¿Qué no es feminismo?
Qué es y qué no es feminismo. La cuestión genera ríos de tinta. Por este motivo, hemos elaborado una lista de cosas que parecen muy feministas pero en realidad, a nuestro parecer, no lo son en absoluto.
Dado que a las mujeres se nos ha juzgado de forma muy severa por el físico a lo largo de la historia (hasta hace poco era, de hecho, nuestra única baza para encontrar marido), tal vez llegó el momento de dejar de poner énfasis en nuestro cuerpo y que se nos empiece a juzgar de una vez por otras cualidades. Los límites entre lo que es feminista y lo que, disfrazado de feminismo, no hace más que alimentar ciertos roles de género que estaría bien ir erradicando, son difusos. Por este motivo, hemos elaborado una lista de cosas que parecen muy feministas pero en realidad, a nuestro parecer, no lo son en absoluto.
“La mujer es lo más bonito que hay”
Muchos hombres, especialmente de la vieja escuela, argumentan que no se le puede hacer daño a la mujer porque, “es lo más bonito que hay”. Esa imagen de la mujer como una princesa, como alguien a quien hay que amar y mimar porque es frágil y delicada no nos beneficia nada cuando, no lo olvidemos, el fin del feminismo no es otro que la igualdad. En la misma línea encontramos el discurso típico en muchos hombres feministas, que aseguran que las mujeres somos más listas, eficaces, resolutivas y multitasking, no como ellos, pobres, que no son capaces de hacer dos cosas al mismo tiempo. En realidad nos bastaría con ser personas normales con unas habilidades estándar, similares a las de los hombres, y poder ejercer el derecho, igual que lo tienen ellos, de no tener que ocuparnos de varias cosas a la vez para garantizar el equilibrio de nuestra vida laboral y familiar. ¿Alguien se ha parado a pensar que tal vez somos esas super heroínas a las que tanto se encumbra, más que por voluntad propia, porque no nos queda más remedio?
“Me visto como me da la gana”
Sí, pero si indagásemos un poco en los motivos por los que te da la gana llevar un push-up que te oprime la espalda, unos tacones de 15 cm y una faja hasta la cintura tal vez tú misma te darías cuenta de que no te estás vistiendo como te da la gana, sino realzando unos atributos que tradicionalmente han sido del agrado del patriarcado. “Yo me visto para mí misma” es una frase peligrosa que en la mayoría de casos nos acabamos creyendo aunque no siempre sea cierta. ¿Acaso te vistes así para ver series en el sofá? Y aunque es cierto que todas pasamos por el aro, eliminando vello, tiñendo canas y haciendo dietas imposibles aún sin necesitarlo, es interesante no disfrazarlo de libertad cuando en muchas ocasiones es precisamente todo lo contrario.
Problemas del primer mundo
No hay nada menos feminista que dedicar toda nuestra energía a debatir sobre los vestidos que se ponen las demás o sobre la conveniencia de hacernos las uñas. Apartar la mirada de nuestro pequeño primer mundo y abrirla a las mujeres de otras culturas, de otros países, mujeres a las que se lapida, se mutila y se niegan derechos fundamentales, nos hará, sin duda, mejores feministas. Esto no significa que nuestros problemas no tengan importancia, sino simplemente que no son los únicos, algo que desgraciadamente parecen olvidar muchas feministas mediáticas occidentales.
Los hombres también pueden ser feministas
Desde ciertos sectores se niega a los hombres la capacidad de opinar sobre feminismo, cuando esta prohibición hace que acabemos cayendo en las mismas trampas que nos han tendido a nosotras a lo largo de la historia. Eso sí, tampoco hay que permitir que nos hagan mansplaining sobre feminismo, algo que seguramente todas hemos vivido. “¿Por qué aguantas a ese borracho? Le tenías que haber dicho que...”. Guardaos vuestros consejitos, queridos, pues alguien que lleva desde los 10 años soportando todo tipo de improperios gratuitos en todos los ámbitos de su vida, algunos muy desafortunados, puede que tal vez algún día no tenga ganas de guerra.
El papel de la madre en la crianza
Desde ciertos sectores del feminismo en los que se apuesta por la crianza natural, con apego y las lactancias prolongadas se relega a un segundo plano la figura del padre, cuyo papel consiste en actuar como soporte logístico y práctico a la estructura familiar mientras el desarrollo emocional del bebé suele quedar en manos de la madre. Aparte de que este modelo puede ser discutible, del mismo modo que se puede discutir el de la madre deseosa de largarse a trabajar y dejar a su hijo en manos de una canguro, lo que está claro es que no deberíamos ser nosotras las que juzguemos el papel de otras mujeres porque sientan el vínculo con sus hijos de manera diferente a la nuestra.
Solo hay que pasarse por un foro de crianza y ver cómo las madres (¿dónde andarán los padres?) nos dedicamos a despellejarnos las unas a las otras. Mientras a unas se les acusa criar con apego (mal nombre, ¿acaso las madres que no crían así no tienen apego hacia sus hijos?) y de reproducir roles retrógrados y desfasados, a las otras se les recrimina haber olvidado sus instintos tras haber sido imbuidas por un sistema capitalista diseñado por y para beneficio de los hombres. ¿Quién tiene razón? Probablemente todas a su manera. Por ello, lo más sensato sería que, desde el propio feminismo, empecemos a vernos como aliadas y no como enemigas: porque en el fondo, aunque a veces se nos olvida, todas deseamos lo mismo.