Evita dramas

Consejos para gestionar, con éxito, una rabieta infantil

Porque vamos a la playa y queremos quedarnos jugando. Porque nos vamos de la playa, con lo bien que se estaba. Porque tenemos hambre o porque no queremos comer. Porque nos han quitado un juguete o porque queremos el juguete de otro. Porque nos morimos de sueño y no somos conscientes de ello. Porque la vida, al fin, nos depara numerosas dificultades si somos pequeños, no sabemos expresar nuestras emociones –no sabemos ni reconocerlas, de hecho, cosa que muchos no aprenden tampoco cuando llegan a adultos, pero ese sería otro tema– y la frustración nos acecha en cada esquina.

Niño gritandoiStock

Nuestra desdicha se expresa, en muchas ocasiones, en forma de rabieta, que puede ser más o menos intensa y más o menos duradera, que puede sobrevenir en cualquier lugar y que a menudo paraliza a quienes nos rodean.

Las rabietas infantiles son tan habituales como en ocasiones dramáticas para madres y padres, que a menudo no saben cómo reaccionar ante semejantes despliegues de poderío mediterráneo por parte de seres tan pequeños y, qué demonios, tan sumamente encantadores. Las vacaciones son, además, época de rabietas. ¿Cómo hacerles frente? Para empezar siendo conscientes de que son algo natural que forma parte del aprendizaje del niño, al que tenemos que intentar acompañar en este proceso de enfadarse con el mundo sin ponernos (y ay, qué difícil es a veces) a su altura. Estos tips os ayudarán a sobrellevar las rabietas.

1-Evítalas

Es algo que el pediatra Carlos González repite como un mantra, intentando que las madres y padres entiendan que no por ello son más “blandos” o están educando peor a sus hijos. Para un niño pequeño, cualquier pequeña situación de la vida puede ser tremendamente frustrante y enseñarle a enfrentarse a ellas con entereza, afirma González, no servirá de nada. ¿Se enfadan los niños cuando no se salen con la suya? “¡Toma, igual que yo! A ver si es que estoy mal de la azotea y no lo sabía. Y usted, ¿no se enfada cuando no consigue lo que quiere? (…) Si enfadarse cuando no nos salimos con la nuestra es una enfermedad mental igual necesitamos todos una clínica de reposo”, asegura el pediatra en su libro 'Bésame mucho' (Temas de hoy, 2003). Así pues, lo ideal es intentar minimizar al máximo sus rabietas. “Si se va a enfadar porque le quitamos su juguete preferido porque tiene que irse a dormir, lo ideal es distraerle con otra cosa”, asegura el pediatra, que concluye: “Si su hijo de año y medio no quiere andar y es hora de volver a casa, ¿qué puede hacer si no llevarle en brazos?”.

2- Mantén la calma

Por más que intentes minimizarlas, las rabietas llegarán en algún momento, no lo dudes, especialmente en niños sobre los dos años (los famosos terrible two). Cuando esto ocurra, es fundamental, en palabras de la psicóloga Montserrat Giménez en 'Los niños vienen sin manual de instrucciones' (Punto de lectura, 2007), mantener la calma. “Recuerda que tú eres el adulto. Tu hijo no puede, realmente su edad no le permite tener capacidad para dominar sus emociones, pero tú sí. Así que no te pongas a gritar como él, ni entres en su juego. Respira profundamente y convéncete de que no pasa nada”.

Niño enfadado | iStock

3- No le des lo que quiere

Es un punto altamente matizable, porque es probable que “lo que quiere” sea algo totalmente razonable teniendo en cuenta su edad y su proceso madurativo. Según González, “si no era una cuestión de vida o muerte, si en el fondo sabía que no tenía importancia, ¿para qué tanto escándalo? Si piensa que puede ceder, ceda pronto y evitará discusiones”. En el caso de que no queramos ceder (o que no sea posible, por diversas circunstancias), Giménez recomienda decir “¡Basta ya!” o “Para” de forma firme cuando el niño sea incapaz de frenar el llanto. “No conseguiremos que el niño deje de llorar de forma instantánea, pero le podemos enseñar a hacerlo si somos constantes con esa instrucción tan precisa”.

4- No le castigues con cosas que no podrás cumplir (ni con nada)

Giménez continúa: “No le digas cosas que no sientes ni le castigues con cosas que no puedes cumplir (“no irás nunca más al parque”)”. La pediatra Rosa Jové, en su popular libro Ni rabietas ni conflictos (La esfera de los libros, 2011) afirma que “se trata de una etapa que es preciso pasar y que los padres deben aceptar y entender, sin recurrir a los castigos, porque de lo contrario contribuirán a hacer crónico un problema que tiene fecha de caducidad”.

5- La clave: el diálogo

La psicopedagoga Laura Gutman recomienda “transmitir al niño lo que a nosotros, los adultos, también nos pasa. Y darnos cuenta de que tenemos que llegar a algún tipo de acuerdo donde los deseos de unos y otros puedan coexistir”. Este intercambio, asegura Gutman, solo puede dar lugar a resultados positivos. “Si somos capaces de generar espacios de intercambio con el niño pequeño, constataremos que las rabietas desaparecerán. Porque el niño se sentirá escuchado y tenido en cuenta, independientemente si “eso” que deseaba podrá ser o no satisfecho. La prioridad reside en haber sido comprendido por el adulto amado”.