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Deja en paz a su ex y céntrate en tu hijo: Así debemos ayudar cuando les rompen el corazón

No podemos evitar que nuestros hijos sufran desengaños amorosos, que lo dejen con su pareja y que tengan el corazón roto. Pero sí podemos acompañarlos para que sientan consuelo y esperanza. Te cuento cómo podemos hacerlo y qué debemos evitar.

Una hija llora junto a su madrePexels

Una de las cosas que más dolor, frustración o impotencia nos causa es ver a nuestros hijos sufrir y, cuando entran en la adolescencia, puede ser común que nos encontremos con corazones rotos, desengaños amorosos, rupturas... En la adolescencia (y en realidad en todas las etapas de la vida), un desengaño amoroso implica un verdadero malestar emocional.

Como padres, hay muchas maneras de actuar cuando vemos sufrir a nuestro hijo o hija en los casos de rupturas amorosas. Pero hay caminos por los que no debemos transitar, o estaremos haciendo que nuestros hijos no pongan a prueba sus propias herramientas.

Qué no decir y hacer cuando mi hijo o hija ha roto con su pareja

La manera en que nosotros como adultos percibimos una ruptura adolescente es muy diferente al dolor que verdaderamente nuestros hijos pueden estar experimentando. Por eso, debemos evitar las siguientes reacciones:

  • Minimizar sus emociones con frases similares a:

    "No es para tanto, mira que tienes toda la vida por delante"

    "Ya encontrarás a alguien más, de todas formas, ese chico (o chica) no me gustaba para ti"

  • Forzar la información:

    "Venga, dime todo lo que ha pasado, cuéntamelo"

    "¿Por qué no quieres hablar? Cuéntamelo y así podré ayudarte a que te sientas mejor"

  • Hacer que el tema sea de dominio público:

    Evitemos contarlo o comentarlo con las amigas, con otras madres, vecinas o tías. Permitamos que nuestro hijo sea quien decida cómo se habla el tema con los demás miembros de la familia o conocidos.

  • Intentar dirigir y controlar la situación:

    Cuando queremos resolver a toda costa los acontecimientos o dificultades a las que se enfrentan nuestros hijos, a menudo los hacemos sentir aún como niños, fomentando que no puedan lidiar con sus propios recursos. Lo hacemos con buena intención pero dificultamos el hecho de que puedan salir adelante por ellos mismos.

  • Criticar y juzgar a su ex:

    Seguramente en esos momentos tenemos algunos comentarios no tan positivos que queremos decir, puesto que vemos a nuestros hijos sufrir. Incluso si pensamos o atribuimos la culpa a su ex pareja, hay que ser conscientes y no criticar o hablar mal de esa persona. Pensemos que de la misma manera, la otra familia puede hablar mal de nuestro hijo o hija y eso no nos gustaría.

Qué hacer y decir cuando nuestro hijo sufre por amor

Lo expuesto anteriormente no significa que debamos quedarnos de brazos cruzados y sin decir nada. Debemos actuar para aportarles esperanza, consuelo y fuerzas. Lo más recomendable es lo siguiente:

  • Escúchalo con atención:

    Si estás en la etapa en que tiene intención de compartir contigo lo que ha pasado, escúchalo cuantas veces sean necesarias, recordemos que, el hecho de comunicar y externar algún dolor, ayuda a comenzar el proceso de sanación.

  • Dale su espacio:

    En lugar de querer controlar e intentar saberlo todo para buscar cómo poder solucionarlo, vamos a darle a nuestro adolescente su espacio, que pueda vivir su duelo y poco a poco salir adelante con sus recursos internos.

  • Propicia una sana distracción:

    Si identificas que su estado de ánimo ha ido decayendo cada vez más, será buen momento para invitar a tu adolescente a realizar en conjunto con hermanos o amigos alguna actividad que sepas que le gusta. Plantéalo como como una invitación, no una obligación. Vamos a dar oportunidad de que sean ellos quien lo decidan.

En resumen, aunque nos gustaría que esta situación no afectara a nuestros hijos, la realidad es que debemos reconocer que son experiencias que irán sumando aprendizajes a su vida y les servirán como preparación para enfrentar mejor las situaciones complejas de la vida. Nuestro papel es el de acompañar, no el de solucionar su malestar.