EMPODERADAS Y ¿CONSUMISTAS?
En el feliz proceso hacia el empoderamiento vinculado a la menstruación que estamos viviendo en los últimos tiempos han surgido como setas, como era de esperar, un buen número de vendedores de humo dispuestos a lucrarse con nuestros procesos fisiológicos.
Atrás quedaron, por suerte, aquellos tiempos en que escondíamos los tampones cuando íbamos al baño de la oficina a cambiarnos, no fuera a ser que alguien se enterase de que teníamos la regla. O cuando no se hablaba abiertamente de la menstruación, o no lo hacíamos en presencia de hombres, y, en muchas ocasiones, el tabú era tal que ni siquiera nosotras mismas éramos demasiado conscientes de los cambios emocionales y físicos que se dan a lo largo del ciclo.
Esos tiempos han quedado atrás y, por suerte, en la actualidad hay mil maneras de vivir y de gestionar la menstruación sin aquel estigma de antes: las hay que practican free-bleeding (sangrado libre, un movimiento que ha supuesto una liberación para muchas), o quienes muestran su menstruación en sus cuentas de Instagram y hablan de ella en público abiertamente por primera vez en la historia. Las hay que pintan cuadros y crean todo tipo de obras de arte con su regla y son muchas, también, las que han dejado atrás viejos tabúes como que no se deben mantener relaciones sexuales teniendo la menstruación.
A este escenario de empoderamiento que se manifiesta de diversas maneras le falta, sin embargo, el paso más importante, el cambio definitivo: que el sistema nos permita bajar revoluciones aquellos días en que nos sentimos peor, en que el cuerpo nos pide descanso y recogimiento, en lugar de invitarnos a inflarnos a analgésicos para poder seguir siendo productivas y continuar con nuestras vidas frenéticas, algo que no vamos a solucionar, ojalá fuese tan fácil, publicando dedos ensangrentados en nuestras redes sociales.
Que se hable más y mejor de la menstruación y que las nuevas generaciones hayan dejado de vivirla como un estigma también ha dado lugar al nacimiento de todo tipo de material cuqui e iniciativas varias destinadas a que nos gastemos dinero en cosas vinculadas a la regla que, probablemente, no necesitemos. Aquí algunos ejemplos:
Escuelas y talleres
¿En serio son necesarias escuelas de menstruación en las que, a cambio de pagar religiosamente una cuota mensual, nos den charlas sobre la regla y nos entreguen merchandising variado con temáticas que van desde ayurveda, yoga, nutrición, ciclos lunares y otros aspectos? Este tipo de propuestas han aflorado como setas en los últimos tiempos: talleres de menstruación consciente, de menstruación ecológica y sostenible, de menstruación en positivo, de reconciliación, rituales esotéricos y místicos… Los hay de todo tipo y, aunque a muchas mujeres les puedan ir bien, no dejamos de tener la sensación de que no son más que parches que enmascaran el verdadero problema: la dejadez hacia la salud obstétrica y ginecológica por parte del sistema sanitario y una falta de información que correspondería cubrir a los profesionales sanitarios y estamos dejando, en muchas ocasiones, en manos de vendemotos que nos cuentan historias sobre cómo debemos despertar a nuestra chamana interior.
Accesorios a precios de diamante
Es cierto que para una buena salud menstrual y reproductiva es más importante de lo que creemos tener un suelo pélvico fuerte. De hecho, si se ejercita correctamente es posible incluso llegar a controlar el sangrado, poder regularlo a voluntad y, por tanto, dejar de emplear tampones, compresas y copas menstruales. Para ello, es necesario realizar hipopresivas, ejercicios de Kegel y otros cuidados para ejercitarlo, además de emplear las archiconocidas bolas chinas. Recargables, vibradoras, con control remoto… Podemos encontrar en el mercado unas simples bolas que nos pueden costar hasta 80 €, una barbaridad teniendo en cuenta que encontramos algunos modelos a 5 €. Y así el resto de objetos: desde copas menstruales a 100 € a compresas ecológicas de día/noche a precios desorbitados, o bragas menstruales por más de 50 € la unidad. Y sigue sumando.
Packs “primera vez”
Existen toda una serie de sets que se venden “para principiantes” que en el fondo no dejan de ser una copia de los originales (compresas, tampones, copas menstruales…) con apenas algún cambio insustancial y, por supuesto, muchísimo más caras. Cajitas la mar de cuquis con mensajes que instan a vivir en positivo la menstruación, compresas de tela de diseño, libros y otros gadgets menstruales, que se nos presentan en packs para primerizas a precio de oro. Lo mismo ocurre con las copas menstruales de inicio, que no dejan de ser lo mismo que las regulares pero, por algún motivo, se nos cobran mucho más caras.
Masajeadores menstruales
Más de 50 euros por aparatitos para darte masajes en el vientre o los ovarios que reciben nombres tan sugerentes como “cinturón de útero”. En esta liga juegan los parches auto calentantes (un cacharrito que suena a timo teniendo en cuenta que desde tiempos inmemoriales tenemos algo llamado bolsa de agua caliente que cumple la misma función) y otros artilugios destinados a aliviar los dolores menstruales.
Ojo con las apps
Lo que antes era apuntarte en un calendario qué día tenía que venirte la regla y, a partir de él, prever cómo iba a ser el ciclo, ahora viene de la mano de numerosas apps que te marcan las fases del ciclo, cuando es de sobras conocido que cada ciclo es un mundo y cada mujer lo vive de una manera: hay quien tiene dolores durante la ovulación y quien nunca los tiene, hay mujeres que no ovulan justo en el medio del ciclo, otras que tienen síndrome premenstrual unos días antes de la regla y otras que lo tienen un par de semanas antes. Nada que una app pueda prever.
Cojines terapéuticos menstruales
¿A 60 €? Mira, no.
¿Relojes menstruales con múltiples funciones que “predicen” el ciclo?
Los hay de todas las formas, tamaños, colores y con todas las funciones posibles. Pero, ¿cómo hemos podido vivir hasta ahora sin un reloj menstrual?