OJO AL CONSUMO DURANTE LA PANDEMIA
La fatiga pandémica, la ansiedad y la soledad han hecho que el consumo de alcohol se haya disparado en los hogares. ¿Cómo saber si tenemos un problema?
Las bebidas espirituosas (vodka, ron, ginebra, whisky y, en general, licores de alta graduación) son la categoría de producto que ha experimentado un crecimiento mayor en 2020, alcanzando un 27,5%, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Les siguen las cervezas, que crecieron el 23,8%, mientras que el vino ascendió un 15,3%. No se pueden entender estas cifras sin tener en cuenta el cierre total o parcial de la hostelería, que ha provocado que buena parte del consumo de alcohol se haya trasladado al hogar.
Según datos de la consultora IRI, autora de un estudio comparativo de las cifras de ventas de alcohol, aperitivos salados, dulces y chocolates en siete países europeos (Alemania, Francia, España, Grecia, Italia, Países Bajos y Reino Unido), España lideró al alza el gasto en alcohol, dulces y aperitivos, con un 21% de incremento durante los meses de confinamiento respecto al mismo periodo de 2019, frente al aumento del 12% de media en los países europeos analizados.
“Uno de los principales problemas que tiene el consumo de alcohol es su banalización: mis pacientes se resisten a creer que el alcohol es tóxico y malo para la salud por más que los datos lo demuestren”, explica la doctora y nutricionista del centro Loveyourself, Núria Monfulleda. La doctora alerta de que “una vez se ha incorporado el consumo de alcohol al ámbito doméstico, como han hecho muchas personas durante estas etapas de confinamiento y semiconfinamiento, es muy difícil erradicarlo, puesto que este hábito se acaba convirtiendo en una adicción, por pequeña que sea, y lo más probable es que esa adicción siga ahí cuando se intente volver a la normalidad”.
Monfulleda insiste: “Por diversos motivos, que responden, sin duda, a intereses comerciales, muchos consumidores creen que un consumo moderado de alcohol puede ser incluso bueno para la salud, y nada más lejos, ya que es tóxico y adictivo”.
Los principales organismos internacionales respaldan la afirmación de Monfulleda de que el único consumo de alcohol recomendable es cero. Lo dice la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), que insiste en la necesidad de erradicarlo por completo para prevenir esta enfermedad, y recuerda que incluso un consumo de pequeñas cantidades de alcohol (10g/día) se asocia con un mayor riesgo de padecer algunos tipos de cáncer, como el de mama.
Por otra parte, el Foro Mundial Contra el Cáncer alertó en 2016 de que una simple copa al día puede tener relación directa con la incidencia de siete tipos de cáncer: cavidad oral, colon, hígado, mama, faringe y laringe, esófago y estómago. Y hay más: un estudio realizado por la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, publicado en la revista The British Medical Journal, señalaba que incluso una ingesta de unos cinco vasos de vino semanales (lo que se considera un “consumo moderado”), afecta a la función cerebral.
Pese a que los datos son concluyentes, la OMS sigue estableciendo un consumo mínimo seguro de unos 30 g diario para el varón adulto y unos 20 g para la mujer. Sin embargo, esta misma institución relacionaba en su informe Alcohol in the European Union. Consumption, harm and policy approaches, del año 2021, que el consumo de alcohol tiene una relación directa con más de 60 tipos de enfermedades.
“No se puede decir que existe una cantidad segura de alcohol, y muchísimo menos que este sea beneficioso para la salud”, explica el nutricionista de Medicadiet, Álvaro Sánchez. “Durante mucho tiempo se ha dicho que el vino contiene antioxidantes, pero lo cierto es que los efectos negativos del alcohol son mayores que cualquier beneficio”.
La OMS, por su parte, define la dependencia como “un conjunto de fenómenos conductuales, cognitivos y fisiológicos que pueden aparecer después del consumo repetido de alcohol. Estos fenómenos incluyen deseo intenso de consumir alcohol, dificultad para controlar el consumo, persistencia en el consumo pese a las circunstancias perjudiciales, mayor prioridad al consumo frente a otras actividades y obligaciones, aumento de la tolerancia y síndrome de abstinencia”. Esto significa que existe una dependencia del alcohol en el momento en que se da una necesidad física y una obsesión mental, algo que puede ocurrir si, aunque sea durante una época limitada, comenzamos a consumirlo a diario sin tener en cuenta sus efectos.
El centro de tratamiento de adicciones Momento, en Madrid, define, por su parte, tres tipos de consumidores de alcohol. Por un lado, el llamado consumidor social, que bebe ocasionalmente y no usa el alcohol por sus efectos ni lo busca. Por otro lado está el consumidor excesivo o abusador, que lo consume todas las veces que puede, buscando sus efectos: es alguien que “busca generar situaciones que le permitan o justifiquen embriagarse”. Por último, el alcohólico es, según este centro, “aquel que manifiesta una compulsión física cuando usa alcohol. Es decir, que cuando empieza a consumir alcohol nunca puede predecir si lo consumirá de acuerdo a sus planes”, y concluye: “el alcohólico no controla el alcohol. El alcohol termina por controlarle”.
Es importante, pues, determinar si somos consumidores excesivos o alcohólicos antes de decidir cómo actuar y, en cualquier caso, ponernos manos a la obra para ponerle remedio. Mientras el consumidor excesivo puede predecir en qué manera va a beber y qué cantidad, además de ser capaz de dejar de beber sin ayuda, el alcohólico no. Por otra parte, en el caso del consumidor excesivo no existe un desequilibrio químico en el cerebro antes de la ingesta de alcohol, mientras que en el del alcohólico sí. El paso de una fase a otra, sin embargo, puede ser más sutil de lo que creemos, de manera que si nos encontramos en un periodo de consumo excesivo, es parar antes de que sea demasiado tarde.