ESTRENO DE TEMPORADA
Repasamos al detalle las claves del regreso de La Casa del Dragón, que lleva al límite la tensión entre verdes y negros.
La espera ha merecido la pena. La Casa del Dragón ha vuelto después de casi dos años de parón y ha estrenado el primer episodio de su temporada 2. Escrito por Ryan Condal, showrunner de la serie, y dirigido por Alan Taylor, uno de los realizadores asiduos en el universo Juego de Tronos, esta entrega retoma la acción justo donde se quedó la temporada anterior, con los bandos de los verdes y los negros enfrentados, cada uno reclamando el Trono de Hierro para un heredero de Viserys, pero sobre todo sopesando la consecuencia de la trágica muerte de Lucerys Velaryon, hijo de Rhaenyra, engullido por el dragón Vhagar de Aemond Targaryen, hijo de Alicent Hightower.
Si aún no has visto el episodio y no quieres spoilers, ni que decir tiene que no sigas leyendo.
El comienzo del episodio va directo calentar a nuestros corazones helados: un cuervo nos lleva hasta Invernalia, donde conoceremos al señor del Norte (aunque no se dice su nombre, se trata de Cregan Stark). Hasta allí ha ido Jacaerys Velaryon, que tenía la misión de pedir alianzas para su madre en El Valle y El Norte, mientras que Lucerys iba a hacer lo mismo en Bastión de Tormentas. El líder de los Stark recuerda que al comienzo del invierno uno de cada diez hombres de la casa sería ofrecido para reforzar la Guardia de la noche, y con él viajamos hasta el Muro.
Este momento es bastante interesante para los espectadores que han visto completa Juego de Tronos, ya que hablan de la amenaza que hay más allá del Muro y que no son los salvajes; ellos aún no lo saben, pero algún día Poniente tendrá que hacer frente a los Caminantes Blancos. En su conversación, Jacaerys y Cregan también mencionan a Tohrren Stark, el antepasado de este que defendió su reino ante Aegon El Conquistador para después hincar la rodilla ante su ejército y dragones y convertirse en su vasallo.
Si durante la temporada pasada en la cabecera de la serie seguíamos los ríos de sangre que conformaban el árbol genealógico de los Targaryen, en esta cambia la animación para mostrarnos cómo se teje un tapiz con la historia de esta familia. Eso sí, utilizando la misma canción ya característica no solo de esta serie sino de su predecesora compuesta por Ramin Djawadi. En la tela observamos imágenes que representan momentos muy famosos de la dinastía: la maldición de Valyria, la conquista de Poniente de Aegon y sus hermanas esposas Visenya y Rhaenys o el reinado pacífico de Jaehaerys I y su esposa Alysanne, hasta llegar al presente con el enfrentamiento entre verdes y negros.
No, todavía Rhaenyra no se ha liado a llamaradas a lomos de Syrax contra sus enemigos. Eso lo que le gustaría hacer a Daemon, pero ella, en lugar de eso, está en proceso de duelo y ha estado moviéndose por la zona de Bastión de Tormentas hasta dar con lo que buscaba, una prueba que confirme los peores presagios: el ala de Arrax certifica que su hijo Lucerys ha sido asesinado.
Estas escenas sirven a la serie para retrasar un enfrentamiento que cada vez parece más inevitable, pero también para aclarar que la lealtad de Rhaenys es hacia Rhaenyra y no hacia Daemon (se lo deja bien clarito) y para darnos una muestra de cómo se están haciendo las cosas en Rocadragón, desde donde se está sometiendo a Poniente a un bloqueo marítimo con la flota de Corlys Velaryon.
Mientras que en el bando de los negros está muy claro que la corona la lleva Rhaenyra, en el de los negros Aegon porta la suya pero eso no significa que sea el líder a todas luces. En la temporada pasada vimos que él no tenía ninguna gana especial ni ambición por ser el rey y aunque aquí ya le va cogiendo el gustillo al puesto, sigue siendo un rey con poca capacidad de mando ni conocimiento. Y un tirano en potencia que cree que todo se puede solucionar a base de dragonazos.
Otto, como Mano del Rey, es quien toma las decisiones en el día a día, mientras que Alicent intenta seguir guiando los movimientos del consejo real. Son conscientes de que el asesinato de Lucerys ha sido una gran cagada, pero no pueden mandar a Aemond al rincón de pensar porque no deja de ser un gran espadachín y, además, el jinete del dragón más grande que hay. A Aemond, por cierto, sugieren casarlo con Floris Baratheon para estrechar vínculos con esa casa, pero él no parece estar muy por la labor de un matrimonio concertado.
Para colmo, tenemos por ahí a la rata de Larys Strong medrando y malmetiendo, no solo con Alicent (que parece que cada vez le soporta menos) sino tratando de envenenar la mente de Aegon. Sobre Alicent, otra cosa interesante del episodio es que parece mantener cierta esperanza de que Rhaenyra conteste a sus cartas, algo que tras el asesinato del niño no va a pasar. Como le deja claro su padre, el camino ahora es la violencia.
Finalmente Rhaenyra pide la cabeza de Aemond y Daemon, que estaba deseando pasar a la acción, se frota las manos. Con la ayuda del Gusano Blanco (Mysaria, trabajadora sexual y antigua pareja suya), consigue información sobre cómo vengarse de los verdes: contrata a Sangre y Queso, un hombre que había formado parte de la Guardia Real y al que no le agradan los Hightower y otro que trabaja en la Fortaleza Roja cazando ratas. Ellos son los que ejecutarán el siguiente asesinato.
Sangre y Queso se infiltran en el castillo hasta llegar a la habitación de la reina Helaena Targaryen y allí ven las cunas de sus hijos, los gemelos Jaehaerys y Jaehaera, acabando con la vida del primero, el varón y, por tanto, el que sería el heredero de Aegon II. Desde luego, se trata de una de las muertes más desagradables de la franquicia, ya que aunque sucede fuera de cámara, sí nos llegan sonidos bastante repulsivos, además del horror de ser un niño pequeño e inocente. Mientras la madre de la víctima coge a su otra hija y huye despavorida.