CON MUCHO SIGNIFICADO
La moda cambia, pero la elegancia se mantiene. Y esto es lo que ha hecho precisamente Teresa Urquijo con el vestido de novia que ha lucido en su boda junto a Martínez Almeida. Una forma de seguir con la tradición familiar y homenajear a su abuela y a su madre con su prenda más especial. Y te contamos todos los detalles del look y los cambios que ha realizado en un vestido con más de 63 años de historia.
Este sábado 6 de abril, la capital se paralizó por la boda de José Luis Martínez Almeida y Teresa Urquijo celebrada en la Iglesia de San Francisco de Borja de la capital. Un enlace muy esperado que reunió a más de 500 invitados entre los que se encontraban los rostros más conocidos de la política, la realeza y la jet set de nuestro país. Sin embargo, el gran protagonista -indiscutible- fue otro: el vestido nupcial.
El secreto mejor guardado de los enlaces se descubrió cuando la novia llegó a la iglesia acaparando todas las miradas y haciendo un especial y sentido homenaje tanto a su abuela como a su madre, luciendo así el vestido que las dos mujeres de sus vidas llevaron en su boda, aunque con pequeñas modificaciones.
Un diseño en tejido de raso, con hilo de plata, de corte recto y el detalle de las mangas abullonadas. Además, cuenta con una cola de casi tres metros de largo y un velo de tul de seda que le ha dado el toque nupcial que buscaba, sin perder el clasicismo pero adaptado a las tendencias actuales.
Se trata de un vestido que fue confeccionado por Pedro Rodríguez en 1961 para que la abuela de la novia, Teresa de Borbón Dos Sicilias, pasara por el altar junto a Íñigo Moreno Arteaga. Y que, después, recuperó la madre de la novia, Beatriz Moreno, para casarse con Lucas Urquijo en 1995.
Ahora, la ya mujer de Almeida ha querido recuperar esta joya familiar cargada de significado para uno de los días más bonitos de su vida, modificándolo para conseguir un diseño clásico y actual al mismo tiempo de la mano de Cristina Martínez Pardo, del atelier Navascués. Los cambios que han hecho juntas han sido en el escote, apostando por un cuello redondo más moderno; en la falda, haciéndola recta, con abertura trasera y una cola desmontable; y, sobre todo, en las mangas, con drapeado y rematadas con puños camiseros. Un acierto que ha sido estilísticamente muy aplaudido y con el que ha querido conservar una tradición familiar que lleva presente desde hace 63 años.