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La sexualidad de las mujeres está más presente que nunca. Sin embargo, aún tenemos retos importantes que alcanzar para disfrutar de nuestro cuerpos y deseos de forma plena.
Estamos en 2021. Comprobamos la fecha y nos aseguramos del año porque en una soleada tarde de invierno escuchamos a un grupo de chicas jóvenes hablar de sexualidad. Unas hablan de que sus parejas no entienden que ellas buscan otra cosa en la cama y temen parecer egoístas, otras se sinceran diciendo que tienen miedo a que todas las parejas con las que estén sean iguales y se queden solteras, otras resoplan creyendo que ese sexo tan placentero del que se habla en las redes no existe en pareja y entre todo salen los juguetes sexuales, grandes aliados de la sexualidad femenina, pero que son recluidos a periodos de soltería, no sea que los hombres se ofendan. ¿Seguimos en 2021?
Estamos en una sociedad que rezuma sexualidad. En cada valla publicitaria, en cada canción e incluso en los productos de supermercado más básicos. Sin embargo, la realidad nos golpea mostrándonos que el feminismo aún tiene mucho por hacer para que nuestras vidas sexuales sean igualitarias y placenteras.
Ana Requena Aguilar periodista, cofundadora del periódico digital Eldiario.es y Redactora jefa de Género en el mismo, puso en grande y subrayado eso de que “Si no hay placer, no es nuestra revolución”. Es parte del título junto con Feminismo Vibrante, un libro que pone sobre la mesa los grandes retos feministas en materia de sexualidad que aún nos quedan por conquistar. Hemos sido capaces de equilibrar un poco, y solo en algunos casos, la balanza de la igualdad, pero en cuanto a la sexualidad aún tenemos terreno por tomar.
1- La madres también desean, quieren masturbarse y follar
Que tu madre tenga deseo sexual aún te chirría. Ha tenido que venir un aparatito succionador para que un domingo en la sobremesa os sinceréis hablando lo que es tener un orgasmo en 5 minutos. Pero hasta ese momento la sexualidad de tu madre era como la vajilla de Navidad con el borde dorado, delicada, no se toca, y solo se saca en fechas destacadas. Afortunadamente en Internet se suceden grupos y perfiles de madres que han dicho basta. Basta al estereotipo de superheroínas o de ser malabaristas de la conciliación, pero esas madres no suelen hablar de que no se las reconozca como seres deseantes. Requena afirma estar de acuerdo, “En los últimos años ha habido mucho movimiento que buscaba romper ese paradigma de lo que se supone que es una madre. Sin embargo, es cierto que ese movimiento ha ido más dirigido a romper con lo laboral, con los espacios de realización profesional, con el tiempo de ocio, incluso. Es normal, es algo que nos atraviesa diariamente y que es origen de las brechas profundas que sufrimos. Pero deberíamos ampliarlo a lo que tiene que ver con el placer y el sexo. Reivindicar las ganas de cuidar y también de vibrar en condiciones. Tampoco eres mala madre por dejar a los niños para salir, para ligar, para tener sexo con alguien o para masturbarte en condiciones”.
2- Mujeres liberadas, mujeres deseantes, pero sin olvidarnos de sentir
En el proceso de empoderamiento sexual nos hemos dejado algo por el camino: las emociones. Queremos sexo, buen sexo, desear y tener relaciones con quien queramos y como queramos, pero no queremos emociones. ¿Por qué? Porque eso es de chicas y porque nos han dicho que si queremos sexo libre no puede haber cuidados y afectividad de por medio.
“En un momento interiorizamos la idea de que solo había dos posibilidades: o tener sexo esporádico o tener pareja estable. Según ese esquema, en el primer terreno no hay espacio para los afectos o el cuidado, sólo en el segundo, donde además hay unas reglas muy concretas que marcan lo que debe ser una pareja”, así lo explica Requena a lo que añade que “La realidad es mucho más compleja, los vínculos pueden darse de muchas formas distintas y despertar emociones, afectos y experiencias diversas, independientemente del nombre o de la forma que terminen adoptando en nuestra vida. Los sentimientos, los afectos o los cuidados no deberían ir de la mano solo de algún tipo de relaciones, sino que está bien que asumamos esa diversidad, esos matices, y vivirlos en función del momento vital en que estemos y de las personas con las que no crucemos, de nuestras prioridades o necesidades”.
3- La soledad que nos ahoga
La soledad es patriarcal. Lo dice Requena y no podemos estar más de acuerdo. Escuchar a jóvenes hablar de soledad como sinónimo de soltería pone los pelos de punta. Y es que como bien apunta la periodista, “Es un miedo útil para el patriarcado: nos hace más dóciles, hace que acabemos aceptando condiciones y relaciones que nos generan malestar o que no se corresponden con lo que queremos con tal de no sentir ese miedo, de caer en el abismo que supone no construir el vínculo que en este sistema más 'protección' y 'seguridad' da”. En esta dicotomía entre soltera/emparejada en la que vivimos, a las mujeres se nos cataloga en función del tipo de relaciones que tengamos y la duración de las mismas. ¿Hay una solución para esto? Construir nuevas realidades. “Tenemos que trabajar en construir alternativas de vida. Porque efectivamente el mundo está construido así, en torno a la figura de la pareja y, después, de la familia nuclear y porque el mundo actual nos atomiza y aísla. Todo eso hace que sea complicado crear redes afectivas que, más allá de tener o no pareja, nos cuiden, nos acompañen, nos den amor” añade Requena.
4- La sexualidad individual como base para crecer
Que levante la mano quien no haya pensado alguna vez que la sexualidad compartida está mejor que la individual. La mayoría de nosotras hemos dicho y pensado esto en alguna ocasión. “Para una mujer ejercer como sujeto de sexo y placer implica estigma, culpa, prejuicios y penalizaciones” y lanzarse a decir que una misma consigo tiene mejor sexo que con cualquier otra persona, no se suele recibir muy bien. Hablamos de cuando nos acostamos con otras personas, pero ¿cuánto hablamos de nuestro autoplacer?
Mantener una sexualidad individual activa y satisfactoria es la base para tener una sexualidad compartida más igualitaria. Al saber lo que nos gusta tendremos más herramientas para pedirlo y no conformarnos con lo que nos toque. Lo que está claro, como dice Requena es que “Tenemos que trabajar colectivamente para ampliar nuestro campo, para reforzarnos como sujetos y desquitarnos de esos valores, mientras seguimos haciendo el trabajo de fondo”.
5- Actuar (sexualmente) como lo que somos
Tener sexo a cualquier precio, acumular números y sentirnos las más libres del mundo. Así se podría resumir lo que nos han vendido que es ser una liberada sexual. Pero en ese trayecto se nos suma otra compañera de viaje: la frustración. Muchas mujeres afirman sentirse frustradas porque se sienten intimidadas por un ritmo sexual que no desean. Y aquí volvemos a la eterna comparación entre ritmos masculinos y femeninos, cuando lo correcto sería, en palabras de la autora, “Que cada cual pueda encontrar y respetar sus ritmos, sus fases, sus necesidades... independientemente de lo que sea”.
6- Líbranos del miedo
Las llaves en la mano, la llamada, el mensaje al llegar a casa o la tortícolis de ir mirando hacia atrás cada vez que volvemos por la noche está ya integrada en nuestro ADN. Y es que lo llevamos tan adentro que nos condiciona en todos los aspectos de nuestra vida. Nerea Barjola lo denominó Terror Sexual y Ana Requena nos lo recuerda como algo que nos condiciona y que hace que “Vivamos con miedo permanente”. “El problema es cuando ese miedo se cronifica y no deja espacio para hablar del sexo, de la sexualidad, del deseo, del placer, de lo que sí queremos. El equilibrio, complicado, entre cómo romper el silencio alrededor de la violencia sexual y no dejar que el miedo condicione absolutamente toda nuestra sexualidad y nos impida desarrollarla, hablar de ella, sin tapujos, y ejercerla” puntualiza.
7- La maldita brecha orgásmica y de deseo
Queremos creer que con unos puntos esto sanará y se reconstruirá, pero de momento no es así. Las sexólogas seguimos recibiendo en consulta a mujeres que se preocupan y se sienten mal porque para ellas el orgasmo es anecdótico y para sus parejas (hombres) algo que siempre sucede. Ana Requena escribe con frecuencia sobre estos temas y nos cuenta que ha visto“Mucha insatisfacción por parte de mujeres. Por la falta de orgasmos pero, sobre todo, diría que por la sensación de que muchas veces el sexo con hombres no es tanto un disfrute, un juego compartido, recíproco, divertido, sino que se vuelve una sucesión de tópicos, de posturas, de cosas que parece que hay que hacer de una manera determinada. Eso crea una brecha orgásmica, pero también de placer general”.
8- Más educación sexual
Nos preguntamos si la educación sexual es una de las claves para alcanzar todos estos retos. Y si la educación sexual es por sí misma feminista o no. La periodista se muestra positiva, “La educación sexual y afectiva es en sí feminista, o debería serlo, porque la información sobre nuestros cuerpos, sobre la sexualidad, el sexo, el placer, las relaciones, los afectos... nos da conocimiento, herramientas, valores nuevos, más capacidad de empatía, de encuentro, de autoconocimiento”. Si apostamos por una educación sexual diversa, inclusiva y con mejores herramientas, tendremos mejores relaciones con nosotras mismas y con quienes queramos compartir, sea como sea, nuestra vida.