SALUD MENTAL

Cómo afecta el estigma de peso en la atención sanitaria

El sesgo no consciente sobre el peso influye en la calidad de la atención sanitaria y empeora la salud física y mental de quienes lo sufren. En este artículo te hablamos sobre qué relación existe entre peso, estigma de peso y peor salud.

Persona obesa en la consulta médicaiStock

El estigma del peso como el conjunto de conductas discriminatorias dirigidas hacia las personas con cuerpos que no encajan en los cánones de peso y forma corporal socialmente considerados como deseables en ese momento, basadas en un sesgo mayoritariamente no consciente sobre cómo son estas personas o qué hábitos tienen.

Estigmatizar empeora la salud física y psicológica

La sabiduría popular afirma que estigmatizar a las personas de mayor peso y aplicar presión social para incitar a la pérdida de peso mejora la salud de la población. Sin embargo, las evidencias dicen lo contrario. La ciencia más reciente indica que el estigma relacionado de peso puede desencadenar cambios fisiológicos y conductuales relacionados con una peor salud metabólica y con un mayor aumento de peso.

No se libran de este sesgo ni siquiera profesionales de la salud que se especializan en problemas relacionados con la llamada obesidad (según el obsoleto IMC del que ya hablé en este artículo) y, según los estudios, la proporción de profesionales con sesgos explícitos gordofóbicos (por ejemplo "las personas gordas no tienen fuerza de voluntad") ha aumentado en los últimos años.

La naturaleza del sesgo por parte de profesionales de la salud abarca la aprobación de estereotipos negativos de los pacientes con un IMC más alto, incluidos términos como que son personas perezosas, vagas o débiles, sintiendo menos respeto por esas personas y teniendo más propensión a referirse a ellas como una "pérdida de tiempo".

El estigma de peso repercute en la atención sanitaria

Este estigma de peso (del que ya hablé más específicamente en este artículo) tiene consecuencias directas en la calidad asistencial que se brinda a estas personas, lo que lleva a otra vía potencial a través de la cual el estigma del peso contribuye a unas tasas más altas de mala salud.

Según las evidencias disponibles, en cuanto a la calidad de la atención sanitaria y la toma de decisiones médicas -a pesar de que las personas de mayor peso tienen un riesgo elevado de cáncer de endometrio y de ovario, por ejemplo- se le niega la realización de exámenes ginecológicos a las pacientes de mayor peso o se retrasa el momento de hacerlos.

Además, los pacientes con un IMC más alto reciben menos tiempo de atención en consulta en comparación con el tiempo que pasan con pacientes con un IMC más bajo y también se les dedica menos tiempo en consulta a la parte de educación para la salud.

En cuanto a la calidad de la comunicación, quienes tienen un peso más alto claramente reciben el mensaje de que se les devalúa y no se les quiere en el entorno clínico, y con frecuencia informan que sienten que se les ignora y que reciben un trato violento en el ámbito sanitario.

Asimismo, quienes tienen un IMC más alto tienen en la edad adulta tienen casi tres veces más probabilidades que las personas con IMC más bajo para afirmar que se les ha negado una atención médica adecuada.

Además, las personas con un IMC considerado como obesidad sienten que sus profesionales de la salud preferirían no tratarles. Como resultado, estas personas evitan buscar atención médica debido miedo de sufrir esta estigmatización, hasta que es demasiado tarde en algunos casos. Incluso cuando buscan atención médica con la intención de perder peso, los intentos de pérdida de peso tienen menos éxito cuando estas personas perciben que en atención primaria se les juzga en función de su peso.

Y lo más importante, cuando en el entorno sanitario se centran en tratar pesos, se corre el riesgo de pasar por alto los verdaderos diagnósticos que motivan a que estas personas pidan ayuda médica.

La estigmatización, un daño colateral de las medidas contra la obesidad

Muchos esfuerzos dirigidos a disminuir las tasas de la llamada obesidad son cómplices involuntarios de contribuir al estigma del peso. El consejo médico estándar para perder peso se centra en asumir la responsabilidad individual y apelar a la mal llamada fuerza de voluntad ("come menos, muévete más"). En este contexto, se considera que avergonzar o culpar es una motivación para que mejoren sus hábitos. Sin embargo, este enfoque perpetúa la estigmatización, ya que las personas de mayor peso ya se culpan a sí mismas y ya se sienten avergonzadas por su peso. El estigma, por lo tanto, puede ser una consecuencia indeseada de las medidas contra la obesidad, que justamente produce un efecto contrario al que se pretende con estas medidas.

Por todo ello, y dado el vínculo entre el IMC elevado, la salud metabólica y el estigma de peso, urge erradicar el estigma de peso en general y muy especialmente en el sistema sanitario.