TAL VEZ NO NECESITAS UNA DIETA, SINO OTRAS COSAS
Son muchas las personas que no tienen un problema evidente de sobrepeso, pero sí alguna lorza incómoda en algún lugar de su cuerpo o unos flamantes pantalones que ya no cierran guardados desde hace años en el armario. ¿Deben ponerse a dieta o, por el contrario, aprender a aceptar sus cuerpos pese a que eso suponga, probablemente, una batalla feroz, lenta y trabajosa contra un sistema que nos quiere escuálidos? Veamos.
El principal indicador que utilizan los principales nutricionistas a la hora de prescribir una dieta u otra, aunque no el único, es el índice de masa corporal (IMC). Es un indicador internacional (conocido también como Body Mass Index o Indice de Quetelet), que consiste en dividir el peso (en kilos) entre la estatura al cuadrado (en metros). Esto es, si una persona mide 1,70 m y pesa 74 kg, debe dividir 74 entre 1,70 al cuadrado (2,89). El resultado, en este caso, es 25,6, que será el Índice de Masa Corporal que determinará si esa persona necesita un plan de alimentación para perder peso.
Un IMC de entre 18,5 y 24,9 se considera óptimo, e indica que la persona no debería perder peso por motivos de salud, lo que no indica, sin embargo, que no deba modificar su dieta si padece alguna patología que requiera un cambio de rutinas. El nutricionista Vince Marí asegura, sin embargo, que el IMC es un indicador para prescribir una pérdida de peso, pero no el único. "Más allá del sobrepeso, existen personas que tienen grasa localizada que debe combatirse no solo por motivos estéticos, sino de salud, pese a que se encuentren en un IMC saludable. En el caso femenino, nos encontramos con dos morfologías: andrógena (en forma de manzana) o genoide (en forma de pera). Pese a que la grasa localizada es difícil de eliminar, es cierto que se puede prescribir un plan de alimentación que debe combinarse siempre con ejercicio.
Un tercer caso se da en personas "que presentan un IMC adecuado y no tienen grasa localizada, pero aún así quieren adelgazar", explica Marí. En ese caso, pueden existir dos motivos. Por un lado, un problema de ortorexia, una extrema preocupación por el cuerpo que acaba convirtiéndose en patología, y que requiere tratamiento psicológico. Y por el otro, unos malos hábitos de alimentación que llevan a la persona a creer que le sobra peso cuando en realidad lo que le ocurre es, simple y llanamente, que come mal. Estos malos hábitos pueden dar lugar a problemas de hinchazón, malestar, malas digestiones, problemas para ir al baño... y requieren un cambio de modelo dietético para, más que perder peso, recuperar la vitalidad y sentirse mejor.
¿Y el caso contrario? ¿Es posible que alguien que lleve una alimentación saludable tenga exceso de peso? Marí asegura que "en líneas generales no, pues los casos de sobrepeso esconden la mayor parte de las veces hábitos poco saludables, que a menudo pasamos por alto". Marí pone algunos ejemplos ilustrativos: "el aguacate es muy saludable e indudablemente se ha puesto de moda, pero no podemos olvidar que también es muy graso, y que abusar de su consumo creyendo que estamos comiendo verde y ligero puede hacer no solo que no perdamos peso, sino que lo ganemos", explica. Otro error puede ser, en algunos casos, llevar una dieta hipocalórica por sistema. "Hay gente que viene a la consulta y me dice que pasa hambre, y que aún así no adelgaza. Yo soy un enemigo a muerte de pasar hambre, pues es además una práctica contraproducente. Nuestro cuerpo, cuando recibe poco alimento durante un tiempo muy prolongado, aplica lo que se conoce como gen ahorrador, que nos lleva a la tumba metabólica: entra en modo ahorro, y a la que le das más calorías de lo habitual engordas".
Para concluir, Marí lo tiene claro: "que tengas un Índice de Masa Corporal entre 18,5 y 24,9 no significa que puedas comer lo que te dé la gana, sino que es fundamental tener los hábitos adecuados para sentirse bien". Así pues, recomienda eliminar las calorías vacías, el alcohol y los productos procesados.