BETTY VE TELENOVELAS
Desde la primera secuencia de 'Madre' nos damos cuenta de que Melek es el centro de esta historia dolorosa, pero también con dosis de optimismo. Porque en esta serie descubrimos los instintos más bajos, pero también comprobamos que aún hay esperanza. Que por muy cerrada que parezca estar la bolsa de basura que lo llena todo de oscuridad, siempre hay alguien dispuesto a rasgar el plástico y dejar que la luz se abra paso. Y en ese juego de luces y sombras es donde se mueven los 5 personajes fundamentales de 'Madre'.
Quien mejor conoce las sombras de esta historia es Melek, que, a su vez, es también quien nos adentra en la senda de luz como Turna.
Porque el personaje que interpreta Beren Gökyildiz, la actriz protagonista también de'Mi hija', vive en una constante montaña rusa que la hace bajar a la más sombría de las cavernas y subir a las nubes más luminosas.
Los primeros pasos de Melek en'Madre'estuvieron marcados por el dolor, el drama y la angustia. Le dimos la mano para que no entrara sola en su casa, le susurramos que no hiciera ruido, la arropamos en el jardín de la mezquita y repasamos una y otra vez sus cosas favoritas. Pero nuestra compañía no era suficiente. No fue suficiente para esquivar el cinturón de su padrastro. Ni la ira de su madre. Ni para evitar aquella atroz bolsa de basura.
Pero, dice el dicho que cuando más oscura es la noche es cuando más se acerca el amanecer y eso le pasó a Melek. Su peor noche fue el preludio de su mejor mañana. Una mañana en la que decidió que iba a acompañar a los pájaros en su viaje. Porque quería viajar con alguien que le preparara huevos para desayunar, que la arropara, que la abrazara y que no quisiera verla llorar.
Y entonces Melek se sumergió en la oscuridad del mar para que pudiera emerger Turna y migrar con los pájaros hacia una nueva vida.
Pero los pájaros, pese a conocer el camino y viajar acompañados por los suyos, también tienen que lidiar con diversos elementos: con el viento, la lluvia, otros pájaros.
Y esos contratiempos también los está sintiendo Turna. Turna recibió en unos días más besos y abrazos que Melek en toda su vida, pero, pese a la seguridad de saberse querida y protegida, el miedo no se fue. Porque ahora Turna vive con el miedo a perder aquello que ha conseguido. Perder a su madre. Perder a la familia que ha descubierto. Turna teme volver a ser Melek.
Y ahora que ha vuelto a darse de bruces con su realidad, Melek sufre aún más que antes porque ahora sabe que hay otra vida, que hay otra forma de querer, que hay otro concepto de familia, que hay un lugar en el que se puede ser feliz, que hay un lugar en el que se puede vivir sin miedo.
La gran responsable y hacedora de la luz que ahora rodea a Turna es Zeynep (Cansu Dere). Es curioso que una mujer a la que no le gustaban los niños, que tenía el ceño permanentemente fruncido, que no exteriorizaba ninguna emoción, que mantenía una infranqueable distancia de seguridad con propios y extraños, fuese precisamente la primera que no se limitó a mirar, sino que pasó a la acción.
En un primer momento tal vez pudimos pensar que su decisión fue algo precipitada, producto de un impulso instintivo de proteger al más débil. Pero esa impresión duró apenas unos segundos. Los justos para comprobar su habilidad para diseñar una exhaustiva estrategia de desorientación. Mientras todos buscaban a Melek en el mar, ella ponía a salvo a Turna en la dirección contraria.
Tanto la intención como el plan de Zeynep eran inmejorables, pero hasta los mejores estrategas dejan flecos sueltos. Y ahora Zeynep debe conseguir atarlos.
Zeynep decidió no quedarse mirando. Decidió ser la madre de Turna. Y ahora debe decidir como afianzar todas esas decisiones previas. Y, sobre todo, debe asumir el precio que debe pagar por la responsabilidad que ha asumido.
Si Zeynep ha sido la salvadora de Melek, Gönul se ha convertido ya en el ángel de la guarda de madre e hija. El destino maniobró para que se cruzaran en el momento justo y el universo se las ingenió para que fuese ella quien leyese el periódico.
Turna bautizó a Gönul como señora Torpe, pero ha demostrado que la torpeza no está entre sus características. Muy rápido interpretó las necesidades de Turna (desde unas botas nuevas hasta un apetecible plato de sopa) y, al mismo tiempo, supo escuchar el desahogo de Zeynep, aunque sus palabras fueran como un cuchillo en el alma.
Pero el gran dolor de Gönul es también su mejor herramienta para ayudar a Zeynep y Turna. Ella sabe muy bien el esfuerzo que supone guardar un secreto y el sacrificio de que es capaz una madre para proteger a su hija.
Mientras que Zeynep y Gönul renuncian a pensar en ellas mismas por Turna, Sule, la madre de Melek, sigue girando sobre sí misma como una peonza. Eso sí, periódicamente dibuja una órbita en torno al centro de su sistema emocional: Cengiz.
Porque Sule piensa, habla y actúa en función de lo que Cengiz piense, hable y actúe. Para asegurarle a él un plácido descanso, no era capaz ni de prepararle el desayuno a su hija. Para asegurarle a él una buena dieta de cerveza y aperitivos, no era capaz de rellenar la nevera para su hija. Para asegurarse una feliz vida a su lado, fue capaz de tirar a su hija a la basura.
Esa noche Sule le dio la espalda a su hija, pero después fue Melek quien la abandonó a ella.
Y ese fue un punto de inflexión. Sule pasó de la indiferencia hacia su hija a la reafirmación constante y continua de su maternidad. El problema es que Sule no reacciona por el dolor de haber perdido a su hija. Ni reacciona porque su conciencia le grita sus malas acciones. No. Sule reacciona porque su nombre no está en la lista de cosas favoritas de su hija. Sule no reacciona por amor. Sule reacciona por celos. Por celos hacia la profesora Zeynep.
Porque detrás de su afán por cuidar de Melek, por prepararle tostadas francesas, por intentar protegerla, se esconde el pánico a que quiera más a Zeynep que a ella.
Que conste que Sule tiene momentos de cierta lucidez. Hay instantes en que parece activarse en su interior el sentimiento maternal, pero esa emoción se apaga en cuanto Cengiz entra en acción.
Si bien con Sule es inevitable que tengamos ciertos momentos de debilidad dado que, en cierta medida, también es víctima en esta historia, quien no despierta absolutamente ningún sentimiento positivo es Cengiz.
Lo odiamos desde el primer segundo que lo vimos en pantalla y esa percepción no ha variado. Con Cengiz no podemos decir eso de que la primera impresión no es la que cuenta. La primera impresión ha sido la segunda, la tercera, la cuarta y así sucesivamente. No ha habido ni una sola secuencia, ni una sola escena en la que hayamos podido decir algo bueno de Cengiz, salvo que Berkay Ates realiza un trabajo digno de admiración.
Sule aún conserva cierto ápice de su maternidad. De vez en cuando aún recuerda lo que significa ser madre, pero Cengiz solo piensa en Cengiz. Cengiz solo actúa en función del beneficio que pueda obtener Cengiz. Cengiz solo se mueve en base a las necesidades que tenga Cengiz. Cengiz es el centro del universo para Cengiz.
Y quien mejor lo sabe es Melek. Esa pequeña niña sabe perfectamente que es mejor no despertar a la bestia. La mejor estrategia es pasar desapercibida y no molestar.
Y en medio de toda esa vorágine una criatura lucha por sobrevivir. Lucha para no recibir más golpes. Lucha para no volver a estar dentro de una bolsa de basura. Lucha para no tener que esconderse en un armario. Lucha para no vivir con miedo. Lucha para pintar con su lápiz azul celeste. Lucha para dormir en una cama con un cielo de estrellas. Lucha para ver a los pájaros migrar de la mano de su madre.
Lucha porque, aunque intenta ser Melek por Sule, no puede evitar querer ser Turna por Zeynep.
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