PADRE E HIJO ANTE TODO
Ayer los Windsor le dieron el último adiós al Duque de Edimburgo en la capilla de San Jorge. La mayoría de los miembros de la Familia Real británica se mostraron sobrios, adoptando una actitud circunspecta durante el sepelio. Sin embargo, el príncipe Carlos no fue capaz de contener su dolor y acabó emocionándose en reiteradas ocasiones por la pérdida de su progenitor.
El Duque de Edimburgo ha sido además de un esposo devoto, consciente del papel que jugaba como consorte de la reina Isabel II, un padre entregado. Ante las numerosas obligaciones de su esposa, el príncipe Felipe no relegó la educación de sus cuatro hijos a profesores o institutrices. A pesar de que no se tratara de algo usual a mediados del siglo pasado, él asumió plenamente su responsabilidad como progenitor. "Su energía era asombrosa a la hora de apoyar a mi madre y de haberlo hecho durante tanto tiempo. Yo creo que eso representa un logro asombroso", constaba el príncipe Caros para la BBC en un homenaje televisado que la cadena retransmitió la semana pasada.
Muy habituales eran las largas temporadas que el monarca pasaba junto a sus cuatro vástagos en su residencia estival de Balmoral, lugar en el que la Familia Real británica siempre se dejaba ver más libre, sin tanto encorsetamiento social y protocolario. Allí, desde bien pequeños las cámaras captaron como los cuatro hijos del matrimonio real poseían caracteres muy diferentes. Mientras que la princesa Ana, la única hija del duque y la reina, era la que tenía una personalidad más dura y firme, su hermano Carlos, el heredero de la Corona, era un niño más soñador y emocional.
El príncipe Felipe aclaró en diversas ocasiones que él y su hijo estaban hechos de pastas diferentes. Según las palabras textuales del duque, él sabía que Carlos era “un romántico”. por ello, el monarca entendía que como primero en la línea de sucesión al trono, debía endurecer su carácter. Por eso siempre fue muy estricto con su primogénito, procurando hacer de él un hombre serio y disciplinado, pero recibir una educación tan rígida por parte del duque de Edimburgo no impidió que padre e hijo tuvieran una magnífica relación.
El tremendo cariño y admiración que el heredero al trono sentía por su padre quedó patente ayer, durante la celebración del funeral por el duque de Edimburgo. El príncipe Carlos se mostró visiblemente afectado y a diferencia de sus hermanos, que consiguieron mantenerse con un semblante serio, casi inexpresivo, a él se le saltaron las lágrimas en varias ocasiones.
Frente al féretro del duque, Carlos mostraba su dolor abiertamente, llorando sin tapujos por la pérdida no de un monarca, sino de un padre. Pudimos ver a un príncipe de Gales todavía más afligido que el día tras el fallecimiento del duque, cuando muy afectado salió a contemplar todas las muestras de cariño, que el pueblo británico había depositado en los jardines de Marlborough House.
Tanto en cortejo fúnebre como después, durante la misa celebrada en la Capilla de San Jorge, la tristeza del príncipe Carlos traspasó la pantalla. Ya en el interior, el hecho de portar una mascarilla, no impidió atisbar en su rostro la enrome emoción que sentía. Ha estado acompañado en todo momento por su esposa Camila, la duquesa de Cornualles. Ella hizo en alguna ocasión ademán de consolar a su marido, pero debido a las normas de protocolo tuvo que abstenerse.
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