Etiquetado de los alimentos
Para muchos, ir a la compra es casi un acto de fe. En ocasiones sentimos que estamos en manos de la industria alimentaria que coloca productos y más productos en los lineales del supermercado. Eso, y que cuando se intenta interpretar los etiquetados nos dejamos los ojos con el tamaño de la letra y nos sale humo por las orejas al leer los ingredientes.
¿Cómo saber si un producto es correcto o no? Ojalá algo sencillo, en el frontal de los envases que nos dijera si es algo que debe estar en nuestra cesta de la compra o no.
Y así nació Nutriscore. La idea era buena: aclaremos de un solo vistazo la calidad nutricional de los productos. ¿Esto se ha conseguido? Vamos a desgranar luces y sombras de este etiquetado frontal.
Nutriscore se adoptó en Francia en 2017 y en 2019 también en Bélgica. Se trata de una valoración global del producto que otorgará una letra de la A (mejor calidad nutricional) a la E peor calidad nutricional) con un código de colores de verde a rojo. Se utiliza de forma voluntaria por las empresas de alimentación, además de la información del etiquetado que ya está regulada por el Reglamento 1169/2011.
Para otorgar las diferentes categorías, se utiliza un algoritmo del perfil nutricional de la Agencia de Normas Alimentarias Británica que se desarrolló en un principio para discernir si un producto podía ser publicitado para niños o no. (Ideaza).
El algoritmo puntúa en función del contenido de nutrientes por cada 100 gramos de producto. Da puntos desfavorables según el contenido de energía, grasa saturada, azúcares y sodio. Por otro lado, da puntos favorables según el contenido de tres componentes: frutas, hortalizas, legumbres y frutos secos, fibra y proteína. Restando los puntos favorables de los desfavorables obtenemos la categoría final.
Y aquí empiezan los problemas. La culpa no la tiene Nutriscore y tampoco ninguno de los etiquetados frontales de otros sistemas. La culpa el que queremos meter en un cajón con una abertura lineal algo tan complicado como son los productos. Cada uno con su propia idiosincrasia. Pero no sólo eso, sino que, desde la industria, al principio reticentes, han visto que con un pequeño cambio en los ingredientes se mejora la “nota”. Sí, “la nota”, no la calidad nutricional del producto. Así que nos encontramos con alimentos ultraprocesados con buenas notas en el Nutriscore cuando en realidad siguen teniendo la misma calidad nutricional.
Vaya lío, ¿no? Pues si hasta aquí os parece un lío porque da categorías buenas a malos productos, esperad a que os diga que productos correctos como el aceite de oliva obtienen bajas puntuaciones. Esto ocurre por varios motivos, primero porque no distingue el tipo de grasa y segundo, porque 100 gramos de aceite de oliva, sea más saludable o no, son 100 gramos de grasa. Como se han dado cuenta, van a hacer una excepción con el aceite de oliva y sacarlo del Nutriscore. Obviamente otros productos como el queso o el jamón querrán ir detrás.
Si seguimos así, todos los productos quedarán exentos de Nutriscore y volveremos al inicio: ningún etiquetado frontal.
No ha sido el único cambio. Al principio se valoraban los productos y ya está. Pero se dieron cuenta de que tampoco funcionaba bien, así que decidieron que sólo serviría para valorar productos de la misma categoría. Es decir, no podemos decir: este refresco es mejor que estos cereales. Habría que comparar cereales con cereales y elegir el que mejor nota tenga. O no, vaya, porque los cereales azucarados seguirán siendo ultraprocesados tengan la nota que tengan.
Quizá el algoritmo pensado para elegir entre qué publicitar y qué no sirva para… eso. Y para nada más. Que no es poco, de hecho, es mucho. La publicidad es uno de los aspectos que más hay que regular en cuestión de alimentos. Así que, si es para eso, bienvenido sea.
Entonces, ¿es mejor usar otros sistemas de etiquetado frontal?
Casi podríamos decir que hay uno por país y ninguno de ellos es 100% correcto así que lo que deberíamos hacer es concienciarnos de que cualquier etiquetado frontal sólo será un apoyo a lo que tenemos actualmente en las listas de ingredientes y tablas nutricionales. No va a evitar que tengamos que leerlo todo y, con la información disponible, hagamos una elección libre, responsable e informada del producto que vamos a comprar.
Si habéis llegado hasta aquí, habréis visto que siempre se habla de productos y no de alimentos. Esa va a ser la clave. Siempre lo ha sido. Compremos más alimentos y menos productos. Que nuestra cesta de la compra está repleta de alimentos que no necesitan Nutriscore. Eso sí será una gran elección.
La OCU propone estas mejoras en relación a Nutriscore