TRANSGRESOR Y SORPRENDENTE
Hay muchos motivos para visitar este restaurante ubicado en L'Eixample barcelonés en que los camareros nos reciben con un mono naranja estilo Guantánamo y la parafernalia nos aguarda en cualquier rincón. Tantos como estos.
Su interiorismo
Nobook es un espacio alargado de aspecto industrial, de techos altísimos y con un rollo voluntariamente frío que potencia esa sensación de sorpresa, extrañeza e infinita curiosidad que nos invade en cuanto cruzamos su puerta. Una cocina a la vista en tonos chillones repleta de cocineros moviéndose frenéticamente al ritmo de la música (bastante alta, desde The Strokes a Beyoncé) nos da la bienvenida en mitad del local, que cuenta con una zona chill out de coctelería, también sorprendente, al final del espacio. Un lugar inclasificable, innovador, transgresor, que nos permite hacernos una idea de lo que está por llegar.
Su chef
El cocinero vasco Iker Erauzkin es un viejo amigo de la gastronomía en Barcelona. Ha sido asesor de numerosos restaurantes, divulgador y cuenta con otro espacio justo al lado de Nobook: su inefable Uma. De hecho, Uma abrió hace varios años en el barrio de Sants como una especie de taller-restaurante en el que Erauzkin presentaba sus creaciones a esos comensales intrépidos que se atrevían a ponerse en sus manos, con gran presencia de ingeniosos trampantojos e ingredientes desconocidos, un claro homenaje a la cocina como divertimento. Pronto se trasladó a L'Eixample y ahora comparte espacio con Nobook (están comunicados por dentro pese a ser dos locales diferentes) para ofrecer su propuesta gastronómica, algo menos alocada que la de Nobook.
Su equipo
Pero Erauzkin no está solo en esto de ejercer de maestro de ceremonias del restaurante punk por excelencia de la Barcelona contemporánea. A su lado, como jefe de cocina, encontramos a Mariano Citterio, que en su día fue segundo de cocina en el restaurante Disfrutar y que, por tanto, de crear, innovar e imaginar sin límites sabe un rato. El otro vértice del triángulo es Andreu Estríngana, que firma una carta de cócteles inspiradora y radical, cuyas propuestas pueden llegarnos en un carrito estilo Tickets, ser elaboradas in situ y combinar ingredientes comestibles con otros líquidos que, en todos los casos, van a dejarnos perplejos. Podemos maridar todo el menú con cócteles u optar por pedirlos como aperitivo o al final de la velada, pero conviene hacer siempre un hueco para uno de los hits del lugar: su piña colada con palomitas. Porque en Nobook todo vale. En Nobook no hay normas.
Sus (deliciosos) impedimentos
En Nobook no hay teléfono, ni mail, ni se pueden hacer reservas, lo que dificulta un poco nuestra incursión en este espacio a medio camino entre la fría sala de conciertos y el taller mecánico. Simplemente hay que plantarse ahí y esperar que alguien ataviado con un mono estilo Guantánamo nos conduzca a la mesa, en un momento en que aún no tendremos claro, probablemente si vamos a querer jugar a eso a lo que juegan en Nobook y que aún no sabemos qué es. Con toda probabilidad cinco minutos más tarde ya nos habrán cautivado y seremos los más entusiastas.
Su carta
La de Nobook es una carta voluptuosa e inclasificable, que mezcla sin aparente coherencia pero sí con sabiduría y sentido común ingredientes de todo el mundo, los marida con cócteles rocambolescos y nos invita a participar en ese gran divertimento que es la cocina creativa. Y es que este Nobook cuya sofisticada carta se inspira en las cocinas del mundo parece ser el hermano pequeño de Tickets, algo más gamberro y mucho menos mediterráneo, pero con las mismas ganas de sorprender que el espacio de Albert Adrià. Y no solo en eso coinciden Tickets y Nobook: en ambos locales todo está orquestado con una precisión suiza, algo sorprendente teniendo en cuenta la supuesta informalidad tanto del espacio como de la propuesta.
Su eclecticismo
Aquí van algunos ejemplos de lo que vamos a encontrarnos aquí, que recomendamos pedir con moderación para no acabar saturados de semejante amalgama de sabores. Nobook es, especialmente, de esos sitios en los que conviene pedir con cautela y saborear cada plato, entender cada experimento, y no venirnos arriba a la hora de ordenar. Siempre habrá tiempo. ¿Qué pedir? Desde un poco corn de pulpo a la brasa con palomitas de maíz y huitlacoche o la Love Soup (un plato obligatorio, sin duda nuestro preferido, que por sí solo merece una visita al local) con gambas, coco, cilantro y jengibre con dumpling de gambas y lima kefir. El dorayaki de cerdo ibérico con gambas y camarones es otro de los hits de una carta que nos demuestra que fusionar culturas y tradiciones suele ser siempre una buena idea si se ejecuta con inteligencia. El ceviche y la tempura de salmón, cuya presentación es una fiesta, son también muy top.