LA CARA OPUESTA

Qué es precrastinar y por qué no es tan bueno como parece

Realizar las respectivas tareas diarias lo antes posible parece ser lo idóneo, saludable y positivo. Una forma de evitar sufrimiento, estrés y pérdida de productividad. Pero nada más lejos de la realidad, la precrastinación puede ser igual de pernicioso que la propia procrastinación.

PrecrastinarPexels

Muchos expertos han advertido de los numerosos problemas y consecuencias que puede tener la procrastinación, una palabra que se ha extendido y popularizado en los últimos años. Este concepto hace referencia a la acción de dejar para más tarde una tarea importante que debemos realizar. El motivo da lo mismo, puede ser por pereza, estrés, ansiedad o cualquier otra razón. De esta manera, solo conseguimos que nuestras responsabilidades y compromisos se acumulen y terminamos haciéndolas rápido, mal y con estrés a última hora.

Hacer las cosas con tiempo siempre pareció la mejor opción, al menos eso nos decían nuestras madres cuando éramos pequeños. Seguramente en algunos casos tengan razón, pero en otros puede ser una situación que puede suponerte estrés, pérdida de tiempo y un derroche de energía, entre otros aspectos. Sin embargo, existe también la contraposición de dicho concepto y tampoco parece la mejor de las estrategias.

Se trata de la precrastinación, la otra cara de la moneda y el hermano gemelo de la procrastinación. Pero, ¿qué es significa exactamente esta palabra?

La precrastinación y el esfuerzo en las tareas

Todo el mundo ya conoce el concepto de procrastinación, pero la cara opuesta de ello no es más saludable y positiva, sino que es igual de pernicioso que dejarlo todo para última hora. Se trata de precrastinar, la tendencia de esforzarnos y darnos prisa para tener realizados todos nuestros quehaceres lo antes posible. Incluso, antes de lo estipulado. De esta manera, nuestro día a día gira las 24 horas en torno a realizar todas nuestras preocupaciones y compromisos.

Por ejemplo, nada más levantarnos, comenzamos a contestar todos los correos electrónicos. O retiramos el plato del microondas antes que este esté caliente. Es decir, hacer las cosas antes de tiempo por el simple deseo de querer tener las cosas hechas con antelación. Este comportamiento siempre ha estado patente en nuestra sociedad, ¿quién no ha tenido un compañero de colegio o trabajo así? Sin embargo, el término que utilizamos para referirnos a ello es relativamente nuevo.

La palabra surge curiosamente gracias al grupo investigador del profesor de Psicología, David Rosenbaum, quienes utilizan el término en un estudio publicado en el año 2014. De acuerdo con el significado que entonces le dieron, se trata de la tendencia de hacer las tareas lo antes posible, aunque eso implique tener más carga laboral, perder tiempo o sentir estrés.

El fenómeno en un experimento

El profesor Rosenbaum, junto a Lanyun Gong y Cory Adam Potts, estudiaron el fenómeno con una clase de experimentos que realizaron con algunos estudiantes. A estos se les solicitó que recorrieran un callejón donde encontrarían dos cubos llenos de agua, colocados en diferentes distancias, que debían coger y llevar al final del recorrido. Solo debían coger uno y tenían total libertad para escoger el que quisieran.

Pese a no tener la obligación de coger un cubo en particular, la mayoría de los participantes cogieron el primer cubo que encontraron, lo que implicaba tener que recorrer mayor distancia cargada de él y realizar un mayor esfuerzo. ¿La razón? "Quería terminar la tarea lo antes posible", contestaban la mayoría. De esta manera, los investigadores llegaron a la conclusión que los sujetos sentían alivio al tachar en su cabeza la tarea de coger el cubo, ya que si no lo cogían implicaba seguir teniendo ese asunto pendiente. En definitiva, se optó por trabajar más en vez de trabajar de forma más inteligente.