¡Basta ya de querer hacerlo todo!
Para las 12 tengo que tenerlo todo hecho. Después recoger la ropa, hacer algo de tareas domésticas, dejar lista la cena y la comida, que con la tarde de gimnasio que me espera no voy a tener tiempo ni ganas, y a la noche antes de irme a la cama repasar esos apuntes, que estoy dejando un poco abandonado el máster que me he empeñado en hacer este año. ¿Te suena?
¿Recuerdas la última vez que te aburriste? No, no digo en el trabajo o en la reunión de los lunes. Hablo de esa sensación de decir, ¡uy! No tengo nada que hacer y mirar a tu alrededor buscando algo que te haga no sentarte porque sino te vas a sentir culpable. Sí, culpable. Hace unos días llegué un poco antes a casa, a veces suceden esas cosas inesperadas, y lo tenía todo hecho, es un decir porque nunca está todo hecho, pero bueno así como que lo urgente estaba resuelto. En ese momento el sofá me miró y me hizo ojitos, me dijo anda siéntate. Nada más apoyar el culo mi mente se activó y me dio la voz de alarma, de los quehaceres pendientes y de todo lo que podía estar haciendo en vez de “perder el tiempo”.
Las súper women
No entiendo cómo lo hacen y os aseguro que me sorprende ver cómo las redes sociales están llenas de mujeres maravillosas que hacen mil millones de cosas al día. El otro día una de estas súper woman publicaba su horario del día e incluía una fiesta entre que bañaba a su hijo y lo acostaba. Y yo me pregunté cómo será su nivel de estrés. Y es que, aunque os parezca una tontería, el ritmo de vida que llevamos y esa competitividad que tenemos tan metida tiene un nombre: el síndrome de la súper woman.
No es solo el ritmo de vida, es querer hacerlo todo y llegar a todo por nosotras mismas. Nos han dicho tanto que no somos capaces de llegar a ese puesto que da igual lo que se quede por el camino, que lo vamos a conseguir. Los maratones empiezan desde por la mañana con las responsabilidades domésticas y los horarios calculados al milímetro, sigue con la jornada en la que tenemos que demostrar cada segundo que somos buenas, que lo hacemos genial y además que estamos estupendas, porque no nos podemos olvidar de eso, no solo hay que conseguir logros, hay que estar maravillosas las 24h del día. Y al final de la jornada nos imponemos ejercicio y terminar los picos que no hemos podido acabar. Ya no sé ni que hora es y en la mente solo aparece una idea: la cama. Pero hay que seguir y por eso en los minutos libres nos apuntamos a cursos, talleres, másteres... todo por seguir arriba y romper de una vez el maldito techo. Esperad que voy a parar un poco a respirar.
La idea de no ser como esas mujeres que nos presentan nos aterra porque eso supone quedarse atrás, no ser tan exitosa y no tener una vida tan maravillosa, o eso parece en un principio.
Yo prefiero ser una real woman
Puede que me acabe de inventar el término, no estoy segura, pero ¿quién quiere vivir así y asumiendo roles que no nos hacen felices? Porque todo parece muy bonito en un principio, pero una vez sumergida en el mar de obligaciones no hay burbuja que nos dé un poco de oxígeno.
Soy la primera que me auto impongo todas estas obligaciones y que las hago muchas veces sola por no esperar a que la otra persona las cumpla y me riño por ello. Me he propuesto ser más real, más de carne y hueso.
El primer paso es aceptarse, sentirse bien en la propia piel y dejar las comparaciones a un lado. Hay que aceptar que hay días en los que naturalmente estamos mejor y otros se nos acumula el cansancio y la piel lo refleja. Es simplemente la vida.
Digo que no. Si no llego, si me va a suponer demasiado o simplemente no me apetece planto un no rotundo.
Deja para mañana lo que no quieras hacer hoy. Vale, no es tan sencillo, pero si hoy no te apetece o vas a tener que andar corriendo, no lo hagas. No hagas encaje de bolillos en tu agenda, sé realista con lo que puedes y no puedes hacer en un día, y si algo se queda sin hacer, no pasa nada. Mañana será otro día.
Y nunca te olvides de lo que realmente te hace feliz. Para eso deja un hueco libre y apaga el móvil.