Además, está buenísima
Viajamos hasta León para empaparnos de sabiduría sobre este producto mágico, sin grasa, rico en proteínas y apto para todo tipo de regímenes.
Entre quinoa, chía, bulgur, espelta, amaranto, kamut, farro y un sinfín de invocaciones más de la cesta de la compra, un producto que acompañó al español desde que se amarraba el zurrón gana peso en el mundo culinario moderno: la cecina. Prácticamente sin grasa, con cero hidratos de carbono y un alto valor proteico (unos 40 gramos por cada 100), procede de un animal que se podría comer todos los supergranos de moda. Unos cuartos traseros alimentados así solo pueden estar ricos, ricos, y con fundamento.
La cecina no se debe confundir con el snack de 'beef' tan codiciado por el deportista que quiere "ensanchar". Esta es una carne deshidratada y la cecina se consume salada y seca. Un manjar extendido por los pastores trashumantes. A lo largo de la historia, la cecina aparece en obras universales de la literatura como 'El Quijote', 'La Pícara Justina' y en otras de autores como Luengo o Félix Mª de Samaniego. El norte de España es un escenario perfecto para su producción por el clima y en León, capital de la gastronomía 2018, se distingue con la Indicación Geográfica Protegida.
A los peregrinos de Corea del Sur que hacen el Camino de Santiago se le vuelven los ojos chiribitas al catar la cecina leonesa, según relatan los restauradores locales. Animados por el ‘best seller’ de su compatriota Kim Nan Hee, 'El viaje de una mujer sola', no se resisten a la llamada espiritual ni a probar una tapa del vacuno para seguir su marcha más tonificados que nunca. Para colmo, la meca gastronómica española batió el Récord Guinness de Corte de Cecina el pasado 27 de mayo. A los pies de la catedral de León se concentraron loncheadores de toda España. Ellos, curtidos en bodas, bautizos, comuniones, divorcios y hasta inauguraciones de clubs de alterne, acudieron con su herramienta a la llamada no de Frodo, sino de la Diputación y de Agustín Risueño, maestro de este arte. Su misión: superar los 250 kilos de cecina lista para tapear.
Entre los 67 cortadores (y para qué engañarnos, algún cortado) estaba la Asociación de Cortadores de Jamón de Asturias, Carlos Muñoz, del grupo MC, famoso por sus clases en Argentina para multimillonarios con reses o Nico Jiménez. Este último es el Papa del gremio. Entre sus méritos está haber cortado la loncha más larga del mundo en Tokio (13,35 metros) y seis Guinness colectivos más junto con el de León. Sí amigos, se batió. En dos horas se lonchearon exactamente 283 kilos con 100 gramos de cecina I.G.P., vendidos por el simbólico precio de 2 euros la bandeja para diferentes ONG’s. Y de paso se formó el plato más grande de cecina del mundo, de 80 metros cuadrados. Así, la cecina además de ser un alimento beneficioso para el organismo lo es también para la comunidad. Lo mejor es degustarla del filo del cuchillo de los profesionales, que cortan en dirección opuesta a la veta, dejando que sude un poco. Cualquiera de estos tres grandes de la barra y mesa leonesa no te decepcionarán con el producto ni con la presentación: Camarote Madrid, siempre bullicioso, invita a tomarse una cecina de calidad con un buen vino entre sus fotos taurinas, sus guiños al universo náutico y su sopa de ajo. Otra dirección es Racimo de oro. Se trata de un restaurante edificio de cinco plantas. Un establecimiento mítico levantado en una casa del siglo XVII en el Barrio Húmedo. En su cocina tradicional leonesa destacan sus entrantes bovinos. Finalmente, la trilogía del deleite cecinero se completa con Bodega Regia. De una taberna que vendía vinos, tapas y raciones, la Bodega Regia evolucionó hasta el reino del placer que es hoy. Cecina, morcilla, lengua, lechazo, bacalao, postres de castaña… Y del comedor se puede pasar rodando a la Posada Regia, donde echar una buena siesta.