Los peligros del caloret
Con los meses de verano comienza una época en la que los hábitos 'peligrosos' pueden dar al traste con nuestra dieta. Conócelos: son tus enemigos.
Piénsalo: llevas todo el año preparándote físicamente para el verano y, cuando llega, lo echas todo a perder en cuestión de semanas. ¿Te suena? Quizás te haya pasado en años anteriores: echarse kilos encima con la llegada de las altas temperaturas es más común de lo que parece y suele responder a una serie de (malos) hábitos que adoptamos casi sin darnos cuenta. Muchos de ellos, además, tienen que ver con lo que ocurre cuando sales del trabajo. Sí, las tardes de verano las carga el diablo. Atiende a estos siete peligrosos hábitos.
Las cañitas de después. Si algo trae el verano es ganas de jolgorio. ¿Quién se va a concentrar en el trabajo cuando afuera esperan la piscina, el buen tiempo o el cachondeo fino? Por eso, se multiplican las citas para el cañeo, el tapeo, etc. Esto hace que se incremente el consumo de alcohol y de todo aquello que comemos para acompañar y que, para qué engañarnos, suele ser bastante calórico. La primera en la frente.
Cenamos dos veces. Este es un hábito derivado sí o sí del anterior. Resulta que llegamos a casa después de tomar unas cañas y VOLVEMOS a cenar. Calorías por duplicado. Otras veces no tiene nada que ver con las cervezas, sino que las largas tardes/noches de verano incitan a cenar y a picotear algo antes de irnos definitivamente al catre. Todo mal.
Cenamos TARDE. Muy tarde, incluso. Nos vamos a dar un paseo cuando baja el calor y no nos sentamos en la mesa hasta las 11 de la noche o más. A ojos de un europeo, casi estaríamos hablando de cenar de madrugada. ¿Problema? Que nos acostamos con el estómago lleno y con nuestro metabolismo al ralentí, con lo cual nos cuesta mucho más quemar las calorías que le hemos echado encima a nuestro sufrido organismo.
Atacamos la nevera porque no podemos dormir. Esas noches toledanas que trae consigo el verano tienen sus consecuencias para la dieta. Vaya que sí. Estás en la cama, no corre una pizca de aire y el termómetro roza los 30 grados. ¿Qué sucede? Pues que acabamos levantándonos, poniendo la tele y picando algo enfrente a las 3 o 4 de la mañana. Todo (MUY) mal.
Comemos cualquier cosa por no cocinar. Está ampliamente demostrado que las personas que cocinan más suelen comer mejor. Al diseñar el menú, te esfuerzas en que sea más saludable. Por el contrario, cuando compramos algo ya hecho o tomamos algo por ahí, comemos más cantidad o bien nos decantamos por opciones menos saludables. Qué mal.
No vamos al gimnasio. Ni a correr. Ni a nadar. Ni caminamos. Porque vaya calorazo que hace, porque ¿quién tiene ganas de moverse cuando el termómetro se dispara? El sedentarismo que traen consigo los meses de julio y agosto es también un enemigo que hace que quemar las calorías de más sea una misión imposible. Es conveniente no parar en seco y mantener unos ejercicios, aunque sean de menor intensidad.
Sustituimos la cena por la copa. "No voy a cenar porque me voy a tomar unas copas con los colegas". Piensas que, dejando de cenar vas a ahorrarte unas cuantas calorías, pero nada más lejos de la realidad. Por un lado, hay que tener en cuenta que el alcohol también engorda. Y si son destilados, más aún. Por otro, que siempre solemos acompañarlo de unos panchitos, pipas, etc.