DÍA MUNDIAL SIN CARNE

Estos son los beneficios para la salud de una dieta sin carne

Nuestro consumo actual de carne es de 2 a 4 veces mayor de lo recomendado. Hoy, Día Mundial sin Carne, te explicamos cuáles son algunas de sus consecuencias para la salud.

Mujer vegana dice no a la carne.iStock

El consumo de carne está aumentando gradualmente y su impacto en la salud ha dado lugar a estudios epidemiológicos que proponen una reducción del consumo total de carne y en particular, del consumo de carne procesada.

Nuestro consumo de carne, en cifras

En España, en el año 2021, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el consumo de carne fue de 50 kilos por persona al año, es decir, que la media está en casi 1 kilo a la semana. Pues si esta cifra te parece elevada, en realidad es la cifra más conservadora, ya que los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) del año 2018 sitúan esta cantidad en el doble (98,76 kilos al año por persona), lo que supone casi 2 kilos a la semana. Teniendo en cuenta este último dato, el consumo de carne en España sería el mayor por habitante de toda la Unión Europea, seguido de Portugal, Polonia y Austria.

Cuando hablamos de estas cifras, muchas personas se sorprenden. Tenemos la percepción de que nuestro consumo real es menor, porque no contamos ese embutido que se toma en la tostada del desayuno, en el pincho que del bar de media mañana, en el bocadillo, en las cenas de picar o en las visitas a la nevera en los picoteos entre horas. Tampoco solemos contar la carne presenten en productos procesados como croquetas, salchichas, San Jacobos, wraps o pizzas. Ni el chorizo y la panceta que añadimos a los potajes de legumbres o a la pasta. Tendemos a pensar que es solo cuándo consumimos un filete o una chuleta y por eso nos parece que el consumo es mucho menor.

"Estamos consumiendo entre el doble y cuatro veces más de la cantidad máxima recomendada"

Si dudas de si esa cantidad es mucho o poco, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda consumir menos de 500 g a la semana de carne, priorizando las carnes blancas y reduciendo al mínimo las carnes procesadas. Es decir, que estamos consumiendo entre el doble y cuatro veces más de la cantidad máxima recomendada (que no hay cantidad mínima, ya que los nutrientes que están presentes en la carne se puede obtener de otros alimentos).

Una cuestión de salud pública

Al margen de otros indudables impactos que implica nuestro actual consumo de carne, hoy nos vamos a centrar en la parte que afecta a nuestra salud.

Hay muchísimas revisiones científicas que se han encargado de estudiar la relación entre consumo de carne y los efectos sobre la salud. Y aunque existe un debate todavía abierto sobre ciertas cuestiones relacionadas con el consumo de carne, hay un dato en el que existe consenso: las carnes procesadas son las que entrañan más riesgo, como ya expliqué con más detalle en este artículo. Las evidencias científicas disponibles asocian su consumo con el aumento del riesgo de padecer cáncer de mama, colorrectal, colon, recto, páncreas, orofaríngeo, vesícula, estómago y de pulmón. Su consumo también se asocia con un aumento de la mortalidad global, mortalidad por enfermedad cardiovascular, mortalidad por cáncer, accidente cerebrovascular y diabetes.

Con respecto a las carnes rojas no procesadas, varios metaanálisis relacionan positivamente su consumo con el aumento del riesgo de cáncer de mama, endometrio, colorrectal, colon, recto, pulmón y carcinoma hepatocelular. También con un aumento de la mortalidad por enfermedad cardiovascular, accidente cerebrovascular y diabetes tipo II.

En el otro extremo, según las evidencias disponibles hasta la fecha, parece que el consumo de carnes blancas de forma aislada no está relacionada con el incremento de estas patologías. Sin embargo, cuando hablamos del consumo de carne total, este sí se relaciona positivamente con un aumento del riesgo de padecer un accidente cerebrovascular, diabetes, cáncer de endometrio, cáncer de mama y cáncer de pulmón. Es decir, que la cantidad importa.

En resumen, la carne a nivel nutricional no es imprescindible. Reducir su consumo total es una cuestión de salud pública, así como reducir el consumo de carnes rojas y minimizar al máximo el consumo de carnes procesadas.

¿Por dónde empiezo?

Para ello, debemos empezar por revisar la cesta de la compra y las visitas a la charcutería y a la vez debemos generar nuevos recursos para que esto se pueda llevar a la práctica. Entre otros, podemos empezar por aumentar la frecuencia de consumo de platos con base de legumbres con verduras (o sus derivados) a nuestros menús semanales para que de forma natural desplacen el consumo de carne.

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