Separarse bien es posible
La primera pregunta que se hacen muchas madres y padres cuando se disponen a afrontar una separación con hijos de por medio es cómo afectará la nueva situación a los más pequeños. De repente, sobrevienen millones de dudas sobre cómo gestionar la nueva vida y sobre cómo desvincularnos de la relación de pareja sin que esto afecte a nuestros hijos.
¿Custodia compartida sí o no? Y si es que sí, ¿cómo? Cambios de domicilio, de escuela, gestión de abuelos, familiares y amigos y creación de una relación nueva (pero al fin una relación, en este caso de paternidad compartida) con la ex pareja… Hay mil factores a tener en cuenta en los que probablemente nunca se había pensado hasta la fecha. ¿Cuáles son los pasos a seguir para separarse bien?
Pensar siempre en los chicos
El psicólogo Alberto Álamo afirma que antes de dar consejos prácticos sobre cómo organizar una separación, algo que al final depende de las circunstancias individuales, tanto emocionales como económicas, conviene dejar claras dos cosas fundamentales. En primer lugar, que “una separación no tiene por qué afectar de forma determinante a los niños si las cosas se hacen bien”, y en segundo que “para hacerlo bien solo cabe una máxima: que prevalezca el bienestar de los chicos por encima del propio”. ¿Una perogrullada? Tal vez sí, pero no lo parece tanto a juzgar por la cantidad de casos en que “se intenta poner a los niños contra el otro progenitor, e incluso condicionar al psicólogo para que emita informes contrarios a uno de los dos que influyan en la custodia”.
Identificar la propia situación
Una separación es un mazazo siempre, e implica cambios físicos y emocionales que van desde “la gestión de los egos, del orgullo, cuestiones culturales e ideológicas, además de cambios de domicilio, laborales o de situación socioeconómica”. Es fundamental saber dónde nos encontramos y decidir si podemos sobrellevar la situación con recursos propios o necesitamos ayuda externa, un ejercicio de introspección que no siempre se hace y que es necesario también “para saber dónde queremos llegar”.
Establecer unas normas consensuadas
Ante una separación puede que el niño perciba como injustos los cambios que van a llegar, lo que puede dar lugar a dificultades de orden psicológico. “Se preguntan por qué pagan el pato de algo que ellos no han buscado y para minimizar la situación es fundamental que existan unas normas consensuadas, tanto en los grandes aspectos como en otros menos relevantes”, explica Álamo. Desde las normas para ir a dormir, las comidas, la higiene o el ocio, el niño se sentirá más seguro si existen unas normas homogéneas por parte de ambos progenitores.
Mínimos cambios
En este sentido, el psicólogo recomienda también minimizar los cambios en la medida de lo posible, aunque es consciente de que “una cosa es lo ideal y otra es lo que podemos hacer, y la vida al fin acaba siendo siempre la capacidad de gestionar aquello que tenemos”. Sin embargo, puestos a escribir la carta a los Reyes, para Álamo sería ideal que los niños tuviesen una casa y fueran los padres los que se fuesen cambiando, aunque en la mayoría de casos esto no es posible por motivos económicos. “Si el niño acaba teniendo dos domicilios, es interesante que siga yendo al mismo colegio, tenga los mismos amigos, se quede en el mismo barrio y tenga la misma relación con los abuelos y familiares que tenía antes, por más que la relación de los padres haya cambiado”.
No mentirles
No es necesario contarles detalles ni tratar a los niños como si fuesen adultos (otro error frecuente), pero tampoco recurrir a parches y mentirijillas. “Se trata de ajustar los niveles de explicación a la edad, y dejar siempre claro que ambos progenitores arroparán al niño emocionalmente en todo momento y que nunca jamás van a separarse de él o de ella”.
Ser cuidadoso con las nuevas parejas
Especialmente si existe un nuevo compañero justo después de la separación. Para Álamo, es conveniente “respetar un periodo de duelo antes de la introducción de nuevas parejas en la vida de los niños, que han sufrido una pérdida estructural y hay que asegurarse que la situación ha sido correctamente digerida”, explica. Tampoco parece muy buena idea presentar constantemente parejas esporádicas, “sino esperar a tener cierta estabilidad, pese a que luego por cosas de la vida la pareja se acabe rompiendo”. Incluso aunque exista una nueva pareja, Álamo recomienda “buscar espacios de intimidad con los niños, sin la otra persona”.
Compartir momentos juntos
Álamo asegura que este es el punto más complicado, que no siempre es posible y que tampoco hay que flagelarse si no se consigue, pero que “si somos capaces de romper con un ‘que te vaya bien’ y crear una relación fluida y cordial con nuestra ex pareja, es interesante reunirse en familia en momentos puntuales, como cumpleaños, etc. Es un síntoma de buena salud emocional”, concluye. ¿Nos separamos mejor ahora? “Probablemente”, opina Álamo.
Mientras las relaciones de pareja son cada vez más complejas en un momento “en que está cambiando el paradigma de las relaciones afectivas, con fenómenos que van desde el poliamor hasta el empoderamiento de diversos colectivos hasta ahora silenciados, como las mujeres, es cierto que tendemos a separarnos cada vez con más sentido común”.