CRÓNICA DEL FESTIVAL

Bodegón con fantasmas, la alegría del lunes en Sitges 2024

La primera película del cineasta manchego Enrique Buleo ha conseguido enamorar al público del Festival de Sitges.

Bodegón con fantasmas, la alegría del lunes en Sitges 2024Enrique Buleo

En La Mancha llevan en el ADN la capacidad de tratar con comedia cualquier cosa. Incluso la muerte. Lo integran a lo cotidiano de una manera similar a como lo hacen los asiáticos. Ya lo mostró Almodóvar en Volver. Y si en aquella película Irene (Carmen Maura) volvía de entre los muertos como fantasma para arreglar unos asuntos pendientes del pueblo, Enrique Buleo en Bodegón con fantasmas, su ópera prima, plantea cinco historias en las que también hay aparecidos con peticiones a la familia o mujeres que ansían ser poseídas. Por supuesto todo ocurre en un pueblo manchego, probablemente su Villanueva de la Jara (Cuenca) natal. Esto ha dado de sí la jornada del lunes en el Festival de Sitges.

"Soy de un pueblo de Cuenca y allí crecí con la creencia totalmente interiorizada de que la vida continuaba después de la muerte. Por eso mis amigos y yo cuando salíamos del colegio hacíamos la ouija, a pleno día y sin parafernalias. Con total cotidianeidad. Poníamos una mano en el vaso y con la otra nos comíamos el bocadillo", cuenta el director.

Buleo y buena parte del elenco subían al escenario a presentar su película y su presentación ya era un adelanto a lo que estábamos a punto de ver. Una colección que se mueve entre la comedia absurda y el esperpento. Con un estilo visual naturalista, la dirección de arte con unos detalles magníficos (¡ese mantel ouija de punto de cruz! y un fantástico elenco coral, juegan a favor de las ya de por si cómicas situaciones del guion. La joya del día, la salvación a un lunes de lo más flojito.

Justo antes de la proyección de Bodegón con fantasmas la actriz Heather Langenkamp, la inolvidable Nancy en la saga Pesadilla en Elm Street (¡cómo olvidar ese guante con cuchillas saliendo del baño en que se relaja una agitada Nancy!). La estadounidense recogía el Premio Honorífico Máquina del Tiempo por su contribución indiscutible al cine de terror de los ochenta y noventa. Explicaba Langenkamp que lo que consiguieron en 1982 con Pesadilla en Elm Street fue "como si un equipo de fútbol local consiguiera jugar la final de la copa del mundo". Siguiendo con el símil futbolístico, la actriz recordaba cómo un equipo de novatos, Wes Craven, ella y la mayoría del equipo tuvieron la suerte de contar con un capitán magnifico y con experiencia como "Roberto Englund". Desde luego hicieron historia.

El lunes se proyectaba una de las rarezas del festival, el documental Grand Theft Hamlet. Filmado íntegramente dentro del videojuego GTA sobre dos actores desempleados que intentan montar una producción completa de Hamlet en uno de los videojuegos más violentos de la historia. Solo unos pocos afortunados consiguieron entradas para comprobar si este singular proyecto audiovisual es también un buen documental.

Y como en toda edición, topamos con alguna película fallida.

Basileia, de la cineasta, actriz y directora Isabella Torre, que quería contar más de la historia que ya contó en su corto Nymphs, el folclore de la zona montañosa del Aspromonte, en la región de Calabria. Criaturas que se despiertan por la codicia de un arqueólogo y que no han causado ninguna emoción. Continent, coproducción francesa, argentina y brasileña, fue algo menos decepcionante porque al menos tiene una primera mitad que mantiene el interés de saber qué sucede en esa hacienda en la que un patrón extranjero se ha lucrado con el sudor y sangre de los trabajadores locales. Una metáfora del capitalismo y las relaciones de poder que comete el fallo de alargarse innecesariamente.

Y directamente ofensiva a la inteligencia es Canina, la decepcionante última película de Marie Heller. Usando el subterfugio del género fantástico como metáfora de la conexión con la parte animal que experimenta la protagonista -Amy Adams- tras ser madre, la película cuela un mensaje conservador sobre la maternidad, que supuestamente convierte a las mujeres en supermujeres en un momento en que la tasa de natalidad en occidente está por los suelos.

Guion de propaganda profamilia que, como película, no pasa de una comedia sin sal porque no es ni reseñable la escena de transformación en perra. No sea que se asuste el personal. Imposible no pensar en otras películas sobre maternidad con propuestas visuales y discursivas interesantes como Huesera de Michelle Garza, con Valeria (Natalia Solan) como una madre queer que siente cómo se le quiebra el cuerpo desde dentro en su embarazo por una maternidad que siente impuesta, o la comedia negra Prevenge de Alice Lowe, donde Ruth (la propia Lowe que rodó durante su embarazo) embarazada de siete meses, comienza una carrera como asesina en serie por mandato de su bebé no nato. Ahí ya hablamos.