COMER SIN HAMBRE
A veces comemos de más para alimentar necesidades que no sabemos reconocer. Observar y entender esas carencias te ayudará a tener una relación saludable y armoniosa con la comida.
En su libro 'Comer sin prejuicios' (Ed. Planeta), la psicóloga y psicoterapeuta especializada en psicología de la alimentación, Marta García Pérez, asegura que comemos de más o ansiamos controlar lo que comemos con la esperanza de alimentar unas necesidades que, en la mayoría de los casos, no sabemos reconocer. Necesidad de seguridad y respeto, de validación, de que nos apoyen, de sentirnos importantes, de tener identidad, necesidad de que alguien nos comprenda, de que el otro tome la iniciativa o de expresar afecto, gratitud y reconocimiento.
Pérdida de buenos hábitos alimenticios
Nuestros hábitos alimenticios empeoran cuando vamos corriendo de un lado para otro y no paramos en todo el día, cuando estamos con otras personas y nos dejamos llevar, si estamos estresados, trabajamos más de lo deseado o sentimos alguna emoción desagradable que nos cuesta expresar.
También comemos más cuando no nos atendemos, nos sentimos solos o estamos angustiados o si hemos discutido con alguien o estamos decepcionados. Si algunos de los puntos anteriores te resultan familiares, probablemente estés utilizando a la comida como vía para intentar ocultar tus verdaderas necesidades.
“Necesitamos transformar la mirada hacia nosotras mismas para que nuestra manera de comer no signifique rigidez, castigo o restricción, sino que sea uno de los mayores regalos que podemos darnos”, detalla García Pérez. Y para lograrlo, lo primero es empezar por comprender por qué estamos comiendo de más.
Comer por ansiedad
“Si sientes que no lo haces por hambre, pero te cuesta controlarlo, es posible que estés pasando por un momento de estrés o ansiedad”, explica Laura Palomares, psicóloga de Avance Psicólogos. “Comer activa centros del placer en nuestro cerebro que alivian momentáneamente la ansiedad, pero que, al no ir al origen de nuestro malestar, esta vuelve a aparecer junto a pensamientos autocríticos o de culpa por no controlar la ingesta”, añade.
“En ocasiones también puede deberse a un estado de ánimo más bajo de lo habitual, tratando así de compensar sentimientos de tristeza, vacío o baja autoestima con comer”. Otras veces, continúa la experta, “la excesiva exigencia de una dieta puede provocar el efecto contrario al deseado, al generarnos ansiedad o restringirnos demasiado”. En cualquiera de estos casos, es importante plantearse la posibilidad de acudir a terapia psicológica para tratar aspectos emocionales en los que puedes estar necesitando apoyo y herramientas.
5 pasos para evitar comer sin hambre
Aunque no hay recetas milagrosas, sí que podemos seguir una serie de pasos para evitar la ingesta de alimentos sin hambre. Las pautas principales son:
1. Trata de diferenciar si los momentos en los que te dispones a comer son por hambre o por ansiedad. “Si detectas que se trata de ansiedad, párate un momento y date unos minutos para controlar tu respiración. Sentada, alarga tu respiración e inspira contando hasta tres despacio; expira contando hasta 6. Mantener unos 3-5 minutos esta respiración te ayudará a regular la ansiedad y bajar la compulsión de comer”, recomienda Palomares.
2. Una vez estés más calmada, trata de averiguar en qué estabas pensando o qué ha podido suceder para que te hayas activado. “A menudo, esa interpretación de las cosas de forma negativa o catastrofista está causada por la ansiedad”, destaca esta profesional.
3. Mantén hábitos o rutinas a la hora de comer, respetando los horarios y sentándote a la mesa para intentar no pasar hambre a lo largo del día.
4. No te saltes comidas para compensar que ayer comiste más. Según la terapeuta de Avance Psicólogos, “la sensación de hambre puede dispararte la ansiedad y hacer que sea más difícil controlarte con la ingesta”.
5. Come despacio, masticando lentamente y concentrándote en los sabores y en disfrutar. “Esto es muy importante para que la hora de comer se convierta en un momento relacionado con el autocuidado y la calma, y no con algo estresante y sin control”, concluye Laura Palomares.
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