ADICTIVAS
Si tienes una bolsa de patatas fritas en casa, seguro que estarás tentado a comértela en cualquier momento. Y es que si las tienes, picas. En este artículo te explico el motivo por el cual son tan adictivas y enganchan tanto.
Cuando empiezas no puedes parar, no puedes comer solo una. Te atrapan, necesitas una más. Y otra y otra. Las patatas fritas o cualquier snack, esas crujientes tentaciones tienen un atractivo que va más allá de su simple sabor. ¿Alguna vez te has preguntado por qué es imposible resistirse? ¿Qué las hace tan adictivas?
Las patatas fritas y los snacks salados en general (sí, también los de lentejas, los de otras verduras o lo quieras), no te engañes: están diseñadas para ser "inevitables" desde el primer crujido hasta el último.
El truco está en que han conseguido el "bliss point". Su combinación de sal, aceite y otros condimentos crea un perfil de sabor que satura las papilas gustativas y desencadena una respuesta en el cerebro que no conseguirás con otros alimentos (aunque sí con otros productos). Además, los fabricantes utilizan infinidad de sabores, desde los clásicos como la sal o vinagreta hasta opciones más exóticas como huevos fritos o cebolla, para que nadie se quede sin su sabor favorito.
Pero no es únicamente el sabor. La textura crujiente de las patatas fritas de bolsa también desempeña un papel importante en que piques de nuevo. El crujido satisfactorio al morderlas proporciona una sensación sensorial agradable que puede ser difícil de replicar con otros alimentos. Esta combinación de sabores y texturas crea una experiencia sensorial única que activa el centro de recompensa del cerebro, haciendo que sea difícil detenerse después de empezar a comer.
Sabor, textura… y sal, nos vamos acercando a la tormenta perfecta. La sal estimula el deseo de comer más, ya que activa los receptores de placer en el cerebro y aumenta la sed. Claro, por eso las ponen en los bares.
El dietista nutricionista Julio Basulto dice: "No lo compres, que te lo comes", pero es que gracias a la publicidad y la disponibilidad omnipresente de las patatas fritas de bolsa también contribuyen a ese vicio. Las campañas publicitarias ingeniosas y las estrategias de marketing, colores, sabores, promociones… todo aumenta su atractivo y la probabilidad de que las personas los compren y, lo peor, que se consuman regularmente. Además, el hecho de que estén disponibles en casi todas partes, desde supermercados, quioscos hasta máquinas expendedoras, hace que sea fácil caer en sus redes en cualquier momento y lugar.
Quizá también podamos encontrar un componente psicológico. Para muchas personas, estos productos están asociados con momentos de placer, relajación o confort. Ya sea disfrutando de una película en casa o compartiendo un aperitivo con amigos, las patatas fritas de bolsa suelen formar parte de experiencias positivas, lo que refuerza su asociación con la felicidad y el bienestar emocional. Ojalá cambie algún día y eso pasa por dejar de premiar con productos y de castigar con alimentos.
Como siempre ocurre en el consumo de alimentos ultraprocesados, no nos encontramos un único factor que justifique la "adicción", por eso la reducción debe venir desde varios frentes. Quizá el primer paso es ser consciente de lo que ocurre.