SOBRE EL FUTURO
Este fenómeno psicológico tiene origen en la mitología griega y afecta especialmente a aquellas personas sensibles con una alta inteligencia emocional. Pero, ¿de dónde proviene el síndrome de Casandra y qué nos enseña?
La mitología griega es un conjunto de relatos, mitos y leyendas que pertenecen a la Antigua Grecia (c. 1200 a.C – 146 a.C), la cual está considerada la cuna de la civilización occidental. Los antiguos griegos buscaban explicar el mundo y representar su cultura a través de estas historias, las cuales, hoy en día, han sido tradicionalmente una fuente de inspiración para todo tipo de disciplinas científicas que han tomado prestados los nombres para sus estudios.
Estos relatos, mitos y leyendas a menudo reflejan cómo percibimos la realidad. Un método para explicar cada una de las particularidades de la condición humana. Por ejemplo, la creación del mundo, con el mito de Crono el de Urano y Zeus el de Crono, o la aparentemente naturaleza aleatoria de la vida, la cual está explicada con el mito del dios ciego Pluto, quien distribuía la riqueza al azar. Todo se puede explicar a través de la mitología griega.
Quizás el cómo te sientas actualmente tenga su explicación en ella. Por ejemplo, puede que frecuentemente hagas predicciones, pero sientas que ninguna de ellas es tenida en cuenta. Pues esta situación o sensación también tiene su explicación mitológica y recibe el nombre de síndrome de Casandra: tener la razón sin que el resto de personas lo vean.
El síndrome de Casandra, también llamado como complejo, hace referencia dentro del campo de la psicología a un supuesto rasgo de ciertas personas que tienden a hacer "predicciones", normalmente suelen ser de corte catastrofista, y que sienten que no son tenidas en cuenta por el resto de personas. Pero, ¿quién es Casandra y de dónde proviene este mito?
El nombre proviene del personaje griego de Casandra, la hija de los reyes de Troya, Hécuba y Príamo. Tal y como cuenta dicho mito, el dios solar Apolo regaló el don de la adivinación a la princesa, lo que le otorgaba la visión de poder predecir el futuro. Sin embargo, cuando Casandra rechazó sus avances amorosos, todo cambió. Apolo la maldijo y su don se terminaría convirtiendo en su mayor tormento.
La princesa Casandra seguiría profetizando el futuro, pero, a diferencia de anteriormente, nadie creería sus visiones. De esta manera, por castigo divino, nadie le dio crédito cuando predijo la guerra o el engaño del caballo de madera que terminaría con el triunfo definitivo del ejército aqueo.
El uso psicológico del término hace referencia a cuando una persona tiene razón, pero el resto no lo ve o cuando alguien sabe lo que va a ocurrir, pero no puede hacer nada por cambiar lo que va a pasar. Algo parecido sucede en nuestro día a día cuando, por ejemplo, le decimos a una amiga con toda la buena intención del mundo que creemos que no le irá nada bien con el nuevo chico que ha conocido. Pero, ¿cómo debemos actuar en estas circunstancias?
Si tienes un presentimiento, tanto si lo dices como si no, estará mal. Diciéndoselo, crearás un mal ambiente entre ambas partes que puede afectar a la relación de amistad, mientras que, si te lo callas, te reconcomerás interiormente pensando que debería decírselo y así evitar que tu amiga pase por un mal trago. Lo ideal es ir haciéndole preguntas y nunca afirmar nada rotundamente. "¿Oye tú estás bien con este chico? ¿Estás bien?", sería la pregunta idónea.
Un punto muy interesante es la relación que tiene dicho síndrome con las mujeres, que revela un componente sociológico a tener en cuenta. A menudo, el complejo de Casandra hace referencia a un aspecto muy importante de nuestra sociedad: la tendencia a invisibilizar a las mujeres, sus opiniones, sus capacidades, sus conocimientos o sus logros.
Es decir, se trata de una radiografía de la situación actual de las mujeres, las cuales tienden a ser ignoradas y silenciadas, a ser juzgadas según su apariencia física y cómo encajan dentro de los parámetros establecidos y determinados roles dentro de la sociedad. No se les valora y juzga por su éxito, su discurso o sus ideas, sino por su físico.