UNO DE LOS GRANDES ENGAÑOS DE TU INFANCIA

Tu madre te mentía: ¿por qué no hace falta que hagas dos horas de digestión antes de bañarte?

Una hora y media, dos o tres en función de cada madre. Esas legendarias esperas en la playa tostándote al sol a cuarenta grados antes de poder bañarte han sido una tortura que ha marcado la infancia de muchos. Y eso es porque vuestras madres no sabían que lo de las dos horas de digestión no es más que un mito. Ay, cuánto tiempo perdido.

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Lo que popularmente hemos conocido como corte de digestión se llama en realidad síndrome de hidrocución, y no depende en absoluto, dicen los expertos, de las horas que haga que hemos comido la última vez. Así pues, todas esas larguísimas esperas de hasta tres horas en la playa esperando a que la ensaladilla rusa y el pollo empanado estuviesen más que digeridos han sido en vano. El temor al corte de digestión (una sucesión de náuseas, vómitos y malestar que podía alcanzar un mayor o menor grado en función de la intensidad del mismo) ha hecho que la infancia playera de muchos haya sido algo parecido a una pesadilla.

Esto no significa que no haya que tomar precauciones a la hora de meterse al agua tras la comida, especialmente si el agua está fría, como es el caso de ríos, pozas o, en el caso de nuestro país, las aguas del Atlántico y el Cantábrico. El síndrome de hidrocución se produce, de hecho, cuando la temperatura del agua es muy baja y la del cuerpo muy alta, y tiene lugar un choque térmico que puede dar lugar a un cuadro clínico que popularmente se conoce como corte de digestión. Para evitarlo, es conveniente tomar ciertas precauciones como entrar al agua lentamente, evitando el shock térmico, mojando el cuerpo lentamente: barriga, nuca, muñecas, cara... y permitiendo que el cuerpo se vaya acostumbrando progresivamente a la temperatura del agua.

Playa | Venus

Es conveniente llevar a término esta práctica en cualquier caso, aunque es especialmente recomendable cuando estamos en pleno proceso de digestión. No es recomendable, pues, tirarse de golpe, ni realizar ningún tipo de movimiento brusco que produzca un contraste entre la temperatura de nuestro cuerpo y la del agua. En el caso de las piscinas, hay que ser especialmente cuidadoso con las duchas: hay que meterse en la ducha siempre poco a poco, mojando progresivamente las diferentes partes del cuerpo y, sobre todo, no tirarse de golpe a la piscina.

Esto no significa que podamos ponernos como el quico e inmediatamente saltar al agua despreocupadamente. El sentido común y la medicina nos dicen que en épocas de calor conviene evitar las comidas grasas y abundantes, y optar por comidas ligeras, preferiblemente frías, a poder ser vegetales y fruta. Si aún así notamos el más leve síntoma cuando estemos dentro del agua, algún atisbo de náuseas o malestar, debemos salir inmediatamente, refrescarnos la cara con agua fría, ponernos a la sombra y elevar las piernas durante un rato. Generalmente, este cuadro no suele tener mayor importancia, pero si los síntomas persisten es conveniente consultar con un profesional.