NO LA TIRES
Una escoba que no se limpia no solo resulta ineficiente para recoger la suciedad, sino que también puede transformarse en un auténtico nido de bacterias y alérgenos. En este artículo te contamos cómo dejarla como nueva, paso a paso.
Hagamos un pequeño ejercicio mental. Estás ahí, en tu cocina o en tu trastero, barriendo con tu escoba de confianza cuando de repente... ¡sorpresa! Te das cuenta de que tu fiel compañera de batallas está tan sucia que deja polvo allí donde la pasas.
Ante esta situación, es natural que la primera idea que cruza por tu mente sea la posibilidad de deshacerte de la escoba y adquirir una nueva. No obstante, antes de sumergirte en el universo de las compras impulsivas, sería prudente considerar la alternativa de otorgarle una segunda oportunidad a tu veterana amiga. ¿Cómo? Pues, mediante un proceso de limpieza, por supuesto.
No te inquietes, a continuación, te contamos cómo quitar la suciedad de la escoba, permitiéndote así prolongar su vida útil y ahorrarte la necesidad de una nueva adquisición.
Limpiar una escoba puede sonar más complicado de lo que realmente es. Pero lo cierto es que no necesitas un doctorado en limpieza de herramientas domésticas para lograrlo. Aquí tienes un paso a paso sencillo:
1. Sacudida inicial: Lleva tu escoba al aire libre y dale una sacudida vigorosa. Golpéala contra el suelo para liberar el polvo resistente que se ha acumulado en las cerdas. Este paso elimina las partículas más grandes y prepara la escoba para una limpieza más profunda.
2. Sumérgela en agua: Llena un cubo con agua caliente y añade un poco de detergente. Sumerge las cerdas de la escoba en esta mezcla y déjalas reposar durante unos minutos. El agua caliente y el detergente ayudarán a aflojar la suciedad y a eliminar cualquier residuo pegajoso que pueda haberse adherido a las cerdas.
3. Frótala: Utiliza un cepillo con cerdas duras para frotar con cuidado las cerdas de la escoba. Presta atención a cada cerda, asegurándote de eliminar cualquier suciedad persistente. Enjuaga el cepillo y repite este proceso hasta que las cerdas recuperen su aspecto original y estén libres de cualquier residuo.
4. Secado al sol: Después de limpiar las cerdas, permite que la escoba se seque al sol. La exposición al sol no solo ayuda a secarla, sino que también contribuye a eliminar posibles bacterias y olores no deseados. Si no tienes acceso a la luz solar directa, coloca la escoba en un lugar bien ventilado para un secado eficiente.
Ahora que tu escoba está como nueva, toca mantenerla en condiciones para no volver a tener que dedicarle tanto tiempo para dejarla como nueva: ¿cada cuánto deberíamos hacerle una puesta a punto? La respuesta es simple: una vez al mes. Una limpieza mensual evitará que la suciedad se acumule y que tu escoba se convierta en un nido de gérmenes.
"¿Por qué molestarse en limpiar la escoba?", podrías preguntarte. Pues bien, más allá de la obvia cuestión estética, hay razones más importantes para mantener tu escoba en condiciones óptimas.
Una escoba sucia no solo es ineficiente para recoger la suciedad, sino que también puede convertirse en un nido de bacterias y alérgenos. Así que, si te gusta barrer, pero no quieres esparcir gérmenes por toda la casa, la limpieza regular es tu mejor aliada.