"La familia es lo más importante", se suele decir. Y efectivamente, la familia es una fuente de apoyo social fundamental a nivel psicológico, sin embargo, no siempre se desarrolla un vínculo sano con el núcleo familiar, o por lo menos, no con todos los miembros.
Es muy frecuente encontrarnos con algún miembro de la familia con el que no nos llevemos del todo bien, ya que podemos chocar con respecto a valores e ideas. A veces, a la hora de discutir, caemos en unas formas poco empáticas y bastante hostiles. Este tipo de situaciones pueden generar enfrentamientos y malestar, no solo en los dos miembros que discuten si no en todo el grupo familiar.
¿Qué hacer si choco con las ideas de un familiar?
Recuerda que tú eliges tus propias batallas. Esto significa que no es necesario discutir o luchar todo aquello con lo que no estemos de acuerdo, si no elegir aquello por lo que nos merece la pena.
Si pones límites en exceso, puedes enfrentarte a consecuencias como:
- Dañar la autoestima del otro.
- Desgastar la relación con detalles con poco peso.
- Malhumorarte y fomentar emociones de malestar emocional.
- Alejarte del agradecimiento y el positivismo, conceptos muy importantes para el bienestar emocional.
- Generar un ambiente hostil.
Pero cuidado porque si no pones
ningún límite, también te enfrentarás a otras
consecuencias como:
- Verte en una relación jerárquica en un rol de sumisión.
- Dañar tu autoestima.
- Alejarte de tu identidad, necesidades, deseos y valores.
- Desarrollar emociones negativas hacia la otra persona.
- Deseos de alejarte de los planes familiares o los planes en los que esté esa persona, fomentando el aislamiento.
Por tanto, es fundamental encontrar un equilibrio entre poner límites y no ponerlos. Parece todo un arte encontrar este punto, sin embargo, es más sencillo de lo que pueda parecer si realmente conectamos con nuestras propias necesidades y emociones.
Cómo salir airoso de una conversación incómoda
A continuación, se proponen algunas recomendaciones para elegir mejor cuándo poner límites y cuándo no a ese familiar con el que tanto chocamos:
- Es importante poner límites cuando sintamos que se nos falta al respeto, se nos humilla o se nos trata con inferioridad. Por ejemplo: cuando se nos critica con frases como "estás diciendo tonterías".
- Las faltas de respeto no se contestan con otras faltas de respeto, si no que se contestan con asertividad. Técnicas como el banco de niebla pueden ser muy útiles, que consiste en dar la razón en parte. Por ejemplo: "el roscón que has traído tú está muy bueno, sin embargo, el mío también me gusta".
- Reflexiona sobre para qué quieres convencer a alguien de tus ideas. Cuando sostenemos una idea, la sostenemos porque nos parece la mejor, sin embargo, a otras personas les parecerá mejor defender otro tipo de ideas. Esta es la magia y lo bonito del ser humano, que tengamos distintas perspectivas.
- Es importante intentar comprender al otro y comprender por qué el otro piensa así teniendo en cuenta su experiencia de vida y no enfrascarnos en que solo lo nuestro es lo mejor y lo válido. No todos hemos tenido los mismos aprendizajes.
- Pon límites asertivos si te quieren convencer a ti de algo que no compartes. Puede darse la situación opuesta al apartado anterior y que veas que es a ti a quien quieren convencer de otra cosa. Aprecia los argumentos sin verte en la obligación de debatirlos, es decir, tú por tu cuenta puedes trasladar tus propios argumentos, pero no hace falta insistir. ¿El objetivo de la conversación es ver quien "gana"? porque si es así, los dos podéis salir muy dañados. El objetivo debería ser el ser capaz de aportar y sumar.
- Por último, no estamos obligados a mantener en el tiempo una relación que nos causa malestar. Si se trata de una persona que nos irrita profundamente, podemos cortar la relación con esa persona o por lo menos evitar que las quedadas sean frecuentes o incluso evitar esos temas que son tan peligrosos. Por ejemplo: "te aprecio mucho, pero noto que no nos viene bien hablar sobre política, ¿te parece que dejemos a un lado ese tema?" o "te aprecio mucho, pero he notado que cuando queremos imponer nuestras ideas al otro acabamos mal, te propongo que intentemos respetar nuestras ideas con empatía”.
En conclusión, recuerda que las discusiones no son para ganarlas, sino para crecer juntos y para ello debemos hablar desde la serenidad, la calma y la empatía. Si no somos capaces de esto, es mejor no entrar en esa discusión o ser coherentes con nosotros mismos y desvincularnos de esa persona.