Una creencia muy extendida
Lo habréis oído mil veces “comemos filetes de antibióticos”, “me recomendaron no comer pollo por las hormonas” ¿verdad? Pues una mentira repetida mil veces no la convierte en verdad así que vamos a aclarar qué tiene (y qué no) la carne que comemos.
¿Empezamos con los antibióticos?
Como todo buen bulo tiene una parte de verdad y otra que no. La parte de verdad es que sí se utilizan antibióticos en las explotaciones ganaderas. Pues claro, normal, los animales se ponen enfermos y hay que tratarles. Aquí viene el problema, vamos a poner un ejemplo en humanos a ver si os suena de algo:
- Vamos al médico con malestar general, fiebre alta… vamos, que parece que os ha atropellado un camión. El médico nos diagnostica gripe. Lamentablemente no hay tratamiento que lo cure sino medicación para los síntomas. Ahora es raro, pero durante muchos años se han estado prescribiendo antibióticos para este tipo de enfermedad. Mal hecho, no sirven.
- Nos recetan antibióticos, pero a los tres días nos encontramos bien y dejamos el tratamiento.
Estas dos prácticas que hemos hecho todos alguna vez (y lo sabemos) han provocado que las bacterias se hagan resistentes a algunos antibióticos que tenemos disponibles en el mercado. Esto es un grave problema del que podemos hablar otro día. ¿Volvemos a los animales?
En la granja, si un animal se pone enfermo se lo contagiará a los demás (como nuestros pequeños en el colegio) así que, durante mucho tiempo, los ganaderos han utilizado antibióticos de forma “preventiva” para evitar esto. Mal hecho, pero igual que nosotros con la gripe… no sabíamos hasta qué punto.Esta práctica ha generado que las bacterias de los animales también se hagan resistentes y con el contacto con humanos en las granjas, se hayan transmitido. Por eso oís hablar de bacterias resistentes en ganado.
Ahora bien, que se usen antibióticos en las granjas (ahora hay un plan para el consumo racional de antibióticos que está funcionando muy bien) no significa que esos antibióticos lleguen a la cadena de consumo. Es decir, NO COMEMOS CARNE CON ANTIBIÓTICOS.
Antes de sacrificar al animal, es necesario que pase un tiempo de seguridad en el que el antibiótico se elimina de su cuerpo (como en los humanos). Se analizan muestras y se comprueba que no hay ningún antibiótico que pase los límites de la legislación.
La EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) recoge muestras aleatorias. En el último informe (2018), el 99,8% de las muestras analizadas estaban correctas. Y menos mal, si la carne tuviera antibióticos, las personas alérgicas a los mismos no podrían comer carne. Y lo hacen, con toda la tranquilidad del mundo.
¿Vamos con las hormonas?
En los años 90 se usaban y generaron ciertos problemas. Es cierto que no todo el mundo sabe que hace más de 30 años está prohibido el uso de hormonas para el engorde de ganado en Europa. El único argumento para utilizar hormonas es con fines terapéuticos y bajo un control veterinario muy estricto. Además, es necesario cumplir los tiempos de seguridad (igual que en los antibióticos) desde el uso al sacrificio. En el informe de 2018, el 99.9% de las muestras se ajustaban a la normativa.
Y digo que se ajusta a la normativa porque la carne, por su propia condición tiene un pequeño porcentaje de hormonas. Hasta la ecológica, sí. Es el propio animal quien la produce. Pero es cierto que tiene tan pequeña cantidad que sería necesario consumir casi tres millones de hamburguesas para igualar a las que puede producir una mujer.
Y entonces, ¿el agua que suelta la carne al cocinarla?
El componente mayoritario de la carne es el agua (75%) y al ponerlo sobre una fuente de calor, esa agua tiende a salir. Además, según el tipo de carne, pieza, especie… puede ser más cantidad.
Resumiendo, la carne que consumimos no tiene antibióticos. Tampoco tiene hormonas y no comáis tres millones de hamburguesas, por favor.