ENFERMEDADES
La reciente aparición de movimientos antivacunas hace que enfermedades prácticamente erradicadas reaparezcan y pongan en peligro la vida de los más pequeños.
Está demostrado que las vacunas han salvado millones de vidas en el mundo durante los últimos años.
Una vacuna no es más que la inoculación en nuestro cuerpo de una muestra de virus o bacterias vivos (atenuados) o muertos que origina una respuesta del sistema inmunológico para que, a partir de ese momento, si nuestro cuerpo entra en contacto con dicho gérmen en su forma infecciosa la respuesta inmune se active más rápidamente y con más fuerza para evitar sus efectos.
Se estima que las vacunas salvan cada año aproximadamente unos 4.4 millones de vidas, a pesar de esto, las coberturas vacunales en los últimos años han descendido considerablemente por dos motivos: la falta de vacunas en países subdesarrollados debido a la pandemia del COVID-19 por redistribución de recursos y la desconfianza creciente de la población de los países desarrollados por relacionar las vacunas con enfermedades neurológicas o autismo en niños.
Un estudio publicado en 1998 dió a entender que la vacunación tenía cierta relación con la aparición de autismo en los niños y a pesar de que durante las décadas posteriores la mayoría de científicos y médicos se han dedicado a demostrar que este estudio está mal diseñado y existen miles de artículos más que demuestran que no existe asociación entre vacunas y autismo, las corrientes antivacunas se escudan en él para desatender las recomendaciones de toda la comunidad médica.
En nuestro país, la cobertura vacunal es una de las más altas de toda Europa alcanzando el 95% de la población. Esto puede dar una falsa sensación de seguridad ya que el efecto colateral de estas tasas altas de vacunación nos puede llevar a pensar que muchas de estas enfermedades están erradicadas. Sin embargo, hoy en día,la única enfermedad erradicada totalmente en el mundo gracias a la vacunación es la viruela.
El resto de microorganismos incluidos en la vacunación siguen circulando en el mundo y pueden producir brotes en cualquier momento entre la población no vacunada.
Pero, ¿realmente hay un riesgo real para esos niños cuyos padres deciden no vacunarlos?
Los niños no vacunados están más expuestos a enfermedades que, aunque tengamos la falsa percepción de que son poco probables en nuestro medio, siguen existiendo en otros países y que debido a la globalización pueden ser contagiados por casos importados.
La mayoría de estas enfermedades pueden tener consecuencias mortales en niños menores de 2 años debido a la inmadurez de su sistema inmunológico, por ello los calendarios vacunales se centran en la cobertura de este grupo de edad.
La población no vacunada actúa como punto diana de muchos microorganismos que esperan la oportunidad para atacar a aquellos que no están protegidos contra ellos, de tal forma que cuanta más gente haya sin vacunar en un grupo de población, más posibilidades hay de que una infección se contagie más rápidamente y el virus se extienda.
Enfermedades como el sarampión, la polio o la tos ferina han producido brotes de enfermedades graves en los últimos años en diversos países, principalmente en aquellos con coberturas vacunales bajas contra estas enfermedades.
En 1 de cada 200 casos, puede producir un cuadro de parálisis flácida aguda que, si alcanza la musculatura respiratoria, puede dar lugar a una insuficiencia respiratoria y ocasionar la muerte. Desde el 2017 sólo existe transmisión activa de este virus en Afganistán y Pakistán. En 2021 se detectaron varios casos de parálisis flácida en Ucrania después de que el virus fuera importado probablemente de Pakistán.
Estos son algunos ejemplos que demuestran que no vacunar a los niños implica riesgos tanto para el niño no vacunado como para la comunidad que le rodea. El principal riesgo para el niño no vacunado es el de sufrir las infecciones contra las que no está protegido, que en ocasiones pueden tener consecuencias graves.
Sin embargo, estos niños también suponen un riesgo para la comunidad donde pueden introducir la infección y afectar a diversos colectivos que no se pueden vacunar (como embarazadas, inmunodeprimidos, personas con VIH, cáncer o trasplantadas).