EMBARAZO Y PARTO
El tema de violencia obstétrica ha quedado silenciado durante mucho tiempo y es ahora cuando las mujeres alzan la voz ante situaciones de este tipo durante el embarazo, parto o posparto.
La violencia obstétrica es el tipo de violencia que reciben las mujeres por parte de los profesionales sanitarios durante su proceso de embarazo, parto o posparto. La mujer embarazada, la mujer de parto, se encuentra en una situación vulnerable física y emocionalmente.
Por un lado, está gestando a su bebé y se siente completamente responsable de su bienestar. Por otro lado, el parto es un proceso muy íntimo, que forma parte de la sexualidad de la mujer. Estos dos aspectos unidos a una medicina paternalista, hacen que la mujer embarazada, de parto o en pleno posparto, sea más vulnerable a sufrir una situación de violencia.
La violencia obstétrica puede ser tanto física como psicológica. Puede ir desde realizar intervenciones médicas sin justificación o sin el consentimiento informado de la mujer, hasta infravalorar sus decisiones, infantilizar su proceso, coaccionar, "regañar" o menospreciar sus ideas y deseos.
Podemos encontrar este tipo de violencia en muchas situaciones diferentes, pero aquí te cuento 5 cosas que podrían serlo y que son más frecuentes de lo que creemos:
La episiotomía es una intervención que consiste en realizar un corte en el periné de la mujer cuando la cabeza del bebé está coronando, para acortar el tiempo que tardará en nacer. Está justificada sólo si existe un riesgo de pérdida en el bienestar del bebé (¡y tiene que nacer ya!), o en ciertos tipos de partos instrumentados, y siempre se debe informar y pedir consentimiento a la mujer antes de realizarla.
Esta es una maniobra totalmente desaconsejada por la OMS (Organización Mundial de la Salud). Consiste en realizar presión en el fondo del útero durante el expulsivo, para hacer descender la presentación fetal. Está asociada con diferentes riesgos como fracturas costales, hematomas, dolor, pérdida del bienestar fetal, etc.
"Humanizar la asistencia al parto es necesario para la salud de las mujeres y los bebés y, para eso, primero hay que reconocer e identificar que existe la violencia obstétrica"
Frases como "no te estás portando bien, no estás colaborando", "no te quejes tanto, estás pariendo", "aquí decido yo que soy el que sabe", "tienes que estarte callada, no grites más", "después pedirás la epidural a gritos", "abre las piernas y estate quieta, o no dejarás a tu bebé nacer", son solo algunos ejemplos de frases totalmente fuera de lugar.
El parto necesita movimiento para progresar, y la mujer tiene derecho a elegir la posición que más cómoda le resulte en cada momento. Si una mujer puede moverse, quiere hacerlo, y no hay nada que lo condicione, está en todo su derecho. Obligar a una mujer a estar tumbada (o condicionarla para que lo haga) sin justificación alguna, solo por rutina o comodidad del personal que la asiste, es una forma de violencia.
Es violencua cuando sin que exista un criterio de salud real, simplemente por beneficio del personal médico, se programa una inducción. Cuando esto ocurre, la mujer no recibe información suficiente sobre los motivos, las alternativas o los riesgos asociados a este procedimiento, y bajo la presión, el desconocimiento y el miedo, se ve obligada a aceptar esa situación.
Cuando una mujer sufre violencia obstétrica, cuando no se siente respetada durante su parto, no afronta de la misma manera el posparto ni la crianza de su bebé. Muchas mujeres necesitarán ayuda psicológica para hacer frente a este duelo, e incluso serán más propensas a desarrollar patologías como la depresión posparto. Humanizar la asistencia al parto es necesario para la salud de las mujeres y los bebés y, para eso, primero hay que reconocer e identificar que existe la violencia obstétrica.