VAMOS A COMERNOS AL MISMÍSIMO SAN ISIDRO
Que sí. Que si cocido madrileño, callos o chocolate con churros. Melones de Villaconejos y fresas de Aranjuez. Madrid tiene su poso, su tradición y su producto. Pero Madrid sobre todo se vive. Es San Isidro y estamos de verbena así que celebremos (y recordemos) a golpe de tenedor.
Mayo es para vivirlo en Madrid. Arrancarlo con un puente que suele oler a verano, abarrotar terrazas haciendo de ellas nuestra playa particular (con igual dificultad para pillar mesa que en Levante para plantar sombrilla) y San Isidro. Con su pradera, sus Vistillas, sus conciertos, sus rosquillas y esos bocadillos de lo que sea con pan de ayer, pero con su punto, oye.
Claro que esto no va ni de listas ni de tontas. Va de mordiscos castizos con un punto de nostalgia. De mañanas de sábado, de tardes de domingo, de recuerdos de siempre, de lugares de antes. Y de ahora, ¿por qué no?
Ese bocata de calamares
Y me seguirán preguntando: eso de tomarse un bocadillo de calamares en la Plaza Mayor, ¿de dónde viene? Y yo seguiré sin saber contestar. El caso es que todas las Navidades iba con mis padres a tomarme uno, el caso es que mantuve la tradición con mis amigos. El caso es que se toma. Eso sí, huye de la Plaza. Yo siempre me dejo caer por La Campana, un local mínimo, que siempre está lleno, pero donde los sirven ricos y el precio siempre ha sido razonable.
Los 60 Minutejos que hacen una (h)oreja
Mis padres, hace más de 30 años, ya apoyaban el codo en la barra de este mítico local de Carabanchel. Y lo siguen haciendo, de vez en cuando, recordando otros tiempos. Las cosas han cambiado pero los minutejos de Casa Minutejos siguen siendo los de siempre. Un montado de oreja a la plancha, con un pan finito tostado, y que se anima con una salsa picante al gusto.
Entresijos y gallinejas
Te pueden gustar o no. Pero hay que probarlos. San Isidro no sería San Isidro sin ese olor saliendo de las freidoras. Y Madrid no sería Madrid sin entresijos y gallinejas. En los años 60 y 70 se contaban por decenas los locales de venta en la cuidad. Por suerte aún quedan reductos fieles más allá de las casetas temporales de las ferias, como la freiduría de Embajadores. Si te estás preguntando qué son, a riesgo de liarla, diré que las asaduras del cordero, fritas en su propia grasa. Piensa en mollejas y acertarás.
El pollo asado de Casa Mingo
“Mamá, entonces ¿el pollo asado es típico de Madrid?” Pues mira, no, pero da igual, porque está buenísimo. A Casa Mingo se peregrina a tomar pollo asado y sidra, y se hace desde principios de siglo XX. Lo que fuera un antiguo almacén de material ferroviario (edificio que se conserva) se convirtió en sidrería y punto de encuentro para los trabajadores asturianos que hacían jornada tirando ferrocarril en la próxima estación del Norte (ahora Príncipe Pío). Hoy sigue lleno. Recomendable su terraza de verano, y pegadito a La Bombilla, donde con el calor se instala el cine de verano. Será por nostalgia.
Los caracoles de Amadeo
Tampoco se entendería Madrid sin los domingos de Rastro, y por supuesto, sin su consiguiente aperitivo. Y no lo hay más castizo que los caracoles de Casa Amadeo, que se despachan desde 1942. Van cocidos con carnes, chorizo, oreja, y el caldo con el que se sirven es de obligado pingue.
La hora del vermú
Mis padres nunca iban de aperitivo, iban de vermú. Y yo iba también, aunque tomara un mosto. Y ahora que parece que se está recuperando eso del vermú, será por bodegas y tabernas centenarias en Madrid, con sus vermús de grifo y sus aceitunas. Recomendables Bodegas La Ardosa, Ángel Sierra o Ricla.
Direcciones:
La Campana. Calle Botoneras, 6.
Casa de los Minutejos. Calle Tomás Meabe, 2
Freiduría de Gallinejas. Embajadores, 84
Casa Mingo. Paseo de la Florida, 34
Casa Amadeo. Plaza de Cascorro, 18
La Ardosa. Cale Colón, 13
Taberna Ángel Sierra. Calle de Gravina, 11
Bodegas Ricla. Calle de los Cuchilleros, 6