, que fue la única que se salvó de la intoxicación cortesía de la estufa, tanto Kadir como Omar han tenido problemas médicos.
Y ambos casos han tenido un denominador común: los moratones. Tal vez no compartan ADN, pero sí comparten el imán para atraer los puñetazos de los demás. Hasta ahora las consecuencias no han pasado de unos moratones y unos días bastante doloridos, pero ¿seguirán teniendo la misma suerte en caso de recibir una nueva paliza?
En definitiva, los hermanos Eren se han enfrentado en este tiempo a problemas en los aspectos clave de la vida. Viven en la constante preocupación por cada lira que entra y sale de sus bolsillos. Viven en una continua montaña rusa sentimental. Viven con el temor a que su salud se resienta.
Ha sido tal el número de conflictos que han vivido que a estas alturas solo cabe preguntarse cuánto más podrán soportar y, sobre todo, cuándo podrán pasar esas angustiosas páginas de su existencia y poder dar gracias por tener salud, dinero y amor y, como dice otra conocida canción, disfrutar de las cosas buenas que tiene la vida.