DISCUTIR NO EDUCA
"Todas las parejas discuten" o "No me divorcio por mi hijo"… ¿Te suenan estas frases? Te explicamos cuáles son las consecuencias de discutir delante de los hijos.
En algunas familias las discusiones son frecuentes, sobre todo entre los padres. En muchas ocasiones he escuchado a mis pacientes decir: "No me divorcio únicamente por mis hijos".
Este pensamiento refuerza una actitud que responsabiliza y culpabiliza injusta e indirectamente al hijo de todas las consecuencias de la relación de sus padres.
Normalmente, cuando una relación de pareja se ha convertido en tóxica y conflictiva y las personas que la forman siguen unidas, existen otro tipo de resistencias a la separación que nada tiene que ver con los hijos: evitación, miedo, dependencia… es muy importante darle el valor que requiere a estos factores para no caer siempre en el pensamiento de que lo hacemos por nuestros hijos.
Un flaco favor les hacemos a nuestros hijos manteniendo una relación de pareja en la que se discute con frecuencia delante de ellos, debido sobre todo a las consecuencias que pueden acarrear.
¿Las discusiones de los padres afectan a los hijos?
Sí, sin duda afectan y mucho. Repasamos las principales consecuencias negativas que conlleva el hecho de que los padres se peleen delante de sus hijos.
Si los padres discuten, los hijos también lo harán
Los niños aprenden a identificar sus emociones y a gestionarlas siguiendo nuestro ejemplo. Si nosotros somos los primeros que perdemos la paciencia y el respeto hacia nuestra pareja: ¿cómo vamos a pedirles a ellos que cuando sientan enfado o disgusto no se comporten de forma disruptiva con nosotros y con los demás? Con este ejemplo aumentamos la probabilidad de peleas con otros niños o hermanos.
Las peleas generan estrés, preocupación y malestar
Si peleamos como pareja en casa delante de nuestros hijos -o de una forma que lo acaban escuchando- estamos generando un ambiente hostil. Incluso, aunque los niños no estén presentes en esas discusiones, van a percibir la hostilidad y el mal humor entre sus padres.
En este punto es importante tener en cuenta las neuronas espejo que hacen que ellos sientan lo mismo que nosotros y la culpabilidad que pueden experimentar al no poder hacer nada para mejorar la situación.
Aumento de la probabilidad de triangulaciones
Cuando peleamos delante de nuestros hijos, podemos estar fomentando directa o indirectamente que el niño actúe como un árbitro entre nosotros o que acabe adoptando el rol de salvador de alguno de los miembros de la pareja.
En este caso estamos confundiendo al niño posicionándose entre sus padres y asumiendo una serie de responsabilidades que no le corresponden, que le quedan grandes y por las que pueda salir perjudicado a corto, medio y/o largo plazo.
Los problemas de los padres se traspasan a los hijos
Al involucrar a un niño en los problemas de sus padres sin que tengan la madurez para poder hacerlo, o si le damos información excesiva sobre la vida privada del progenitor, le estamos traspasando nuestros traumas y potenciando que se sientan culpables o responsables de lo que nos sucede.
Una cosa es que exista comunicación en casa y otra cosa muy diferente es que como padres contemos a nuestros hijos los detalles de nuestros problemas, sobre todo si involucran a la pareja. ¿Qué piensas que puede hacer el niño con toda esa información? Se le quedará bloqueada en su mente porque es información que no puede ni debe asumir.
Normalización de la violencia
Cuando un niño vive en una familia conflictiva o en la que ve con frecuencia las discusiones entre sus padres, acaba normalizando conductas violentas y agresivas que pueden llevarle a ir normalizando cosas cada vez peores y de esta forma acabar metido en una relación de pareja conflictiva. Aumenta así la probabilidad de maltratar o de ser maltratados en el futuro.
Crisis de identidad y de autoestima
El ambiente hostil de casa puede provocar que el niño adquiera un rol en su día a día que sea tranquilizador o amable para compensar y apaciguar las aguas.
Este rol tiene como principal problema que el niño aprende a olvidarse de sus propias necesidades y emociones porque está constantemente pendiente de mantener la tranquilidad en el ambiente y que a su alrededor todos estén bien, siempre con la alarma puesta.
En definitiva, si como adultos detectamos que nuestra relación de pareja es conflictiva y existen discusiones frecuentes, lo peor que podemos hacer es conformarnos con ello, sobre todo si hay niños.
Como adultos debemos hacernos cargo de la problemática, buscar ayuda profesional y si no funciona divorciarnos, pero nunca cargar a un niño con el peso de nuestra relación y nuestros problemas.