DELICADOS MOMENTOS
La actriz ha recordado algunos de los momentos más complicados de su ansiedad infantil, de cómo más tarde fue desarrollando agorafobia y de las secuelas que esta le acarreó.
Kim Basinger se ha abierto en canal para sincerarse sobre su delicada y dura lucha contra la agorafobia. Ha sido en el episodio de 'Red Table Talk' de este pasado miércoles cuando en compañía de su hija Ireland Baldwin, la actriz ha recordado la ansiedad infantil que padeció y de cómo esta repercutiría posteriormente en su vida.
''Eso comenzó a afectarme de tantas maneras que sentí que tenía que estar en casa con mi mamá para salvarla'', expresó en referencia a la ansiedad contra la que batallaba su madre durante su infancia.
La intérprete también confesó que siempre tenía miedo de que le pasara algo y que en reiteradas ocasiones se inventaba excusas en el colegio para que le enviaran a casa.
Unas extrañas actitudes por las que el centro en el que estudiaba comenzó a pensar que algo ocurría y las cuales derivaron en la realización de unas pruebas que determinaron como resultado que tenía ansiedad.
Conforme pasaban los años la estrella fue desarrollando agorafobia, ''un tipo de trastorno de ansiedad en el que temes y evitas lugares o situaciones que pueden causarte pánico y hacerte sentir atrapado, indefenso o avergonzado'', según define la clínica Cleveland.
Basinger ha echado la vista atrás para rememorar un episodio que vivió en su ''tienda del barrio'' hace años: ''Iba por el pasillo número tres. Mi canasta estaba casi llena, y encontré algo que realmente me superaba de tal manera que no podía respirar. Así que dejé la canasta y llegué a mi auto, y esa fue la última vez que conduje en casi seis o siete meses''.
Tanto evolucionó su problema de salud mental que llegó al punto en el que ''no salía de casa'', ya no salía a cenar y hasta incluso tampoco podía tener gente para ello en su hogar.
''Lo intentamos, y es realmente horrible sentir que ganó tan ferozmente como lo hizo durante esos años, ya sabes, y no saber qué era. Es como si algo se cerrara por completo dentro de ti y tuvieras que volver a aprenderlo todo'', ha expresado.
Un trastorno que vio sus secuelas plasmadas en aspectos como que tuvo que ''volver a aprender a conducir'' o en el hecho de que ''todo solía ponerme nerviosa'', tanto que incluso llegaba a dudar de ''dónde debía pisar para abrir la puerta''.
''Vives con la boca seca todo el tiempo, estás muy tembloroso, estás tan exhausto todo el tiempo'', ha revelado Kim, quien durante seis meses buscó tratamiento pero ''tenía mucho miedo porque no quería decirle a nadie en mi trabajo lo que estaba pasando''.
Afortunadamente, su hija fue su refugio en sus momentos más complicados y ''una gran maestra y una gran sanadora'': ''Ella me sacó de mi caparazón''.
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