HAY FREAKS EN EL MUNDO ENTERO
Lo de comerse doce uvas al ritmo de unas campanadas que nadie a lo largo de la historia ha conseguido entender nos parece lo más normal del mundo, aunque en otros países les resulta una tradición la mar de excéntrica. Hay tradiciones de todo tipo para dar la bienvenida al nuevo año. Os dejamos con las diez más extravagantes.
La ropa interior roja. Lo peor de esta tradición que establece que hay que empezar el año con ropa interior roja para luego quemarla/desecharla una vez finalizada la gran noche es de que nadie está como para ir tirando el dinero en un conjunto sexy que solo va a usar unas horas. Conclusión: los bazares chinos se hinchan a vender lencería a destajo para despedir el año que suele ser a/sintética y b/horrenda a partes iguales, capaz de acumular una cantidad de electricidad estática que podría abastecer a toda una ciudad. Así que si ligas en Fin de Año y esperas encaje negro y pedrería, ojo, porque bajo el vestido de lentejuelas puedes encontrarte lo más parecido a una broma que se te pueda ocurrir.
Los besos. Esta tradición estadounidense nos gusta, y desde aquí reivindicamos traerla a España pero ya. ¿No hemos importado Halloween y a todo el mundo le traen ya sin cuidado las simpáticas ancianitas castañeras? Pues hagamos lo mismo con la tradición de comenzar el año con un beso. Tras la campanada número 12 hay que besar a alguien si no queremos... ¡365 días de la sequía más absoluta!
Pasearte por casa con una maleta. Puedes pensar que es una tradición absurda, pero estarás con nosotros en que tampoco cuesta nada. Se trata de coger una maleta y pasear con ella por todas las estancias de la casa, lo que te augurará un 2015 lleno de viajes.
Los tres deseos. Se escriben tres deseos para el próximo año en un papel y, tras las campanadas, se colocan todos en el centro de la mesa y se queman. Éxito asegurado, dicen. Hay quien opina que para que se cumplan, sin embargo, hay que pisar los tres papeles mientras suenan las campanadas.
Romper la vajilla. Cómo negar que resulta tentador acabar la cena de Nochevieja, con su café y sus postres y, acto seguido, con el chupito, romper la vajilla. Enterita. Del primero de los platos a la última de las copas, todo al suelo. Aunque atribuyamos este afán destructivo a nuestros colegas griegos, son los daneses los que abrazan esta tradición en Fin de Año. Lo rompen todo para llamar a la buena suerte en los próximos meses y, si no, al menos, eliminar el estrés que nos pueda haber causado la cena.
Un huevo bajo el colchón. Esto lo hacen en Perú y es una tradición entrañable pese a que tiene sus riesgos higiénicos. Pones un huevo bajo el colchón y a la mañana siguiente tratas de leer lo que va a ser tu año en el dibujo que ha formado la yema. Sabemos que esto da lugar a interpretaciones bastante libres del asunto, pero ya se sabe que nuestro futuro, en gran parte, lo escribimos nosotros.
Una sortija en el champán. Que el primer brindis del año sea con una copa de cava o champán que lleve en su interior una sortija. Atraerá la buena suerte económica durante el próximo año, dicen, aunque seguro que no ha faltado a lo largo de la historia quien ha empezado el año de forma algo accidentada al haberse tragado el amuleto en un descuido.
El First Footing. Es una tradición muy curiosa en Escocia, que consiste en que has de conseguir que alguien venga a visitarte a tu casa justo a las 12.01 de la noche. Si la persona que te visita tiene el pelo oscuro y llega un pan bajo el brazo parece ser que sí, que la suerte va a sonreírte durante el año venidero.
Poner dinero en los zapatos. Si recibes el nuevo año con dinero en los zapatos parece ser que vas a atraer más dinero, dice la tradición.
Empezar el año a disparos. Todavía hay quien lo hace en Puerto Rico, aunque lo cierto es que es una costumbre que se ha ido erradicando en los últimos años, ya que solían darse casos de muertos y heridos. La costumbre de comenzar el año a disparo limpio ha dado lugar a otra más inocua: tirar agua por los balcones para ahuyentar el mal rollo de cara al próximo año, y de paso limpiar las calles para recibir lo que va a deparar el futuro.