APRENDE CADA DÍA
Pensamos que lo hacemos bien, pero hasta para sentarse en el váter hay una manera correcta de hacerlo. Te explicamos cómo.
Desde pequeños nos enseñan a utilizar el inodoro. La ‘operación pañal’ tiene su intríngulis y una vez que aprendemos a ir corriendo al baño para hacer nuestras necesidades damos la faena por aprendida. Pero ningún proceso es sencillo.
Depende de en qué parte del mundo nos encontremos, estamos habituados a utilizar un tipo u otro de inodoro. En Asia es muy común que los retretes se limiten a un agujero en el suelo. A los occidentales nos parece algo prehistórico, pero tiene su razón de ser.
Parece que la posición corporal que debes adoptar al agacharte en cuclillas para evacuar supone una postura mucho más beneficiosa para el correcto funcionamiento de nuestros intestinos.
Qué ocurre cuando nos sentamos en el WC
Sentarnos con los pies en el suelo y mantener nuestras posaderas en el retrete -que como bien sabemos es de un material duro y con un agujero en medio- hace que algunos de nuestros nervios y vasos sanguíneos de la zona periférica de nuestras nalgas reciban mucha presión localizada. Esta posición puede provocar que se nos entumezca las piernas, que sintamos hormigueo y que se nos duerman las extremidades.
Esto no ocurre cuando nos sentamos en otro tipo de superficies, como una silla de madera o un banco de piedra, dado que el peso se reparte de forma regular a lo largo de una zona más amplia de nuestro cuerpo, todo el glúteo y, según como, la parte superior de nuestras piernas.
La posición correcta para sentarnos en el váter
La manera más habitual que tenemos los occidentales para sentarnos en el inodoro es con la espalda recta y los pies sobre el suelo, de manera que el ángulo que se crea entre nuestro torso respecto las caderas es de 90º.
Sin embargo, que sea la manera más común no significa que sea la más adecuada. Si queremos perfeccionar esta técnica debemos subir los pies a un taburete colocado estratégicamente en el suelo, junto a la taza, e inclinar ligeramente el cuerpo hacia delante hasta conseguir que exista un ángulo de 35º -aproximadamente- entre nuestra espalda y la pelvis. De este modo, se abre de forma natural el canal rectal y además, se elimina la posibilidad de sufrir parestesia o el molesto hormigueo en las piernas.
¿Qué es la parestesia?
Es un trastorno de la sensibilidad del cuerpo, un efecto anormal que se siente debido a la compresión o irritación de los nervios. Es una sensación de entumecimiento que puede presentarse en cualquier parte del cuerpo, pero las zonas más usuales en las que se padece son las manos, los pies, los brazos y las piernas. Acostumbra a irse por sí sola en breves minutos, cuando se cambia de posición, se recupera la sensibilidad.
Es común sufrir este trastorno cuando nos sentamos en el váter, que, además, se agrava cuando apoyamos nuestros codos sobre las rodillas para inclinarnos hacia delante y consultar el móvil, una revista o un libro. Este peso extra empeora la circulación de los vasos sanguíneos y añade más presión a los nervios, provocando la aparición temprana de la parestesia o una mayor duración de la misma.