GRANDES DUDAS
Una mascota que está educada y sabe perfectamente cuál es su sitio en la “manada”, ya sea perro o gato, respetará al recién llegado sin duda alguna, al igual que aceptaría al bebe del jefe de su manada, y lo protegerá de todo peligro.
De siempre se ha dicho que la interacción con los animales es más que beneficiosa para los niños, pero de un tiempo a esta parte parece que prevalece el pensamiento de que transmiten enfermedades y que debe evitarse el contacto con ellos. En este artículo vamos a intentar valorar cada punto de vista y plasmar de manera sencilla qué verdad hay en cada uno de los argumentos.
Cuando se vivía en zonas más rurales, la convivencia con los animales era cercana y tanto niños como adultos sabían cómo interaccionar con ellos. Los animales no dormían en la cama ni se subían a los sofás. Cada uno tenía su lugar en la casa.
Sin querer, al introducir a los animales en la vida de ciudad, les hemos privado de ese sitio para ellos y se ven obligados a compartir de manera más estrecha su hábitat con los dueños.
Estos, queriendo humanizarlos aún más, les dejan acampar a sus anchas por la casa y piensan que así los animales se sienten más queridos y felices. Por aquí comienzan la mayoría de los problemas.
¿Las mascotas son peligrosas para los bebés?
Esta frase, tan típica de las abuelas, surge en cada casa en la que viven mascotas y reciben la llegada de un bebe a la familia.
Ya sea porque pueden hacer daño al bebé por celos o por si le demuestran amor con lametazos y le transmiten enfermedades, parece que los antes reyes de la casa se convierten en molestos intrusos.
Otro problema son los pelos o si deciden marcar la hamaca o la mantita recién comprada… Parece que la convivencia es inviable.
Está claro que si hay la más mínima duda de que el bebe corra peligro, no se deben dejar solos sin supervisión, pero la realidad es que, si se hacen bien las cosas desde el primer momento, esa duda no existirá.
Una mascota que está educada y sabe perfectamente cuál es su sitio en la “manada”, ya sea perro o gato, respetará al recién llegado sin duda alguna, al igual que aceptaría al bebe del jefe de su manada, y lo protegerá de todo peligro.
Del mismo modo, si tenemos a nuestro animal al día en sus vacunaciones y desparasitaciones, no hay el más mínimo riesgo de que le transmita enfermedad alguna. Desde luego el peligro para nuestro hijo es mil veces mayor cuando lo llevamos a la guardería, donde se relaciona con bebés de su misma especie y edad.
Si nuestra mascota estaba mal acostumbrada y le habíamos dejado subirse por todos lados y decidir por donde podía y no podía estar, no aceptará de buen grado que ahora un recién llegado le anule y no acate su posición en la familia. Seamos realistas. Nuestras mascotas, por muy humanas que parezcan, se rigen por las leyes de la manada. Cuanto más conscientes sean de su situación, más felices serán ya que podrán disfrutar de la familia en todo y cada uno de los momentos.
Criarse con animales estimula el desarrollo
Esta frase parece sacada de un estudio universitario, pero es sabido desde mucho antes de que se realizaran ese tipo de estudios.
El contacto con mascotas favorece a nivel intelectual ya que, desde bebés, estimula el tacto y favorece la psicomotricidad. El calor y sensibilidad que transmiten los animales, relajan y tranquilizan tanto a bebes como a mayores. La respiración acompañada de un perro o un gato durmiendo, consigue estimular receptores cerebrales y favorecer la liberación de hormonas beneficiosas para las personas como la serotonina y otras endorfinas.
En la sociedad actual, tan embaucada por las tecnologías, los niños casi no se relacionan. Sus juegos se basan en consolas y Apps y se ven las carencias de esa falta de relaciones sociales desde la infancia. El culto al individualismo y la competitividad impiden que se desarrollen zonas cerebrales básicas que intervienen en el juego cooperativo, la solidaridad, la ayuda… Antaño obvias ya que se vivía en familias con cinco hermanos y mucha vida en el patio con otros chavales.
Cuando un ciber-niño convive con un perro, puede que al principio le ignore, ya que ¨no hace nada más que comer y no sabe jugar¨ pero poco a poco se desarrolla esa convivencia en la que la mascota se gana sentimentalmente al niño, llegando a rinconcitos que nadie más llega, y se van activando esos receptores adormilados. Esos niños tan introvertidos, sin darse cuenta, comienzan a mirar más allá de las pantallas y reaccionan a su entorno, acompañando a ese compañero de cuatro patas que parece entenderles mejor casi que los humanos.
No podemos obviar el hecho de los estudios científicos, por supuesto, dónde casos de Autismo, Parkinson y Alzheimer mejoran infinitamente gracias a las terapias asistidas por animales. O las personas que quedan impedidas y gracias a los perros de asistencia consiguen un nuevo motivo por el que seguir luchando y volver a ser autosuficientes.
Más allá de todas las creencias populares, es cierto que mantener a los niños alejados del mundo animal, con la creencia de que les protegemos de enfermedades y alergias, es un gran error ya que la sensibilidad y capacidad de estímulo que transmiten los animales no hay persona, fármaco o máquina que consiga simularla. No privemos a nuestros hijos de algo tan maravilloso como nos ha dotado la naturaleza. Dejémosles descubrir que no están solos en este planeta, que lo comparten con muchos otros seres vivos menos evolucionados a nivel intelectual pero capaces de transmitir otros muchos valores y sentimientos.
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