LAMER CON GUSTO

Fetiche por los polos y los helados, ¿le puedo sacar partido en el sexo?

Los helados y los polos pueden ser, desde una herramienta para la seducción, hasta un juego erótico si sabemos cómo utilizarlos.

Comiendo un heladoiStock

Una de las imágenes sexys del verano es la de ver a alguien relamiéndose mientras se toma un polo o un helado. Lo que nos seduce de esta imagen, obviamente, es el paralelismo con el sexo oral, especialmente en el caso de los polos y las felaciones. Aunque puede que sea mucho más que eso. Por ejemplo, nuestra cara de placer mientras lo hacemos. De disfrute total y pleno. Es precisamente la cara que nos gustaría que nuestro amante pusiera mientras se sumerge entre nuestras piernas.

No es de extrañar que haya personas a las que estos alimentos en cuestión les puedan parecer un objeto de deseo. Como recuerda la sexóloga Arola Poch, autora de ‘Lo normal es ser raro’, casi todo puede ser erotizado, y es que los fetiches no dependen tanto de los objetos en sí, como de nuestra imaginación. “Las asociaciones que hacemos, la historia previa que cada uno o cada una tenga, pueden crear erotismo donde otro solo ve algo cotidiano. Al fin y al cabo, qué es erótico y qué no es algo muy personal donde una parte importante son las vivencias previas que uno haya tenido”.

En el caso concreto de los polos y los helados, no es que exista un fetiche específicamente, pero sí que es cierto que por sus connotaciones, son elementos que pueden dar mucho juego, tanto como método de seducción y de picardía para encender la llama, como incluso como un elemento para usar durante la propia relación sexual.

“Para aquellos que les guste el sploshing (embadurnarse con líquidos) puede resultar erótico pensar en ese helado derritiéndose y ensuciando el cuerpo para después lamerlo”, apunta Poch. Además, “El cambio de temperatura puede ser algo con lo que jugar o el propio sentido del gusto puede despertar el placer. El deseo y la excitación puede venir por diferentes sentidos”.

Comiendo un polo | iStock

Respecto a los polos, al ser agua, es mucho más práctico y menos engorroso. Además de más fresquito. “Con los polos se puede jugar a estimular con la temperatura en diferentes zonas del cuerpo, a limpiar con la lengua esas zonas donde hemos pasado el polo, vendar los ojos y estimular el sentido del gusto o jugar a adivinar sabores”.

Si este tipo de juegos no es para nosotros y solo queremos probar a poner a tono a nuestra pareja aprovechando los paseos veraniegos, o a animar a un ligue a que por fin se lance, esta puede ser la herramienta perfecta.

“Comer un helado de forma más o menos provocativa, puede ser un juego para ir calentando el ambiente. Incluso puede hacerse en público (si nos gusta el exhibicionismo, siempre de forma controlada y sensata) o realizarlo como juego privado”, apunta de nuevo Poch.

En este caso, al igual que en el sexo oral, la clave no está tanto en la técnica, sino en la actitud. El juego de miradas, relamerse de placer, dejar que la otra persona nos limpie la boca con un beso… Y después que surja lo que tenga que surgir.