BETTY VE TELENOVELAS
'El sultán' ha llegado a Nova en un momento clave. Ha tomado el control de un imperio difícil de gobernar. Ha conocido a una mujer difícil de gobernar. ¿Cuál de los dos será más ingobernable?
Un trono. Un imperio. Una corte llena de intrigas. Una mujer profundamente herida. El rencor de la desesperación. Una pasión marcada por la venganza. Son solo algunas de las pinceladas que nos ha dejado el estreno de 'El sultán' y todas ellas solo nos causan más y más curiosidad por conocer dónde y cómo encajan cada una de las piezas que hemos conocido en el majestuoso palacio Topkapi de Estambul en los años dorados del imperio otomano.
El sultán Soliman
Lo primero que nos llama la atención al conocer a Solimán es que el sultanato lo cubre de la cabeza a los pies. No es solo su atuendo, sino su actitud, su expresión corporal, su mirada, su gestualidad. Halit Ergenç ha interiorizado por completo la personalidad de ese sultán que lleva toda la vida esperando la corona, pero que, cuando llega el momento, también siente vértigo.
Es cierto que tiene muy claros sus objetivos (ser un nuevo Alejandro Magno). Es cierto que tiene muy claros a sus enemigos (los emperadores infieles de Occidente). Es cierto que tiene un plan estratégico (el Mediterráneo será un lago otomano). Es cierto que tiene muy claras sus primeras decisiones de política interna (combatir la corrupción).
Pero, al mismo tiempo, bajo esa coraza de autoridad se esconde la necesidad de tener a su lado a alguien en quien confíe. Necesita cerca a quien quizá sea lo más parecido a un amigo que ha tenido nunca. El tiempo nos dirá si su elección ha sido un acierto o ha pecado de exceso de confianza, pero, por ahora, parece que Ibrahim es quien mejor conoce las intenciones del nuevo sultán.
Y parece que Solimán va a necesitar mucha ayuda. Todos han rendido pleitesía al nuevo emperador, pero besarle los bajos del caftán no implica sumisión absoluta. Ya hemos oído alguna voz discordante que ponía en cuestión los derechos sucesorios de Solimán y sus primeras decisiones no han sido recibidas con demasiadas alharacas en la corte. Aunque el pueblo sí parece reconocer las buenas maneras de su nuevo sultán.
¿Seguirá Solimán pensando en el pueblo antes que en la cohorte de asesores áulicos que lo rodean? ¿Será capaz de seguir discerniendo lo valioso de lo insignificante? ¿Podrá aplicar todo el conocimiento acumulado sin olvidar ningún detalle? ¿Mantendrá la capacidad para cultivar la paciencia? ¿Cumplirá la promesa de buscar la justicia? ¿Heredará el título de rey león o terminará siendo un corderito?
El Solimán hombre
Si el Solimán sultán tiene un panorama complicado ante sí, el Solimán hombre tampoco va a disfrutar de un tranquilo paseo en barco por el Bósforo. Más bien va a enfrentarse con una marejada que tiene nombre propio: Alexandra. Por ahora solo es una candidata a concubina un tanto rebelde, pero sus ojos ya se han clavado en la memoria del sultán, que ya es más de lo que consiguió la última inquilina de la alcoba real.
Y aún no sabemos qué pasará cuando coincidan bajo el mismo techo palaciego la rebelde esclava y la sultana oficial. Una parte con la ventaja de ser la madre del heredero. La otra va a utilizar como ventaja el no tener nada que perder y todo por ganar.
Además, habrá que estar atentos para comprobar cómo afecta a su capacidad para gestionar un imperio su más que tormentosa vida sentimental.
El motivo para vivir de Alexandra
Si Solimán ha sufrido un cambio de vida imprevisto, aunque no inesperado; Alexandra ha vivido toda una catarsis. Era feliz en su pequeño mundo con su familia y su proyecto de familia, pero en un instante perdió todo cuanto tenía: su familia y su proyecto de familia. Y, además, también se vio privada de su libertad.
Pero, por más que la encadenen, Alexandra es un espíritu libre. Por eso grita hasta desgañitarse. Por eso patalea hasta la extenuación. Por eso desobedece hasta la insolencia. Por eso no tiene miedo. Alexandra ya lo ha perdido todo y eso le da un valor incalculable e irrefrenable.
Y, además, Alexandra es lo suficientemente inteligente como para captar al vuelo un buen consejo. Ha hecho falta solo un susurro para que ya pergeñase su particular plan de acción. Se educará, cerrará la boca y se comportará. Eso sí, con alguna pequeña aportación en formato oportuno desmayo para agilizar el procedimiento. Sabe que esa es la escalera que la llevará al balcón de las favoritas. De ahí a la alcoba del sultán. De ahí al sultanato consorte. De ahí a la dominación del mundo. ¿De ahí a la venganza?
Porque es más que evidente que Alexandra no ambiciona joyas, poder o posición social. Alexandra quiere mitigar su dolor causando dolor a quienes se lo infringieron. Pero ¿será ese su camino definitivo o tomará algún desvío? ¿Se dejará seducir por el brillo de la corona? ¿Se sentirá cómoda sentada en el trono? ¿Olvidará su pasado, su religión y su odio por ese maldito sultán?
El misterio del converso
Si Alexandra se hizo notar desde el mismo segundo en que atravesó las puertas de palacio, Ibrahim ha optado por ser una discreta sombra. Era el halconero del príncipe heredero. Su acompañante y su sirviente en el que parece uno de sus hobbies favoritos. Sin embargo, parece que entre dos individuos tan distantes en el escalafón social de la época ha surgido algo parecido a una amistad.
Una de las primeras decisiones del sultán fue otorgar un ascenso fulminante a su empleado. Va a pasar de lidiar con el halcón real a organizar los aposentos reales, esto es, un puesto de máxima confianza.
Y, como siempre sucede, en todos los ámbitos y en todas las épocas, los ascensos también traen aparejados comentarios. El caso de Ibrahim no es la excepción. Los ilustres miembros de la corte real no ven con buenos ojos que un converso esté tan cerca del sultán. Temen que escuche consejos contrarios a sus intereses. En definitiva, temen perder poder.
Ahora bien, ¿Quién es Ibrahim? Sabemos que nació en Grecia y que a los diez años se convirtió. Sabemos que dice haber olvidado su pasado. Sabemos que, en cierta forma y guardando todas las distancias protocolarias, se siente familia del sultán.
Pero, ¿es tan leal amigo como aparenta? ¿es tan fiel servidor como parece? ¿Escucha las deliberaciones del consejo del reino por celo profesional o para tener información privilegiada? ¿Por qué ha prestado atención a Alexandra?
La atalaya de las sultanas
No solo Solimán e Ibrahim han tomado conciencia de la irrupción de Alexandra en el palacio imperial. La sultana madre también ha descubierto a la rebelde y tiene claro que en sus dominios no quiere desacatos a la autoridad. Ha sido curioso ver en la misma sala a dos mujeres tan parecidas y tan distintas a la vez. Ambas están en tierra extranjera, pero una como gran sultana y la otra como esclava. ¿Verá la gran dama de la corte a la nueva concubina como una amenaza? ¿O tal vez asistiremos a una insospechada alianza?
Por lo tanto, 'El sultán' no es solo una serie histórica sobre el imperio otomano. 'El sultán' no es solo una bioserie sobre una figura que sale en los libros de texto. 'El sultán' no es solo una serie romántica sobre la relación entre un sultán y una esclava. ‘El sultán’ es todo eso y mucho más.