DIEZ MOTIVOS PARA VISITAR ESTE TEMPLO BARCELONÉS

Por qué deberías ir a Los Caracoles al menos una vez en la vida

Lleva en pie más de 100 años en pleno meollo de la calle Escudellers, y es un local mítico, que las ha visto de todos los colores desde ese rinconcito carismático con sus pollos asándose en la calle, y que ha pertenecido siempre a la misma familia. Ahora celebran sus 180 años reinvindicando algunas recetas que se han hecho famosas en Barcelona y, sobre todo, la historia que se respira en cada rincón de su laberíntico espacio.

Los CaracolesCocinatis

1- Los Caracoles lleva 180 años en pleno corazón del Gòtic, en la calle Escudellers, una zona que fue epicentro heavy hasta mediados de los 90 y que poco a poco ha sido conquistada por establecimientos de filosofía 'take away', fruto de la implosión guiri, y por locales de noche que conviven (¿felizmente?) con establecimientos de toda la vida. Es, pues, toda una institución, ubicada en una de las calles más carismáticas de la ciudad, que ha resistido a los cambios urbanísticos y sociales de la ciudad siempre con la misma filosofía: servir una cocina tradicional catalana honesta y sin florituras, en una amplia carta en la que podemos hallar prácticamente de todo. Es, de hecho, el segundo restaurante más antiguo de la ciudad después de Can Culleretes, que ya tiene un lugar en el Guiness de los Records.

2- Su comedor es un laberinto que nos va a mostrar cómo era la Barcelona de la época. Tal vez Carlos Ruiz Zafón haya contribuido a asentar en el imaginario colectivo una Barcelona que nada tiene que ver con el W Hotel, un casco antiguo de calles tenebrosas y edificios laberínticos y ondulados, muchos de ellos ahora reconvertidos en tiendas de diseño o estudios de artistas. Los Caracoles sigue intacto desde su apertura hace, se dice pronto, casi dos siglos, y se accede a sus diferentes espacios a través de una entrada minúscula que nos obliga a atravesar la cocina y que da acceso, a través de varias escaleras estrechas, a diferentes salones y saloncitos de diferentes tamaños, todos con el denominador común de un encanto arrollador.

3- Sus caracoles, claro. Mención especial merece este plato que se lleva por nombre Caracoles Especiales y que se ha convertido en el buque insignia del local. La salsa tiene verdaderos adictos, y es una receta que se ha transmitido de generación en generación.

4- Sus paredes están repletas de todo tipo de documentos relacionados con el pasado glorioso de un restaurante que ha sido durante años un bastión gastronómico de la ciudad. Charlton Heston, Robert de Niro y Lenny Kravitz (quien, por cierto, se dejó el móvil en el restaurante y durante toda la noche no dejaron de llamarle y enviarle mensajes) han sido sólo algunos de los famosos que se han dejado fotografiar junto a diferentes miembros de la familia Bofarull. También encontraremos, entre otras cosas, retratos de Joan Miró o Armani, además de autógrafos de personajes ilustres como Salvador Dalí y Gala, que también se dejaron caer por el establecimiento. Un retrato del rey Felipe cuando aún era príncipe preside uno de los salones.

5- Vas a ocupar mesa en un espacio en que también han estado, en su día, además de los famosos citados anteriormente, grandes como Robert de Niro, Mark Knopfler, Ava Gardner y Luis Miguel Dominguín e incluso políticos como Jimmy Carter. Si eres mitómano, e incluso aunque no lo seas, el aura de Los Caracoles sigue intacta tras tantos años.

6- Los Bofarull son la saga más longeva al frente de un restaurante en la hostelería barcelonesa. Y es que en la actualidad es la quinta generación Bofarull, hermanos y primos, quien se encarga de la gestión del restaurante, un gran mérito teniendo en cuenta que nos encontramos en una ciudad cambiante, en que los locales cambian de nombre y de dueños a una velocidad de vértigo. Ramon, Cristina, Aurora y Yolanda gestionan, igual de bien avenidos que sus antepasados, un local que cuenta con salones privados para hasta 100 personas.

7- Los pollos a l'ast en la entrada. Y si decimos en la entrada nos referimos a la entrada, a la propia fachada del restaurante. De hecho, la fachada del local coronada por un gran letrero rojo es un asador de pollos que reparten su aroma por la calle Escudellers, donde siempre encontramos a alguien trabajando afanosamente, ya que el cuarto de pollo con patatas es uno de los platos más demandados del local. Eso sí, nos va a costar 18 €, pues pese al talante popular y campechano tanto del local como de sus propietarios los precios son todo menos populares.

8- Su cocina de carbón, a la vista, es la única que queda en Barcelona.

9- Otro de los méritos del local es que abre los 365 días del año, y así ha sido desde sus inicios. El único caso similar que conocemos en la ciudad es el de Set Portes, que con más de 100 años sigue manteniéndose firme en su apuesta de abrir a diario.

10- Su carta es amplísima. Tanto, que si vamos acompañados, vamos a poder realizar un recorrido por lo más granado la cocina tradicional y marinera sin movernos de la silla. Y es que aquí tienen una amplia selección de bacalaos, de mariscadas y arroces, además de un sinfín de tapas que van desde las croquetas a los chipirones. Tienen, además, una carta de postres interminable y una buena selección de vinos.