CREADOR DE HILL HOUSE
El cineasta y showrunner Mike Flanagan, autor de títulos como Misa de medianoche o La Maldición de Hill House, dejó boquiabierto al público con su discurso al recoger el premio honorífico a su trayectoria.
Mike Flanagan se dirigió al público de Sitges con unas palabras de amor hacia el cine y la literatura de género. "El terror nos permite mirar al presente, hacer frente a lo que nos da miedo. La ciencia ficción, al futuro planteándonos qué podría suceder si avanzamos en una u otra dirección. Y el fantástico nos adentra en nuestros sueños, que son eco de un pasado que viene de tiempos ancestrales. Es una auténtica máquina del tiempo", contaba al recoger su premio honorífico como cineasta de terror.
Pero Flanagan no solo ha venido a Sitges a recoger su premio. Su agenda estuvo de lo más completa. Primero apadrinó el Sitges Fan pitch, animando a todos los aspirantes y compartiendo su propia experiencia. Y después acudió al estreno internacional de V/H/S/Beyond, nueva entrega de la saga de antologías de terror en la que él participa como guionista del segmento que ha dirigido la actriz Kate Siegel, mujer de Flanagan y habitual en todos sus proyectos (Oculus, Hush, Bly Manor).
Volvemos atrás en el tiempo y continuamos con la sesión de la noche. Tras el celebrado discurso de Flanagan era el turno de una de las películas más esperadas, El baño del diablo. Sus directores, los austriacos Veronika Franz y Severin Fiala (Buenas noches, mamá y The Lodge) suscribieron las palabras de Flanagan para después presentar su nueva película. Que es de las que no son de terror, pero sí dan bastante miedo. Agnes, una joven que acaba de casarse, empieza a caer en depresión por la enorme decepción de su nueva vida matrimonial. La desesperación de Agnes es mostrada con crudeza en un estilo que recuerda bastante a The Witch aunque eliminando cualquier elemento fantástico o sobrenatural. Las creencias de la época ya eran suficiente aterradoras y esto es una historia real.
En las antípodas a ese realismo está la distopía que plantea Rich Flu. El estreno español más esperado de la jornada. La nueva película de Galder Gaztelu-Urrutia, director de El hoyo, tiene una premisa tan atractiva como que un virus se propaga entre los más ricos y poderosos del planeta para cambiar el paradigma social mundial. La película, con un reparto internacional de lujo (Jonah Hauer-King, Mary Elizabeth Winstead) y rodada en inglés, pintaba mejor de lo que es. La crítica social no cuaja en una película donde todo son clichés y sus personajes están tan desdibujados que acaba por darte igual lo que les pasa.
Y de nuevo, saltamos en el tiempo para hablar de las dos películas con las que arrancábamos el domingo: A different man y A desert.
En A different man, una especie de fábula o comedia negra, el director Aaron Schimberg repite con el actor Adam Pearson (aquejado de neurofibromatosis, una enfermedad que desfigura el rostro por el crecimiento de tumores) para hacer pensar al espectador sobre qué es lo que nos resulta agradable a la vista y por qué. Edward (Sebastian Stan) es un aspirante a actor que se somete a un procedimiento médico experimental para transformar su apariencia. El tratamiento funciona y su rostro desfigurado por la neurofibromatosis se transforma en el de un hombre atractivo y normativo. Tras un periodo de disfrute y éxito profesional y amoroso, su confianza se tambalea cuando entra en escena un desconocido llamado Oswald (Adam Pearson) con un físico muy similar al que él tenía y quiso cambiar sin mirar atrás.
Y termina la crónica con A desert, definida por su director Joshua Erkman como un "neo noir de terror". En la película Alex Clark (Kai Lennox) es un fotógrafo en horas bajas en ruta por el desierto de Mojave que busca fotografiar lo que hace 20 años le dio fama y así relanzar su carrera en horas bajas. Sin embargo, el desierto y sus habitantes no están nada a favor de recibir turistas. A pesar de un primer acto inquietante y con buena factura visual la película se desinfla y pierde el norte abriendo un subterfugio sobrenatural al modo lynchiano que no funciona.