MITOS EN TORNO A LA SALUD
¿Quién no ha oído las frases “mi hijo se ha resfriado por dormir con la ventana abierta”. O “te has acatarrado por ir descalzo” o “por comer un helado”? Son de los grandes mitos relacionados con los catarros y los niños.
Veamos qué hay de realidad en todo esto.
¿Qué es un catarro?
Los catarros son infecciones, infecciones por virus que se transmiten por vía respiratoria cuando un niño enfermo tose, estornuda o emite al aire unas pequeñas gotitas de sus secreciones respiratorias que llegan a otro niño (o adulto). Tras un período de incubación, el niño enfermará igual que el anterior con mocos, con o sin tos, con o sin fiebre y con o sin otra serie de síntomas que suelen ir asociados a los procesos virales.
Los catarros, como muchos otros virus, aparecen en los meses fríos, de otoño e invierno, ya que la bajada de temperatura propicia el crecimiento de distintos virus respiratorios.
Los catarros en los niños son muchísimo más frecuentes que en los adultos, ya que han estado en contacto con menos virus respiratorios y se contagian más. Suelen tener unos 8-10 catarros de media por temporada. Así que ármate de paciencia, tu hijo es normal si va todo el invierno con la vela colgando.
¿Nos podemos acatarrar por el frío?
A todos nos pasa que, tras un chaparrón y acabar calado, empezamos con moquillo claro en la nariz. Normalmente, al volver a casa en un ambiente calentito se acaba es moqueo de nariz y no pase nada más. ¿A qué se debe esto? El moco es un lubricante natural y una respuesta a estímulos externos como la entrada de aire frío en nuestras vías respiratorias. Si desaparece el estímulo del frío y no hay una infección vírica asociada, el moco desaparece de inmediato.
¿Qué pasa entonces si un niño sale al parque en invierno y no se abriga bien? ¿Qué ocurre si come helado? ¿Y si tenemos puesto el aire acondicionado o duerme tu hijo con la ventana abierta?
Si no coincide en el tiempo con una infección viral nada. Pero, si tu hijo estaba incubando un rinovirus o cualquier otro virus causante de catarro, cuando cese el estímulo del frío en sus vías respiratorias, persistirá la infección y su cuerpo pondrá seguirá produciendo moco como respuesta a la infección vírica. Con el paso del tiempo puede aparecer tos y, también dentro de la respuesta de su cuerpo a esa infección vírica, puede aparecer fiebre.
Bien es verdad que los virus respiratorios proliferan más en ambientes fríos, pero si no hay contagio de otro enfermo, no hay catarro. Así que los niños pueden seguir durmiendo con la ventana abierta o ir con los pies descalzos. Sin contagio del virus de otra persona, no hay mocos, ni tos, ni todo lo que conlleva un catarro.
¿Podemos prevenir que los niños se acatarren? Podemos, pero con las mismas medidas que estamos teniendo para prevenir la COVID-19:
1. Uso de mascarilla en mayores de 6 años, que es obligatorio. Recuerda que en niños de 3-5 años no es obligatorio, pero sí muy recomendable.
2. Higiene de manos correcta y frecuente a lo largo del día.
3. Distanciamiento social.
A todo esto podemos añadirle que si tu hijo está malo es preferible que se quede en casa, para no contagiar a otros niños. En general, cosas de sentido común y responsabilidad.
Por desgracia, no hay ningún jarabe ni pastilla milagrosa para aumentar las defensas y que los niños se acatarren menos. Paciencia y consulta con tu pediatra cunado tu hijo no tenga sólo mucosidad. A veces la aparición de fiebre, tos persistente o dificultad respiratoria pueden ser síntomas comunes a otras infecciones respiratorias y ahora hay que ir con más cuidado que nunca.