SIN MICROORGANISMOS
Cuando limpiamos las superficies, a veces sin darnos cuenta estamos haciéndolo mal y en lugar de higienizar estamos esparciendo los microorganismos. Te cuento cómo limpiar para desinfectar.
Vivimos rodeados de microorganismos, y no pasa nada. Pero en algunas ocasiones, esos microorganismos son patógenos y tenemos cerca a personas de riesgo (embarazadas, niños, inmunodeprimidos, ancianos...) que podrían tener más peligro al enfermar. Por suerte, tenemos la limpieza y la desinfección para reducirlo. Pero, ni es lo mismo, ni se hace igual. Veamos las diferencias.
Los microorganismos forman parte de nuestro día a día durante toda nuestra vida, en el suelo, el agua, en todo lo que tocamos. En el caso de los patógenos, lo deseable es evitar el contagio y transmisión para evitar padecer enfermedades.
Para ello, el lavado de manos es siempre fundamental, pero, además, es importante limpiar y desinfectar superficies y objetos. Limpiar y desinfectar no es lo mismo, el objetivo es diferente, ni se utilizan los mismos productos ni el proceso es el mismo. Es importante conocer las diferencias para que sean eficaces.
Sanitizar es un anglicismo donde significa desinfectar, pero aquí lo hemos hecho equivalente al término higienizar. Es un término ambiguo donde en el mercado se utiliza para agentes higienizantes que, además de limpiar, reducen la carga bacteriana.
Lo más importante antes de limpiar o desinfectar es hacerlo de forma segura,y para ello es imprescindible:
Es muy importante ser muy estricto con todas ellas.
La limpieza siempre será el primer paso, utilizaremos detergentes con agua caliente retirando la suciedad visible con una bayeta limpia o papel. Utilizaremos la técnica del arrastre, siempre evitando pasar dos veces por la misma superficie con la bayeta ya utilizada.
No olvidéis que no es verdad aquello de que añadiendo más cantidad, vamos a limpiar mejor. Sólo la primera capa de producto será la que está en contacto con la superficie así que generar más espuma sólo dejará más residuos y será más difícil limpiar.
Habitualmente, con la limpieza, es suficiente para reducir la carga microbiológica hasta niveles comúnmente seguros. Pero, como hemos visto, en algunas circunstancias, ciertos objetos y superficies, requieren también una desinfección.
Para desinfectar, la mayoría utilizamos soluciones cloradas, la lejía. No siempre es necesario desinfectar diariamente todos los objetos y superficies. Comprobaremos que la superficie que vayamos a desinfectar es apta para el uso de esos productos y la dilución que debemos realizar, ya que las dosis pueden variar.
La lejía es muy eficaz en dosis bastante bajas así que sería suficiente con dos cucharadas soperas por litro. Se deberá preparar esta dilución todos los días, ya que es posible que se evapore el cloro y pierda eficacia. Igual que con la espuma y los detergentes, añadir más dosis no garantiza "más desinfección", sólo más residuo.
A diferencia de los detergentes, los desinfectantes tienen un tiempo de contacto para garantizar la muerte de los microorganismos. Este tiempo de contacto suele venir en las instrucciones. Durante ese tiempo, la superficie permanecerá mojada. Siempre lo utilizaremos con agua fría y bajo ningún concepto se utilizará mezclándolo con otros compuestos como amoniaco.
Si vamos a realizar esta desinfección con objetos con los que tendrán contacto los niños, será necesario pasar un papel de un solo uso húmedo posteriormente para eliminar los restos de producto que hayan podido quedar.
Si nos decantamos por sanitizar, comprobemos que los componentes tienen una garantía suficiente para la desinfección.
De lo que no hay ninguna evidencia es que el vinagre o el amoniaco sean efectivos, tenemos productos eficaces más que suficientes, así que es mejor utilizar lo que sí ha demostrado que funciona.