BETTY VE TELENOVELAS

Adiós a Amar es para siempre, la serie que nos hizo reír, llorar, y nos abrió una ventana hacia nuestra propia historia

Ha llegado el momento de decir adiós a Amar es para siempre, una serie que forma parte ya de la historia de la televisión y que, sobre todo, siempre permanecerá en nuestra memoria y nuestro corazón.

Sabíamos que el momento iba a llegar, pero aun así ha sido especialmente emocionante despedirnos de Amar es para siempre, la serie que nos ha acompañado cada tarde desde hace casi 20 años. Era una simple, pero constante tradición para muchos espectadores.

Cada sobremesa, después del informativo y la información meteorológica, tocaba acomodarse en el sofá para visitar la plaza de los Frutos, adentrarnos en El Asturiano y dejar entrar en nuestra casa a la familia Gómez Sanabria y sus vecinos.

Una costumbre nada rutinaria

Porque una de las claves del éxito de esta serie es que logró convertirse en una costumbre, pero nunca una rutina.

La audiencia sabía perfectamente a qué hora tenía su cita con Amar es para siempre, pero también era consciente de que cada día era una aventura en la plaza de los Frutos.

Marcelino y Manolita en Amar es para siempre | Antena 3

Es más, cada nueva temporada conseguían sorprendernos con la llegada de nuevos vecinos a los que recibíamos con un "encantados de conocerlos" aunque después ese primer contacto derivara, a veces, en simpatía, adoración, respeto y cariño o, en otras ocasiones, en antipatía, desconfianza, temor u odio.

Cada nueva temporada sin necesidad de grandes circunloquios, aspavientos o malabares televisivos, conseguía mantenernos enganchados a las aventuras y desventuras de todos y cada uno de sus personajes. De hecho, hoy, cuando toca hacer balance, cada espectador seguro que tiene su personaje más querido, su más odiado y su más recordado.

Han sido tantos años y tantos personajes que resulta muy complicado enumerarlos y sería profundamente injusto que algunos no fuesen mencionados por una omisión involuntaria. Digamos, en honor de todos ellos, que han conseguido que los conozcamos mucho mejor que a algunos de nuestros vecinos reales.

Y, sobre todo, toca agradecerles haber sido grandes compañeros de vida televisiva. Todos ellos, con su mayor o menor protagonismo, con muchas o pocas frases en el guion, rodeados de luz o envueltos en sombras, han conseguido hacernos reír, hacernos llorar, emocionarnos e, incluso, hasta abrirnos una ventana hacia etapas de nuestra propia historia.

El Asturiano, el punto de encuentro

Pero, entre idas y venidas, entre holas y adioses, entre llegadas y salidas, ha habido un elemento que ha permanecido siempre presente como el faro que nos guiaba cada tarde hacia esa mítica plaza: El Asturiano.

Marcelino se despide de Pelayo mientras continúa su legado en El Asturiano | antena3.com

A simple vista El Asturiano era un bar normal y corriente, como puede haber miles en nuestro país. Un bar de barrio sin grandes florituras decorativas y con una carta sencilla, pero con el encanto que da la confianza. Un bar de barrio donde el camarero llama por su nombre a los clientes habituales y sabe perfectamente cómo toman el café.

Ese pequeño local, escenario de tantas y tantas conversaciones, junto con la Plaza de los Frutos han sido el universo al que nos hemos escapado cada tarde para ver pasar la vida de unos y otros.

Los pilares de una familia

Y, así, entre personajes y audiencia se ha ido formando una familia muy especial, donde, sin duda, ocupan un lugar fundamental Pelayo (José Antonio Sayagués), Marcelino (Manu Baqueiro) y Manolita (Itziar Miranda).

Los tres han sido el hilo conductor de esta historia. Sus vidas han sido parte de nuestra vida. Con ellos hemos reído y llorado. Los hemos acompañado en su intensa trayectoria vital al mismo tiempo que ellos nos acompañaban en nuestra vida diaria.

Luisita con Marcelino y Manolita en Amar es para siempre | Antena 3

Mientras nuestra vida real iba avanzando, éramos testigos privilegiados de otras vidas que también iban cambiando. Es más, tal vez, en alguna ocasión las experiencias, las emociones y los sentimientos televisivos han ido a la par de lo que sucedía al otro lado de la pantalla.

Tal vez algún matrimonio también haya vivido crisis intensas como las vividas por Marcelino y Manolita. Seguro que muchos se han sentido identificados al verlos criar a sus hijos, esforzarse por darles la mejor de las vidas, preocuparse cuando se complicaban sus vidas, emocionarse al verlos abandonar el nido para formar sus propias familias, alegrarse al reunirlos a todos alrededor de una mesa o entristecerse al tener que despedir alguno.

Porque, con sus matices, la familia Gómez Sanabria ha sido una familia más. Una familia que ha tenido etapas muy felices y momentos muy dolorosos. Una familia que ha sido feliz y estable y que también ha vivido intensos altibajos. Una familia donde todos se quieren, pero que también discuten. Una familia que se va adaptando a las circunstancias según se van produciendo. Una familia donde, en los momentos de celebración, las ausencias se hacen muy presentes.

No han sido una familia perfecta. No han vivido un camino de rosas. Y precisamente por eso han conectado con la audiencia porque no existen las familias perfectas. Porque no existen las luces sin las sombras. Porque no existen los aciertos sin los errores.

Amar es para siempre se despide | Manuel Fiestas

Por otro lado, desde un punto de vista global, es posible que los historiadores critiquen posibles licencias creativas, pero lo que nadie le puede discutir a Amar es para siempre es que, en medio de tramas y subtramas, nos ha mostrado cómo éramos y, sobre todo, nos ha enseñado cómo hemos ido cambiando.

Para algunos ese viaje a través de la historia habrá servido para que recuerden su propia historia. Las abuelas habrán revivido la dura posguerra, otros habrán rememorado los tiempos de la dictadura, algunos se habrán retrotraído a la intensa transición. Además, probablemente, muchos hayan descubierto esos tiempos revueltos y, sobre todo, su repercusión en la población, a través de la pequeña pantalla.

Porque otro de los puntos fuertes de Amar es para siempre ha sido su transversalidad. Ha sido, sin duda, una historia que captaba la atención de cualquier perfil porque había tramas y subtramas para el gusto de todos, como ya demostró Luimelia.

El Asturiano ha bajado la persiana. Los Gómez Sanabria ya no entrarán cada tarde en nuestras casas. Pero, al igual que esos buenos vecinos que un día deciden mudarse y que nunca más volvemos a ver, siempre recordaremos los buenos momentos compartidos, las lágrimas derramadas juntos, las anécdotas que nos hicieron cómplices y la sensación de que fuimos muy afortunados por haber coincidido.