Poco sabemos de esta bebida

¿Sabes lo que te tomas cuando pides un café?

En el desayuno, a media mañana, después de comer, uno a media tarde… y si son unos valientes, antes de dormir. El café es la segunda bebida más consumida después del agua. Probablemente debido a ello, hay mucha investigación analizando sus propiedades.

Lamentablemente es bastante difícil llegar a conclusiones claras. Hay infinidad de variedades y casi ni sabemos lo que consumimos. Además, los estudios se realizan durante muchos años para ver los efectos en el tiempo y con los alimentos hemos topado. A lo largo de los años nuestra dieta varía tanto que no es posible dar ningún resultado categórico. Eso sí, podemos ir viendo que algunos datos no eran lo que parecían.

Pero antes de eso, ¿sabemos realmente qué café que tomamos? En nuestra mente un café negro, espeso, amargo… es un café de verdad, de los buenos, del subidón de cafeína. Siento darles el disgusto, pero esas características corresponden a un café tipo torrefacto y ese, justo ese, no es el café de verdad. Al lío.

Ustedes se encontrarán en el súper con tres tipos de café: natural, torrefacto y mezcla.

El café, cuando se recolecta, es verde. No tiene prácticamente aromas ni sabores. Para extraerlo, se tuesta. En ese momento se van liberando aceites y se producen reacciones que le van dando esas magníficas características. Este proceso de tostado tiene infinidad de trucos y variables, así que depende de las técnicas (y buen hacer) del maestro cafetero para obtener unos u otros sabores. Después del tostado, estas propiedades van desapareciendo, más aún después de molido. Por eso, para conservarlo mejor es recomendable comprarlo en granos y molerlo antes de hacerlo (y por eso el café molido está tan bien envasado). Este sería el café natural. Sólo tostado. Nada más.

Imagen de archivo de un café | iStock
Pero un extremeño, José Gómez Tejedor, viajó a finales del siglo XIX a países de Centroamérica donde vio que los mineros envolvían en café en azúcar para conservar sus propiedades. Volvió con esta idea a España. Antes de terminar el proceso de tostado, le incorporaba azúcar al tambor donde se tostaba. Este azúcar se caramelizaba sobre el café y bueno, en principio la idea era conservar los aromas, aunque en realidad enmascara defectos y actualmente se usa con el café que no tiene una calidad excelente.

En la época de la guerra tuvo éxito abrumador. Se dieron cuenta que con la misma cantidad de café obtenían más tazas. Algo más que necesario en aquella época. Este es el café torrefacto. Tiene una gran aceptación en España (mucho más que en el resto de Europa). Actualmente, la cantidad de azúcar a añadir está regulada y no superará los 15 kilos de azúcar por cada 100 kilos de café. En nuestra taza, tendrá un color muy oscuro y es muy denso (por el azúcar).

Algunos dicen que este tipo de café es el responsable de que el 90% de la población le añada azúcar y casi la mitad, leche. No lo sé, prueben ambos y nos cuentan.

El café de mezcla es, como su nombre indica, una mezcla de los dos. Actualmente es el más consumido en España. Torrefacto y natural en diferentes proporciones para llegar al equilibrio que requiere el consumidor.

Ahora que ya sabemos el café que tomamos, ¿qué propiedades tiene?

El café tiene múltiples compuestos y aún más variedades.

Los estudios son complejos, pero podemos decir que ya no es una bebida que hay que intentar evitar. La cafeína no tiene los efectos negativos que pensábamos (aumento de tensión, infarto…). Más aún, parece que el café podría tener efectos beneficiosos sobre el hígado, vesícula o corazón. Eso sí, que no le bajemos a demonio no significa que sea un ángel, estos efectos protectores no sirven de nada fuera de unos hábitos de vida saludable.

En definitiva, lo peor del café es el azúcar que le añadimos nosotros. Así que ya sabes…

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