CORONAVIRUS
Las vacunas frente a la COVID-19 ya están en marcha, quizá más lento de lo que quisiéramos, pero nos llega un pequeño rayo de esperanza para dar fin a esta pesadilla que lleva más de un año retorciéndonos en alma.
Ese rayo de esperanza es muy tenue aún y deberemos seguir cumpliendo con todas las medidas de prevención que tenemos actualmente.
- “Pero la mascarilla no, ¿no?”
La mascarilla sí, también, de momento hay que seguir usándola.
- “¿Pero si ya estamos vacunados? ¿si otros ya están vacunados?”. No es tan sencillo… Si bien los datos de seguridad se han comprobado concienzudamente, aún existen algunas dudas que se deberán ir aclarando a medida que aumenten los vacunados. Mientras, debemos protegernos con las medidas que tenemos en nuestra mano.
Es necesario saber cómo es la inmunidad que adquirimos con la vacuna, ¿podemos contagiarnos, pero no desarrollar síntomas? ¿podemos, entonces, contagiar? ¿tendremos síntomas leves? ¿evita la infección o los síntomas? Quizá una persona puede desarrollar la enfermedad, no tener síntomas, pero con una carga viral suficiente para contagiar a otra persona que no está vacunada.
No se ha demostrado, por el momento, que la vacuna evite el contagio. Eso no significa que no lo evite, sólo que aún no se ha demostrado porque no hay suficientes datos.
La vacuna alcanza un nivel de protección (efectividad) esperado, alrededor de unos 15 días después de la dosis (una o dos, dependiendo de las recomendaciones). Eso significa que, aunque nos hayan vacunado debemos proteger al resto y a nosotros mismos de un posible contagio.
¿Y después? Pues después, también. Los datos van aportando claridad a este asunto, pero aún es pronto para decir que la vacuna protege de contagiar y de contagiarse. La vacuna es muy efectiva pero no al 100% y, por el momento, no tenemos inmunidad de grupo como para poder olvidarnos de llevar mascarillas.
Además, no todas las personas van a poderse vacunar y debemos protegerlas con esta inmunidad colectiva. Por eso es importante que nos vacunemos todos los que sí podemos. Esto ocurre con esta vacuna y con todas. Así que podríamos decir que la vacuna es un acto de protección social e individual, como llevar mascarilla: nos protegemos a nosotros y protegemos al resto. Sea como sea hay que mantener el virus lo más acotado posible.
No sabemos cuánto tiempo dura la inmunidad ni si es suficiente para las nuevas cepas que se están desarrollando. No olvidemos que, cuanto más dejemos “moverse” al virus, más posibilidades de mutación puede haber. Otro motivo de peso para seguir con las medidas y vacunarse.
Estas dudas no son extrañas ni debidas a que se hayan “saltado pasos”, todos los medicamentos, incluidas las vacunas, pasan por una Fase IV. La fase IV se encarga se analizar qué ocurre con un medicamento cuando ya ha salido al mercado y el uso es generalizado. El seguimiento que se hará a esta vacuna será mirado con lupa, como se miran el resto de medicamentos.
¿Estas preguntas sin resolver nos deberían hacer tener miedo o dudas frente a la vacunación?
En absoluto, parece bastante claro que con una “simple” inmunidad funcional que implica una reducción de síntomas, disminución de ingresos o disminución de mortalidad, conseguiríamos “convivir” con este virus.
Hasta que el resto de cuestiones estén resueltas, será importante mantener las medidas de prevención que, poco a poco, irán disminuyendo a medida que aumenten los vacunados. Incluso no estaría mal que ciertas medidas como el lavado de manos frecuente, se quedaran entre nosotros porque nunca se tendrían que haber ido.
De momento, ese rayo de esperanza lo tendremos que ver con las gafas empañadas por el uso de la mascarilla. Eso sí, sólo hay una forma de que el fin de estas restricciones esté más cerca, vacunarnos.