Estudios preliminares
Se trata de recoger la secreción de las paredes de la vagina y del cuello del útero de pacientes sanas con un alto contenido en con una gran concentración de lactobacilos crispatus, para tratar a mujeres con vaginosis bacteriana.
Entre el 30% de las mujeres de entre 14 y 49 años en Estados Unidos, y a entre el 4% y el 14% del mismo grupo en Europa sufren vaginosis bacteriana. Pese a lo llamativo de las cifras, no se trata de una enfermedad conocida, porque la mitad de las mujeres afectadas no tiene síntomas evidentes. Sin embargo, la otra mitad sufre una patología que impacta bastante en su día a día, con un olor vaginal bastante intenso o un flujo espeso y molesto. Pero sobre todo porque se trata de una infección que vuelve a aparecer, y sobre la que además, como en otras patologías femeninas, no hay suficiente investigación.
Tal y como explica Rosa Darriba Marino, ginecóloga en el Hospital Vithas Fátima de Vigo, “La vaginosis bacteriana en realidad no es una infección, sino un desequilibrio en la microbiota (o flora) vaginal. En condiciones normales, el ecosistema vaginal, al igual que otros de nuestro organismo, se compone de microorganismos, fundamentalmente, bacterias y, especialmente, lactobacilos que confieren unas características de equilibrio químico como la acidez y biológico. Estos equilibrios nos protegen y defienden del crecimiento de microorganismos patógenos”.
En el caso de esta patología, la clave está en que “Cuando los lactobacilos de la microbiota vaginal se reducen, especialmente el lactobacilos crispatus, proliferan bacterias negativas anaerobias. Estas bacterias anaerobias descomponen proteínas del entorno vaginal dando lugar a sustancias que huelen mal”.
En este contexto, una nueva investigación planteaba una solución a futuro: el trasplante de flujo vaginal. Inspirados en los trasplantes fecales, que han mostrado eficacia para tratar infecciones intestinales que no responden a los antibióticos, un equipo de médicos de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, realizaron un trasplante del flujo vaginal en un grupo de veinte mujeres, concluyendo que las muestras de fluido vaginal, dominadas por la bacteria llamada lactobacillus crispatus, tendían a contener niveles más altos de ácido láctico protector, con un pH más bajo, que podría ser beneficioso para la vaginosis bacteriana.
Tras darse a conocer esta información, todavía muy preliminar, queda por saber cuáles podrían ser sus aplicaciones a futuro. A este respecto, la ginecóloga del Hospital Vithas Fátima expone lo primero que habría que aclarar es que por flujo vaginal se entiende “La secreción de las paredes de la vagina y del cuello del útero”, con la función de “Mantener limpia y húmeda la vagina, actuando como un antibiótico natural, y protegiendo de infecciones”. Asimismo, “Conjuntamente con la secreción de las glándulas de Bartholino, actúa también como lubricante favoreciendo el coito”.
Teniendo esto en cuenta, la ginecóloga aclara que “La base del trasplante, en realidad, sería detectar donantes con una gran concentración de lactobacilos crispatus, asegurando que no son portadoras de ninguna enfermedad contagiosa. Después habría que recoger la muestra en una especie de ‘copa vaginal’ y, una vez procesada, transferirla a la receptora en un dispositivo similar a un tampón”.
Tal y como se expone en el estudio publicado en Frontiers in Cellular and Infection Microbiology se les pediría a las donantes abstenerse de tener relaciones sexuales al menos 30 días, antes de ofrecer una muestra, que sería examinada para cualquier infección, incluyendo VIH, para evitar la transmisión a las pacientes receptoras.
Sin embargo, aún falta información más allá de este estudio preliminar. “Hay que analizar con cautela todos estas investigaciones. Se acaba de publicar el fallecimiento de un paciente en Massachusetts por un trasplante fecal (en realidad son cápsulas de material fecal congelado y encapsulado supuestamente de donantes sanos) por una infección transmitida por este procedimiento”, advierte Darriba Marino.
Mientras este tipo de prácticas se investigan y mejoran, la ginecóloga recuerda que por el momento “Disponemos de lactobacilos crispatus para administrar a nuestras pacientes, para mejorar su ecosistema vaginal y prevenirla sin asumir los riesgos de transmisión de otras enfermedades importantes”.