Me estoy quitandooo...

Seis cosas que te pasan cuando dejas el azúcar durante un año

¿Tan malo es el azúcar? Con la mala fama persiguiendo a este endulzante, quisimos comprobar que pasa si lo dejamos durante un año. Estas son nuestras conclusiones, en primera persona.

AzúcarFlickr

Yo, Javier Sánchez, coordinador de Cocinatis, llevo un año sin tomar azúcar. A ver, alguna vez me toca probarlo en forma de trocito de pastel, tarta o galleta, pero lo cierto es que hace 365 días tomé la decisión de desembarazarme del azucarero. Empecé dejando de echarlo en el café o el yogur y luego desterré de mi despensa todo lo que pudiera llevar azúcar añadido como refrescos, salsas y platos preparados, cereales de desayuno, pan de molde y casi cualquier otra cosa en la que nuestro amigo blanco pudiera estar presente. Eso sí, he seguido tomando fruta, con su fructosa, que si bien no deja de ser azúcar, tiene un índice glucémico menor y, además, son alimentos que aportan fibra, minerales o agua. Un años después me he dado cuenta de varias cosas que me han pasado...

He bajado de peso. Tal cual. He pasado de 66-67 kilos a 63-62, una variación de peso apreciable teniendo en cuenta que apenas rebaso el 1,70. En conversación con Álvaro Sánchez, nutricionista de la clínica Medicadiet, me comenta que esto "es lógico" porque he pasado a consumir menos calorías. También me pregunta que si, además del azúcar, he cambiado otros hábitos. Y, sí, lo he hecho: también he disminuido el consumo de fritos, lo que demuestra que las buenas costumbres van de la mano.

Me noto menos hinchado. Además del descenso de peso, también me noto menos hinchado. ¿Tiene sentido esto? Pues al parecer sí, porque el azúcar, si no se digiere bien, puede provocar cierta sensación de hinchazón. Con lo que, al dejar de tomar galletas, dulces o bollos, sí que he notado que mi línea abdominal ha reducido su volumen.

Me siento más ligero. Pensaréis que es lógico, ya que he bajado de peso y me siento menos hinchado, pero para mí es una sensación diferente y complementaria a las anteriores. Siempre nos dicen esa frase de que "el azúcar es energía" pero lo cierto es que, en mi caso, cuando tomaba una cantidad importante, me sentía menos activo y más amodorrado. Ahora, me canso menos y la vagancia no me persigue tanto.

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Pico menos entre horas. Antes, tomaba muchos alimentos que disparaban el azúcar en sangre. Tras ese pico, llegaba la bajada, o mejor dicho el bajonazo. Eso me llevaba a volver a buscar en la cocina una pastilla de chocolate o, si estaba fuera de casa, a asaltar una máquina de venta de chucherías. Desde hace un año, siento una menor necesidad de comer entre horas. Adiós a la esclavitud del picoteo.

No tengo tantas variaciones de humor. No sé si es por la dependencia que genera en el cerebro, pero lo cierto es que, antes, si no tomaba azúcar durante un periodo determinado, podía volverme irritable. Es esa sensación de acabar de comer y decir "necesito algo dulce" y, en caso de no tenerlo, ponerme de mal humor. Ahora, esa sensación de dependencia de la comida para sentirme mejor se ha evaporado.

No me apetecen los dulces. Por último, para mí esta es una diferencia fundamental. Antes podían apetecerme galletas, un trozo de bizcocho o un flan. Ahora, ya no es lo mismo. Los miro con indiferencia, pero sin obsesionarme. Como muy de vez en cuando algo dulce y lo disfruto: "Se trata de llevar una alimentación equilibrada y no hay por qué ser tajante. La cantidad de azúcar que contiene, por ejemplo, el pan de molde, es muy pequeña. No obstante, sí que conviene 'abusar' de aquellos alimentos ricos en vitaminas, minerales o nutrientes, frente a los que no aportan nada, como la bollería industrial", explica Sánchez.