Ojo con las líneas rojas

Sexo y alcohol: esta es la cantidad que puedes consumir para no perder la cabeza

Si hemos bebido lo suficiente como para dar positivo en un control de alcoholemia, quizás también sea demasiado para mantener relaciones sexuales satisfactorias.

Amigas en un bariStock

Hemos leído muchas veces que el alcohol y el sexo no son buenos amigos y que pasarnos con unas copas de más nos puede jugar una mala pasada, bien porque nuestro cuerpo no reaccione como querríamos, o porque tengamos un descuido y tengamos relaciones sexuales sin protección. Sin embargo, la realidad es que al final es habitual que sexo y alcohol vayan relacionados, porque el alcohol forma parte de nuestra forma de socializar: quedar para unas cañas con una cita de Tinder; organizar una cena romántica con unas copas de vino; conocer a alguien en una fiesta tomando unas copas…

De hecho, si el alcohol es parte del proceso de la seducción en invierno, parece que lo es más en verano, donde tendemos a sofocar el calor con una cervecita bien fría, un tinto de verano o un mojito nocturno. Pero todo depende de la cantidad de alcohol que hayamos ingerido.

“Si las cantidades de alcohol han sido altas, es probable que durante el encuentro erótico no tengamos muy claro qué hemos hecho o hayamos podido tomar malas decisiones: no tener precauciones, por ejemplo, es una de ellas”, expone la sexóloga Bárbara Saenz. De esta forma, la resaca no solo nos dejará dolor de cabeza por el exceso de alcohol, sino por las vueltas que le daremos a nuestras decisiones a la mañana siguiente.

Respecto a cuál es la cantidad de alcohol que podría ser nuestra línea roja, la realidad es que depende de cada persona, de sus hábitos de vida, altura, peso, sexo… O incluso, de la comida que se haya ingerido ese día. Pero lo cierto es que sí que hay ciertos parámetros a tener en cuenta, como el hecho de que empecemos a mostrar síntomas tales como que “No ser capaz de tomar decisiones responsables o que tu capacidad para consentir se ve alterada”.

Pareja | iStock

Este problema es mayor cuando además socialmente el hecho de tener sexo en estado de ebriedad tiene diferentes varas de medir. “En muchas ocasiones, cuando nosotras nos encontramos en una situación no consentida, el alcohol sirve para culparnos (un ‘iba borracha’ con desprecio) mientras que en otras tantas, cuando una persona obliga a otra a tener relaciones, por ejemplo, el hecho de decir ‘es que estaba borracho’ sirve de atenuante”.

En cuanto a las cantidades objetivas, según cifras generales, se considera que con 0,05 gr de alcohol en el torrente sanguíneo disminuirán las inhibiciones, que sería el efecto deseable por muchos, pero ya con 0,10 ya pasaremos a tener dificultades de pronunciación (que no quedan nada bien para seducir a alguien), y con 0,30 ya tendremos un importante nivel de confusión. Así, de forma aproximada, podríamos decir que si hemos bebido más de la cuenta como para conducir, también hemos bebido más de la cuenta para tener relaciones sexuales responsables y satisfactorias.

Sin embargo, también es cierto que “Tal y como se ha señalado, el alcohol, a pequeñas dosis, puede tener un efecto desinhibidor que haga que nos sintamos más tranquilos, relajados y más proclives al encuentro de los cuerpos”. Aunque todo depende del tipo de alcohol. En este sentido la ciencia apuesta no tanto por bebidas destiladas como la ginebra, el whisky, el vodka o el ron, sino por bebidas fermentadas, como el vino o la cerveza.

En el caso del vino, según la sexóloga, “Su función vasodilatadora, con un consumo moderado, puede hacer que el riego sanguíneo sea mayor en zonas genitales como el pene o el clítoris y que esto pueda repercutir en una mayor sensibilidad”.

En lo que a la cerveza se refiere, la experta en sexo Kat Van Kirk, argumentó que el consumo moderado de esta bebida puede actuar como afrodisíaco, mejorar la resistencia sexual, aumentar la libido y dar erecciones más largas e intensas.

Pese a todo ello, si nos pasamos en la cantidad, el efecto será el mismo que con cualquier otra bebida: “Disminución del deseo erótico, dificultad para excitarse, para alcanzar el orgasmo, para conseguir o mantener la erección y ausencia de lubricación entre otros”, según la sexóloga. “Todos estos efectos, pueden influir negativamente en nuestra vivencia de un encuentro erótico satisfactorio, impidiendo así el disfrutar realmente de la experiencia”, concluye Saenz.