NOS ADENTRAMOS EN UN BANQUETE DE BODA Y DESCUBRUMOS QUÉ SE CUECE
¿La novia protagonista? ¡Eso era antes! Descubre como el banquete se convierte en el centro de atención del día más especial de tu vida. Nos adentramos en el interior de un banquete de boda y descubrimos cosas la mar de interesantes.
Fue en el año 2012 cuando Rafa y Sonia decidieron dar el paso y, tan solo tres años después de empezar a salir, la pareja se propuso matrimonio. ¿Precipitado? No lo creo, aún les quedaban dos años para arrepentirse. De hecho, no ha sido hasta este año cuando se han dado el sí quiero.
El motivo de esta espera forzada ha sido, como no, el gran protagonista del día de sus vidas: el banquete. Una vez decidida la fecha, Sonia marcó el teléfono del restaurante especializado en bodas El Celler de Can Torrens situado en Sant Fost de Campsentelles (Barcelona) y, cuando colgó, era la última de una lista de espera de dos años. “Me entró por los ojos, me cautivó la cantidad de detalles que ponían en cada plato, lo elaborados y modernos que se veían”, explica la novia a quien huir de lo clásico le ha costado dos años más del “a ver cuando te casas” en los encuentros familiares.
El gerente del celler, Josep Fabra, define su cocina como “comida de toda la vida con toques de modernidad”, en definitiva, lo que la gente le pide. Entre su mujer y él diseñan la composición de todo un banquete, dando forma a ideas que se convertirán en platos imposibles de pronunciar. Ahora, en el restaurante, todo gira alrededor de la tendencia del momento, para Josep, la moda ‘vintage’: “hacemos cocina teatral, para que la gente se lo pase bien comiendo”, dice.
Surtido de chips de tubérculos y frutas, gambas con polvo de corteza ibérica, o emanems de queso y regaliz de higos y naranja fueron algunos de los platos que pudieron degustar los 76 invitados de Sonia y Rafa durante el aperitivo. Más de uno, seguro, soltaría un “¡pues vaya pijada!” mientras untaba un trozo de pan en el stand de degustación de aceites y sales del mundo o se daba cuenta de su error al ver que lo que llamabantrampantojo de churros con chocolate era en realidad algo salado aún sin identificar. Eso es, precisamente, lo que busca Josep: complacer al paladar con sabores de toda la vida sin olvidar que la vista prefiere lo moderno.
Para sus creaciones, los cuatro cocineros que se ocupan durante la semana de preparar los tres banquetes que acoge el local cada fin de semana, utilizan productos locales y de mercado, incluso de kilómetro 0, cultivados y cosechados en su propia finca. Productos de siempre que, después de horas en un complejo de cocinas de 400 metros, se convierten en platos como suprema de lubina al ajo quemado con decroisse de patatas y frutos del mar, raviolis de rape y calamar con crema de gambas y cristal de pimiento escalibado o Bogavante con verduritas y aire de gewustraminer. ¡Hasta el aire tiene un nombre interminable!
El celler de Josep acoge solo un banquete por día, donde se suele servir a una media de 100 personas. Para determinar la cantidad de comida, se calculan los alimentos que se consumirán por persona, suponiendo, claro, que esta no haya comido en toda la semana. Todos sabemos lo que pasa en las bodas y, de hecho, en el Celler de Can Torrens se suele tirar un 20% de lo que se sirve.
Según Josep, la donación de los alimentos sobrantes es un tema complicado. “Se trata de comida que se ha de consumir al momento, no puede conservarse mucho tiempo”, dice después de explicar como uno de sus clientes contrató una persona que se dedicara a guardar la comida en tuppers y repartirla entre los invitados. Y es que en el Celler de Can Torrens uno se mete en el bolso hasta el pan, elaborado en el mismo restaurante junto con los pasteles, postres y helados que pueden ir desde sorbetes de piña y jamón hasta otros de tomate y cerezas o fresas y perfume de rosas, pasando por un sablé de piña y coco con gelatina de eneldo.
Por último, queda lo más importante: el precio de, según nuestra novia, la parte más cara de una boda que le obligó a gastarse 143 euros por invitado. Y es que, además, Sonia escogió una temporada en la que los precios en el restaurante aumentan debido a la cantidad de una demanda que ha evitado la crisis de manera más hábil que la mayoría de sectores. “Se trata de un día en la vida y lo que se busca es estar lo más a gusto posible sin importar mucho el dinero”, dice Josep después de aclarar que “el hecho de que la gente se case a una edad más alta les hace priorizar las cuestiones culinarias”. Toda una suerte para el Celler de Can Torrens.